My Bloody Valentine – M B V (Autoeditado)

Y por fin llegó el día. El pasado 2 de febrero Kevin Shields decidió que era el momento justo para despejar dudas y dar a conocer al mundo lo que es el primer disco de My Bloody Valentine en más de dos décadas.

Exactamente veintiún años y tres meses -día arriba, día abajo- es el tiempo que los más acérrimos dicen llevar esperando este momento. Obviamente muchos de ellos mienten. Esto es así porque Loveless (1991) -obsesivo artefacto sónico absolutamente novedoso, original e influyente al que un servidor, con la inestimable ayuda de esta bendita Muzikalia, dedicó un reportaje con motivo de los veinte años de su lanzamiento– no supuso en el momento de su llegada esa revolución que ahora todos tenemos en mente. Su mensaje, su calado, se ha ido quedando en nosotros con el paso de los años, tras reconocerlo en multitud de canciones y discos posteriores (¿os suena, por nombrar sólo uno, un tal Siamese Dream?) y, sobre todo, tras aprender a apreciar algo para lo que no todo el mundo estaba preparado en 1991.

En cualquier caso, y sin dar más importancia al tiempo que cada seguidor de la banda haya estado esperando a la llegada de la nueva gran obra del maestro del shoegazing, comencemos a hacer un repaso, en orden, con cariño y desde un punto de vista tanto técnico como emocional, a lo que nos ofrece este M B V.

Se habla de que muchas de estas canciones estaban listas desde un periodo que va de 1993 a 1997, y que sólo el afán perfeccionista de su autor ha hecho que tengamos que esperar tanto para disfrutarlas. Esta teoría parece coger fuerza con sólo hacer doble click -único detalle que nos hará recordar que estamos en 2013 en todo el proceso de escucha del álbum- en la inicial «She Found Now». Y es que todo aquello que nos hizo amar a esta banda está ya presente en estos primeros segundos de álbum. Es curioso como una canción que nunca hemos escuchado puede sonar tan familiar, tan conocida y a la vez tan novedosa. Uno, que es muy dado a las exageraciones, cree sentir sus ojos humedeciéndose  tras el reencuentro con el fuzz amigo, los extraños acordes que flotan, el eterno latido de fondo y esas voces soterradas, indiscernibles, que vuelven a hacernos soñar. Y de repente aquí estamos, transportados a una soleada tarde de unos años atrás. Una sola canción ha bastado para cerrar el círculo.

«Only Tomorrow» y «Who Sees You» son otro reencuentro con viejos amigos. Las voces de Bilinda y Kevin, la forma en que están tratadas y mezcladas, la presencia de arreglos que en manos de otro grupo sonarían forzados, las baterías distantes, el trabajo meticuloso por dar con el sonido justo, el muro sonoro a base de Jaguars pasadas por miles de filtros… sin embargo también encontramos «nuevas bromas», detalles que nos hablan de la forma en que esos amigos han madurado en este espacio de tiempo aunque en el fondo sigan manteniendo intacto aquello que les hizo especiales.

Tras el trío inicial, «Is this and yes» comienza a explorar nuevos caminos en la forma de lo que parece un «colchón» de teclado conduciendo la canción. Y digo parece porque la delicada forma en que la oscilación del sonido parece escaparse de las manos de su creador me hace pensar en notas de guitarra mantenidas y en una experta manipulación de algún venerable pedal de delay (consultaré en este punto con mi técnico de sonido de confianza). Se me pasa la canción fijándome en este detalle y casi dejo sin comentar el hecho de que las voces de Belinda y la sencilla batería están mezcladas de una manera magistral. No es para menos, dirán algunos, tras veintiún años. «If I am» incide en esta cuestión e introduce multitud de matices y tonalidades a una base monótona tan sólo en apariencia. El segundo trío de canciones se cierra con «New You», la cual, tras un inicio oscilante y ligeramente «in crescendo», nos ofrece tal vez las voces más claras de lo que llevamos de disco. El bajo, genial en su sencillez, delimita en primer plano lo que es una composición redonda. La batería, hasta ahora brillantemente escondida, corta a su vez la canción un par de veces y nos ofrece eso que los mortales conocemos como «estribillo». Obra maestra y Shields riéndose de nuestras caras de asombro desde su castillo irlandés.

El trío final de canciones es el más novedoso y el que puede dar pistas de lo que Kevin y compañía editarán en mayo de 2034. «In Another Way», fantástica y revitalizante, se abre con lo que en otra manos, de nuevo, sería un arreglo fallido. Nada más lejos de la realidad, la canción desemboca en lo que parece un camino pedregoso -magnífico trabajo con la batería- al que sólo nos sujeta algo que suena a trémolo oscilante y otra estupenda interpretación de Bilinda Butcher a la voz. El tema se entrecorta con puentes en los que lo que de nuevo parece un teclado pone el contrapunto a unas guitarras que suben y bajan sobre acordes imposibles (recordemos la afición de Kevin por las afinaciones no estándar). «Nothing Is» es tal vez la pieza más extraña del disco, una concesión al ruido más «descontrolado» con la que los amantes de la distorsión nos sentimos como en casa. Finalmente, y como en Loveless con «Soon», Kevin se guarda una de las piezas más arriesgadas para el final, y es que «Wonder 2» es un caos emocionante. Barrida por toneladas de flanger y distorsión, se acerca a lo que tantos pupilos de My Bloody Valentine están haciendo con acierto en la actualidad (se me ocurren por ejemplo los imprescindibles Deerhunter), pero esta vez en manos del maestro, del jefe de todo el cotarro. La orgia sonora es de órdago, un tren a punto de descarrilar que muestra, también gracias a unas voces urgentes, que además de vida después de Loveless, puede haber vida después de M B V.

M B V, o como reinventarte a ti mismo, sonando igual pero totalmente diferente a la vez. No sé si las expectativas eran muy altas o directamente todo lo contrario pero poco importa eso ahora. A sus pies, majestades del ruido.

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