Entrevistamos a Charlie Mysterio
El gran Charlie Mysterio acaba de publicar dos discos, todos ellos excelsos e imprescindibles. Por un lado, junto a Jaime Cristóbal, debutan como grupo y se hacen llamar Shadow Girls en el sello Jabalina, y en Munster acaba de salir su primer álbum largo como Mysterio (uno de nuestros discos nacionales del año). Hablamos con Charlie y como siempre, es un placer aprender de un artista al que deberíamos hacer un monumento. En Japón, eso sí.
En poco tiempo salen al mercado dos referencias tuyas bajo heterónimos diferentes. ¿Explícanos cómo surgió la idea de Shadow Girls con Jaime Cristóbal y tu nuevo alias de Mysterio?
Me alegra que preguntes por Jaime Cristóbal. Acabamos de presentar en Madrid el primer EP de Shadow Girls y en unas semanas lo haremos en el mítico Nébula de Pamplona. Bendita casualidad. La idea de colaborar con Jaime es bien antigua. Nos hicimos amigos en el Siroco en una fiesta Flor de Pasión. Jaime interpretó junto a Pablo Errea “Don´t say he´s gone” (1959) de The Short Cuts -una de las canciones más emocionantes que se han llegado a grabar y que ahora también recuperamos en nuestro repertorio-, y después estuvimos hablando sobre Santo & Johnny, The Shadows, el surf, las producciones de Joe Meek….descubrimos que somos fans de la misma música.
Más tarde, a finales de los 90, tocamos juntos abriendo para sus increíbles Glitter Souls (el mejor directo que les vi, por cierto; fueron todos geniales pero aquel resultó ser muy especial). Horas antes estuvimos en casa de Jaime grabando maquetas, intercambiando canciones e ideas, así que tarde o temprano tenía que suceder lo de montar un proyecto juntos. Ahora toca grabar LP que esperamos tener listo para 2019. Jaime lleva tiempo en Jabalina al frente de varios proyectos, por mi parte he ido realizando pequeñas colaboraciones con el sello madrileño en estos años bajo distintos alias. Así que somos “de la casa”.
Respecto al disco de Mysterio es otro proyecto diferente que ahora empiezo para Munster. Con él veo realizado un gran sueño de siempre: soy fan total de Munster desde sus comienzos, incluido aquel legendario fanzine previo. Aún conservo los primeros “Munster Dance Hall Favorites” por casa. Es más que un honor debutar en mi sello favorito de todos los tiempos.
Tu música tiene mucho de atrapar instantes de vida, eres como un cazador de instantes. ¿Cómo consigues armar estos puzzles en canciones que son una oda a la miniaturización?
Esa metáfora es bien bonita; desde luego me chiflan las miniaturas, el mundo del collage, el origami, coleccionar monedas antiguas, botones, juguetes de hojalata, peonzas, cromos, postales, sellos, caleidoscopios de bolsillo, pequeñas piezas de aquí y de allá… jugar con ellas como en una mesa de relojero y armar figuras aunque resulten totalmente absurdas sólo por ver lo que sucede. No por cuestión artística sino buscando simplemente el arrebato zuluetesco, la evasión, el retorno a la infancia con el poder evocador de las imágenes y los objetos antiguos. Siendo coleccionista impenitente sufro un síndrome de Diógenes no de acumular basura sino objetos bellos. Debe de ser una mezcla con el de Stendhal.
Últimamente me tienta cambiar de escala, me están fascinando las cometas (también poseen su miniaturismo intrínseco, son la fabricación a gran escala de diagramas diseñados en una hojita de papel o un conjunto de pequeñas cajas unidas). “Kites are fun” (1967) cantaban The Free Design y qué razón tenían. He descubierto que en muchas películas suecas de esa época aparecen cometas, debe ser una nación con gran tradición cometera. Sueño con pasar un día entero en una playa solitaria con mucho viento haciendo volar las cometas, tumbarme en la arena para contemplar cómo se mueven en el cielo. Hablando de ellas, mi restaurante favorito de la Península es uno llamado precisamente así, Cometa (Oporto). Rincón mágico por excelencia de la alta cocina situado en el paseo de las Virtudes, con magníficas vistas hacia el Duero, en el que me gustaría estar en este preciso momento.
Hay pocas cosas tan bonitas como ver caer la lluvia portuense desde sus ventanitas. Cometa es un delicioso restaurante chiquito, otra miniatura. Observar la realidad con ojo fotográfico, tomar notas sin escribirlas, rodar películas en la mente…. Las ideas están en el aire y realmente no pertenecen a nadie, sólo hay que alargar la mano para atraparlas.
En lo cotidiano percibo ese aroma de las pequeñas cosas hermosas que suceden a cada instante e intento enfrascarlo de algún modo para que no se escape. Me gusta pensar en perfumería musical, imagino que esos instantes que me atrapan huelen a 4711 que es mi colonia preferida, con aroma a Roscón de Reyes. Todos los días vienen los Reyes aunque a mí sólo me traen carbón.
