Viva Belgrado + Boneflower (La Paqui – Inverfest) Madrid 02/02/24

Llevaba muchísimo tiempo sin ver un doble cartel a nivel de sala tan potente y coherente como el que Viva Belgrado y Boneflower protagonizaban en el Inverfest de esta edición 2024. Ambas bandas provienen de la escena screamo, siendo los cordobeses prácticamente una referencia para los madrileños, si bien las filigranas estílísticas y acercamientos a otras latitudes sonoras no forman parte, de momento, de la propuesta musical de Boneflower.

Lo que desde luego sí tienen, y demostraron a conciencia en la sala La Paqui de manera madrugadora, fue una intensidad sobrenatural. El trío atacó las canciones con verdadera fiereza, con una violencia frontal que prácticamente nos hacía sangrar los tímpanos mientras los arpegios, punteos y rasgueos más rápidos y brutales del género  hacían acto de presencia–actualmente, sólo me atrevería a poner a los ingleses Svalbard por delante en ese aspecto- .

Desborde visceral y belleza irradiada de manera fugaz por lo corto del repertorio y lastradísima por lo que iba a ser el hándicap de la jornada: un sonido muy deficiente a nivel vocal que sepultaba a los cantantes por debajo de las murallas de guitarras hasta no escuchar prácticamente nada sobre todo en el caso de Boneflower. Una pena.

Tiempo para que Viva Belgrado cambiaran instrumentos y equipos sobre el escenario mientras una audiencia entregada de antemano llenaba con creces la sala. La banda salió plenamente convencida de las virtudes de su reciente Cancionero de los Cielos (24), nuevo salto sin red a través de la autoedición y el coqueteo con sonidos cada vez más esquinados y exigentes para los straight-edge del género. Era tiempo de ver cómo lucirían esas canciones en comparación con sus hermanas mayores.

Y hemos de decir que el inicio del show no fue nada halagüeño. La bonita “Perfect Blue” sonó apelmazada y grumosa por culpa de la dichosa sonorización. Peor fue la llegada consecutiva con la dudosa ya en estudio “Jupiter and beyond the infinite”, incluyendo la irrupción en escena del rapero Erik Urano. El resultado debemos por justicia catalogarlo como broma anecdótica que quedará en nada con el tiempo.

Menos mal que las cosas se empezaron a poner en su sitio con la llegada de “Una Soga” y, posteriormente, con ese monumento de canción que es “Annapurnas”. Si bien sonaron todavía algo lastradas (los músicos daban bastantes instrucciones a la mesa e incluso llegó a haber cambios de instrumentos a mitad de un tema  por percances con el bajo), ya permitieron ir cogiendo vuelo al concierto mientras los primeros pogos hacían acto de presencia.

Mucho mejores asomaron otros temas nuevos como “Nana de la Luna Pena”, con la misteriosa Zara Zozaya como invitada a las voces o “Vernissage”, desde mi punto de vista el tema que mejor equilibra las virtudes de los clásicos Viva Belgrado con los nuevos. Pero los temas que marcaron diferencia, cómo no, fueron los más reconocibles con el sello que ha hecho de los andaluces la banda de prestigio que son: “Chéjov y las gaviotas”, una imponente “Gemini”, momento desde el cual el concierto logró equilibrar en parte el lastre del sonido, y “El Cristo de los Faroles”, llamado a ser un nuevo clásico en sus directos.

Las miradas al pasado resultaron del todo colosales. Especialmente, la dupla de su debut Flores, Carne (14) con “Báltica” y “De carne y flor” y la llegada demoledora del frontman de Boneflower, Eric Montejo, para cantar con una fiereza y una actitud descomunales el primitivo rescate de “El Gran Danés”, afortunadamente con un micrófono diferente que permitió apreciar su bestial potencial con las cuerdas vocales.

En mitad de tamaña artillería, nuestros cuatro protagonistas defendieron un tema nuevo que mantuvo fenomenalmente el tipo: “Un tragaluz”, y tuvieron los santos cojones de meter ahí en medio la ligera “Más triste que Shinji Ikari”, demostrando que ellos van a hacer lo que les dé la gana. Y hacen muy bien, tanto por ello como por dedicar el concierto a la figura de Ángel Molina, recientemente fallecido, guitarrista cordobés fundador de la escuela de música El Gato, donde algunos de los integrantes de la banda comenzaron a hacer sus pinitos con sus instrumentos.

Tras el agradecimiento que Cándido Gálvez hizo al respetable, el cierre de la velada no pudo ser más glorioso con la irrupción de “Ravenala”, tema que clausura su imprescindible Ulises (16) y declaración universal de un modus vivendi que reconocemos como propio en lo más profundo del tuétano de nuestros huesos. Desde ahí sonó y hasta allí llegó para quedarse con nosotros en el largo camino a casa.

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