Lo nuevo de Chucho a través de sus canciones: Cap. 2

Próximamente llega el esperado nuevo disco de ChuchoCorazón roto y brillante (Intromúsica). El regreso de la banda de Albacete es un álbum conceptual sobre una ruptura, que nos cuenta la historia de Pere y María a través de sus doce canciones. Antes de escucharlas, conocerás lo que esconde cada una de ellas de la mano de Fernando Alfaro, quien nos irá desvelando en Muzikalia un relato dividido en capítulos, correspondientes a cada una de esas canciones. Hoy te ofrecemos el capítulo 2.

Próximamente, más entregas.

 

PERE Y MARÍA: 02 > Sombra lunar

—Ella no es una mala persona, eso lo sé íntimamente; es una bellísima persona y la quiero, es la persona más generosa que he conocido en mi vida —dice Pere—. Algo pasó, no sé qué pasó, algo hice mal o muy mal, porque ella me quiso como nunca me han querido y así de repente cómo se puede dejar de querer —le pregunta a la pared del cuarto de baño, donde no hay espejo—. Yo que sé, la vida es como viene y no como conviene, como dijo aquél. El corazón te lleva por caminos insospechados, supongo que se ha enamorado de otro, tampoco se lo puedo reprochar.

El corazón los llevó a ellos, a Pere y María, por caminos insospechados, caminos de montaña a veces. Cuando se conocieron hace ahora cuatro años, ella estaba casada con un tipo que era a todas luces genial, era alto y bastante guapo, y parecía un tío interesante, hacían viajes, yo que sé. Pere siempre se preguntó cómo pudo elegirlo a él, dejar toda aquella vida y mudarse a otra ciudad, a su ciudad, a la ciudad de Pere.

Una fuerza arrebatadora, eso era. Pere también dejó a su pareja de años. La quería mucho, tanto como para dejarla ahí tirada, menudo hijuergas. Esa palabra no existe. Voy pedo y no debería estar escribiendo. También los fantasmas se ponen pedo a veces. Pero seguiré. Os diré algo: Cuando Pere encontró a María, entonces, justo entonces, el sol se detuvo en el cielo como un corazón que no sabe y se detiene, como un conductor paleto.

Una fuerza arrolladora, eso que llaman amor. María se plantó en la ciudad de Pere sin un plan, sin una vía de salida. Apostó todo al rojo. Pere tardó en reaccionar: es hombre de costumbres enraizadas. Herencia de su padre, al que Pere se ha ido pareciendo cada vez más. Cómo agradece todavía Pere lo bien que se portó María con él y con su madre, lo que los cuidó, en la época del deceso de su progenitor. Cada vez se aproxima más a su padre, Pere.

A los pocos días de una María viviendo en un hotel demasiado caro, al fin la fuerza arrolló a Pere y se lanzó con ella al infinito. Empezaron, de una buena vez, a vivir juntos; a vivir en el sentido moderno de la palabra; a propiciar situaciones, los perezosos las llamarán aventuras, noches absurdas, gente imposible, tormentas y truenos, un paraíso del Romanticismo.

Pere nunca había probado las drogas, más allá de algún cigarrillo de hachís en sus años de estudiante, hasta que conoció a María. Y el sol se detuvo en el firmamento y la noche se hizo día. Y la luna proyectó en el asfalto sus sombras temblorosas. Como en estos tiempos la heroína, que fue remedio para la tos, y la cocaína, que lo fue como anestésico usualmente local, están terminantemente prohibidas, cuando comenzaron a frecuentar el uso de ambas, se vieron envueltos en la circunstancia delictiva derivada de tal situación. Llegaron incluso, una noche de bruma total, a acompañar a uno de sus proveedores, uno que consideraban, de forma un tanto ingenua, su amigo, a robar en el apartamento, accesible a través de un patio interior, de unos clientes adinerados. Para encaramarse desde un rellano de la escalera del edificio, a través de una ventana por descuido continuado mal cerrada, hasta el patio interior, Pere apenas podía elevar su cuerpo con la sola fuerza de sus brazos, como ya habían hecho, con cierta facilidad, tanto María como su proveedor y sin embargo amigo. María le dedicó una mirada reprobatoria. Pere pensó que tenía que empezar a ejercitar su musculatura en un gimnasio y, seguramente, dejar de consumir tantas drogas. No ahora, ahora le venía bien esa anestesia para no sufrir un ataque de nervios o una apoplejía. Entraron, desde el patio, forzando una ventana, al piso que pretendían, que quedaba a ras de suelo. Por indicación de su proveedor y amigo ya íntimo tomaron, del cajón inferior de una cómoda, sendos pares de calcetines para colocárselos a modo de guantes y no dejar así impresas sus huellas dactilares. Si, malhadadamente, la policía los registrara en algún momento previo o posterior al hecho delictivo, no hallarían en su poder guantes u otro material incriminatorio. Con ese sofisticado equipamiento, comenzaron a hurgar en cada cajón, en el interior de cada libro, puertas y compuertas, todo, buscando sobre todo dinero pero también oro, colorao, como lo llamaba su sin embargo amigo, más fácil de vender que las joyas. Joyas, no. Al borde de un microinfarto, finalmente, salieron con su botín. Una vez quedaron solos, le dijo Pere a María:

—No vuelvo a hacer esto en mi puta vida.

