Apache, del lejano oeste al nacimiento del Hip-Hop
¿Os imagináis a un John Wayne que cambiase el sombrero cowboy por gorra beisbolera marcando las 3 en punto? ¿Un Billy “El niño” calzando Nike Air en vez de botas con espuelas? ¿Un Burt Lancaster desenfundando scratches en vez de un revólver Colt 45? Yo, tampoco. Pero no os preocupéis amigos de la imaginación. En los tiempos que corren la realidad está en alza como película de ficción. La evolución de la música siempre nos sorprende con odiseas dignas de semidioses griegos, que bien se merecen una epopeya. Hoy que se cumplen 60 años desde que llegó al número 1 en el Reino Unido, dedicamos un artículo tentempié a «Apache», la canción que viajó del lejano oeste a las profundidades del Bronx.
El punto de partida nos lleva a la mente inquieta de Jerry Lordan, músico y compositor, quien, tras el visionado del western Apache, decidió aventurarse con un instrumental. Según el autor, quiso crear algo noble y dramático, que reflejase el coraje y salvajismo de los Indios.
El tema estaba destinado a Bert Weedon, guitarrista muy reconocido en la época, cuyo manual para tocar la guitarra, Play in a day, estuvo en la mesilla de noche de Eric Clapton, Paul McCartney o Brian May. El resultado de la grabación no entusiasmo al compositor, por lo que fue dejado en barbecho.
Tan solo unos meses más tarde, Jerry se encontraba compartiendo gira con The Shadows. Cual malote de instituto, les llevó a la parte de atrás del autobús, agarró un ukelele y les enseñó la melodía que llevaba premio. La banda quedó encantada con la tonada y acordaron entrar a los estudios Abbey Road a darle forma. Hank Marvin, ya un guitar hero para los jóvenes británicos, fue clave en los arreglos y en el sonido final tan cautivador que posee. Eco a porrillo, trémolo usado con maestría y la mezcla explosiva de guitarras Fender Americanas y amplificadores Vox ingleses estamparon el sello distintivo.
Todo estaba preparado para el espaldarazo, pero faltaba sortear un escollo muy habitual; el productor. Norrie Paramor prefería otro tema para ser la cara A del single. Sembrada la disputa, el discrepante decidió que fueran otras personas quienes tomaran la decisión. ¿El jurado de Factor X? No, sus dos hijas. Las pequeñas al unísono decretaron: ¡¡La de los Indios!! Eternamente agradecidos, señoritas.
En 1960, The Shadows hicieron el agosto al llegar, el 25 de dicho mes, al Nº 1 de las listas en UK. Su «Apache» se mantuvo en lo alto durante 5 semanas, mientras que la versión de Bert Weedon, finalmente liberada, llegó solamente al 25. Buen ojo Mr. Lordan.
Paradojas de la vida, el tema al que desbancaron del top de la lista fue «Please Don’t tease», del mitiquérrimo Cliff Richard, cuya banda de respaldo eran los propios Shadows, quienes a su vez, tuvieron al mitiquérrimo Cliff grabando percusiones en «Apache». Get it?
Embrollos aparte, el éxito fue descomunal. Para la mayoría es una de las canciones británicas más influyentes de la era pre-Beatles. Para otros, fue incluso la fuente de inspiración que utilizó, años después, Ennio Morricone para emplatar el spaghetti western de manera tan deliciosa.
Como era de esperar, numerosos cantantes, guitarristas, bandas de diferente pelaje, cine, TV y hasta la nueva música hecha con sintetizadores, hicieron el Indio a su manera. Tras pasarle por encima la apisonadora que fueron los sesenta, la llama de «Apache» empezó, obviamente, a menguar. Tuvo que ser el cine, ese primo hermano, quien vino a insuflar una nueva vida a la canción.
Michael Viner productor y ejecutivo de MGM especializado en bandas sonoras, recibió el encargo en 1973 de poner sonido a una escena de persecución en la película El monstruo de dos cabezas. Para ello, reunión a un puñado de músicos profesionales, que acabaron conociéndose como The Incredible Bongo Band. Las dos canciones grabadas, con mucho énfasis en la percusión, fueron bien recibidas por las radios locales, lo que llevó al productor a meter de nuevo en el estudio a la banda.
El resultado fue Bongo Rock, disco principalmente de versiones, entre las cuales destaca «Apache». Eso sí, el enfoque es muy diferente a la original. El reverb guitarrero es sustituida por el órgano Hammond que lidera la función, y los vientos dan un aire funky mucho más movido. Pero el cambio más significativo fue la incorporación de una excelente sección rítmica. La batería de Jim Gordon y la percusión de King Errison, a cada cual más grande en lo suyo, se entrelazan perfectamente para crear un break que, como los buenos vinos, te pondrá calentito a bailar.
Aunque el temazo es impepinable, el álbum pasó bastante desapercibido, acabando de relleno en cajones de discos de la estantería más alta. Esa a la que solamente gente espigada como Clive Campbell podían llegar. El nombre original podría hacer mención a un jugador de baloncesto, un ejecutivo o cualquier otro oficio muy random. Pero si os digo que el susodicho es conocido como Kool Herc, la cosa cambia.
Este hercúleo DJ jamaicano, o si me lo permiten los señores de la RAE en este específico caso, Hercooleo, es considerado el auténtico padre del Hip-Hop. A mediados de los 70’s era uno de los gurús de las block parties más salvajes del Bronx. La mezcla de volumen brutal, discos raros del funk más oscuro y, el siempre presente, James Brown, hicieron que sus pinchadas fuesen muy populares. En una de aquellas fiestas, el perspicaz Herc se percató de que en las partes no cantadas, habitualmente rellenas de pequeños breaks de batería o percusión, era cuando la gente se animaba más a bailar.
Es entonces cuando se lanzó a la búsqueda de discos con partes percusivas potencialmente bailables. Dado que Spotify no estaba aún en su cobertura, muchas veces compraban los discos por como era la portada. Elemental querido lector. Un tipo muy alto y portada de disco con bongos, ¡Eureka!
Tenemos los ingredientes, pero falta la magia. Kool Herc, muy astutamente, empezó a utilizar dos reproductores de vinilo para enlazar las partes bailables de los discos y así hacerlas más largas. Muchas veces incluso compraba dos ejemplares de cada álbum, para alargar el mismo ritmo más tiempo. Esta genialidad fue bautizada por él mismo como Merry-go round y supuso el primer elemento en la incipiente creación del Hip-Hop. Nadie mejor que DJ Kool Herc para explicarlo:
Así es como «Apache» y su bailable sección rítmica fueron sampleadas hasta la eternidad. Lo más granado de la nueva subcultura lo incorporó inmediatamente a sus maletines, desde Grandmaster Flash, Afrika Bambaataa o SugarHill Gang, hasta Mc Hammer, Beastie Boys o El Príncipe de Bel-Air. Es, sin ninguna duda, incluso para todas las generaciones que vinieron después, el himno inmortal del Hip-Hop.