—Yo tampoco.

¿Y cuando Pere y María hacían fervientemente el amor en cuartos oscuros, en descansillos de escaleras de edificios ajenos, en perfumados aseos públicos de lugares de postín? Por alguna oscura y dulce razón, tanto a una como a otro los conmovían esas situaciones, lloraban a veces incluso, de tanto amor.

Probablemente, habría que contar además cómo, en esos casi cuatro años de vida en común, Pere y María viajaron por gran parte del ancho mundo: María tenía, y razonablemente aún tiene, dentro de sí el virus del afán por el viaje, y se lo inoculó también a Pere. Y fueron periplos que merecerían una descripción prolija, por su exuberancia, su riqueza de paisajes y vidas, la dilatada y panorámica y absoluta vivencia que Pere y María adquirieron de esos países, de esos lejanos países. Pero esto no es una guía de viajes.

Y ahora estoy perdido, me queman los celos… —Pere canturrea esta canción, una suerte de bolero extraño— …de esos lunares que pueblan tu cuerpo, ¡ay, amor! Mas no de tenerlos: envidia de serlos. Para abrazarte en secreto, amor —y baila consigo mismo.

Los lunares, constelación de tres lunares en el escote de ella, sólo tres lunares y ya hacían una constelación, él siempre se lo decía y ella soltaba una risilla graciosa que a él le hacía deponer todas las armas y rendirse. Los lunares, el temor a la muerte; ella es algo hipocondríaca y se fija en las variaciones de tamaño y forma de los lunares, tanto suyos como de Pere. Todo el mundo conoce este tema —se dice Pere—, por la insistente propaganda sanitaria contra el cáncer de piel. Pero ella se previene mucho del sol, se cuida tanto la piel, no me extraña, es un tesoro. Nunca le ocurrirá nada malo, no dejaré que eso pase. Pere se ve abrazándola, los dos en la cama, inspirando él el aire que emite el cuello de ella. Ella entonces se daba la vuelta hacia él, con esa sonrisa que podía verse incluso en la oscuridad. Y hacían entonces de nuevo el amor, a veces de forma ardua y desesperada, otras con extrema sensibilidad.

Avanzada ya la noche, Pere seguía besando la piel de la espalda de ella, que hojeaba un libro y se había puesto a leer en voz alta: «Me he encontrado las cenizas del amor, agotado al llegar a casa hoy. Asomado a la ventana me perdí, yo en la luna y la luna sobre ti.». Qué chulo, había respondido Pere, y recuerda que se puso triste por alguna razón. Se sentó en la butaca con un cigarrillo:

—¿Te has enterado? Hoy se ha muerto Bowie. Están cayendo como moscas.

—Y tú deberías cuidarte…

—Anda ya. Oye, ¿te apetece probar un combinado que me han dicho hoy? Seguro que está muuuy bueeeno, casi tanto como tú, je je, y creo que no es fuerte. Se llama Sombra Fantasmal.

Y la Sombra Fantasmal, así invocada, empezó a moverse por la habitación, por sus esquinas, donde ellos no la veían, por el resto de las estancias de la vivienda. Cálida, esquiva. Demorándose un poco en el umbral del dormitorio, terminó saliendo a escape por una ventana que permanecía entreabierta.

 

 

 

 

SOMBRA LUNAR

Cuando ya la noche es total
y la luna nos ve cabalgar
y su luz nos sopla por detrás,
nuestras sombras vuelven a temblar,
nuestras sombras vuelven a brillar.

Al llegar a casa te encontré
observando formas de lunar;
deja eso y te prepararé
un combinado que vas a flipar
que se llama Sombra Fantasmal,
que se llama Sombra Fantasmal.

Exploraré tu piel a la luz lunar
y te daré un beso en cada lunar,
lunar, lunar, lunar, y aquí otro más,
lunar, lunar, otro lunar,
o la sombra de un lunar.

Y juran que nos vieron cabalgar
a la sombra de la luz lunar,
uno al otro en la oscuridad,
disparando balas de verdad,
como en una luz crepuscular,
como en una aurora fantasmal,

exploraré tu piel a la luz lunar
y te daré un beso en cada lunar,
lunar, lunar, lunar, y aquí otro más,
lunar, lunar, otro lunar,
o la sombra de un lunar.

El cantante acaba de morir,
la noticia acaba de llegar,
el tiempo corre y no lo vi venir
y la canción acaba de acabar,
la canción acaba de acabar.

Texto: Fernando Alfaro

Ilustración: Erika Seven

 

«Los personajes y hechos retratados en este relato son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia»

 

 

Consulta aquí la historia de Pere y María en la que se inspira el nuevo disco de Chucho:

1 > Corazón roto y brillante

2 > Sombra lunar

3 > La ambulancia y el dolor

4 > Yoga love

5 > La carretera de la costa

6 > La feria animal

7 > Hoamm

8 > Vals del trueno

9 > Espalda brillante

10 > Agente Sebso

11 > Agujetas

12 > Otra ciudad

 

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