Con este primer disco como Mysterio te haces acompañar con un pedal fuzz y un sinte, y las canciones suenan muy primitivas y más tecnopop que nunca…
Rescatamos del desván una caja de ritmos Roland TR-606 por cortesía de su dueño, el amigo Jesús Bombín, que ya la utilizaba en Las Manos de Orlac. Esa 606 viajó durante los ochenta por los cinco continentes e hizo bailar a miles de fans del recordado combo santanderino. Sus beats que tienden hacia la saturación me suenan irresistibles y encantadores. Realmente no tengo ni idea de cómo programarla, de ello se ocupa mi socio Javi Bayo, otro cántabro ilustre que entiende de ritmos. Bayo es capaz de sacarle jugo a tan prodigiosa base de loops sintéticos.
El pedal fuzz es muy adictivo pero al mezclar las canciones me di cuenta de la importancia de dosificarlo, tuve que quitarlo en gran medida. Posee mucho peso, a veces demasiada presencia. Siempre recuerdo las palabras que escribió Don Sicalíptico acerca de soterrar el fuzz, truco que practicaba el maestro Morricone en sus producciones de finales de los sesenta. También se aprecia en los primeros T.Rex producidos por Tony Visconti (“Diamond Meadows” (https://www.youtube.com/watch?v=SDJBnUqPm4E) por ejemplo). Un poco de fuzz creando una atmósfera intrigante cargada de electricidad y que apenas resulte perceptible, un fuzz bien utilizado será siempre un efecto ganador.
En el plano contrario también aprecio cuando el fuzz es protagonista como sucede en muchas joyas de garage francés (Antoine et les Problèmes, sin ir más lejos).
«Lo moderno ha dejado de existir, no es más que el reciclaje de patrones que ya funcionaron en el pasado. Hay sonidos de ese pasado inmediato que siempre van a resultar frescos y atractivos, como la magia percusiva de un vibráfono con su resonancia eléctrica tan especial y su trémolo almohadillado»
El sonido del disco es ciertamente rudimentario; utilicé como grabadora un viejo 4 pistas Tascam que funciona a pilas. Luego resultó tedioso volcar las pistas para lograr cierta sincronía. Cabe resaltar el trabajo magnifico que ha hecho Sergio Delgado para rescatar aquello que no grabé correctamente (confieso que soy un pésimo grabador) así como pistas que difícilmente hubieran encajado de no ser por su maestría en la mesa de mezclas.
Y lograr de todo ello una mezcla uniforme. Todo hallazgo en materia de sonido y producción que puedas apreciar es obra de Sergio, totalmente.
Me limito a capturar las primeras tomas, salgan como salgan (el error es siempre un ingrediente muy estimable, pienso).
Entrando en las canciones, en “Semióticos de la nostalgia” juegas con el tema de la impostura, de crearse personalidades ficticias. Una de las cosas que siempre me ha fascinado de tu estética es que no tienes miedo a que tus influencias estén siempre bien definidas. ¿Cómo se consigue apostar por la nostalgia y sonar tan moderno?
Los sonidos están todos inventados, al menos captados. Tal vez se haya completado el mapamundi sonoro del Planeta Tierra. Faltará por grabar algunos lejanos sonidos submarinos o subterráneos, pero intuyo que poco más. La gran biblioteca sonora ya ha sido realizada, está al alcance de cualquiera en la red. Hasta el infinito y más allá: puedes escuchar también el sonido que emiten las estrellas en el Cosmos.
Intentar sonar moderno debe resultar una lata, es una mala apuesta.
Lo moderno ha dejado de existir, no es más que el reciclaje de patrones que ya funcionaron en el pasado. Hay sonidos de ese pasado inmediato que siempre van a resultar frescos y atractivos, como la magia percusiva de un vibráfono con su resonancia eléctrica tan especial y su trémolo almohadillado. O una melódica que te transporta ipso facto a Jamaica, el dub, Augustus Pablo, pero también a Joe Jackson, Toots Thielemans o Nino Rota.
Una guitarra española siempre sonará moderna, si está bien utilizada. Un piano también. Lo mismo una batería que no suene a plástico sino a madera, con el brillo y los armónicos de sus cobres.
Puedes comprarte un Theremin, un Moog e ir de moderno pero sino te esfuerzas por ser creativo nunca lograrás nada memorable.
Los años 90 terminaron con cualquier innovación sonora, fue una década prácticamente en blanco. Las producciones llegaron a sonar incluso peores que en los 80 más edulcorados, de tan comprimidas, miméticas y empalagosas. Hizo falta una tábula rasa, un retorno a lo esquemático como el de Spector en “Plastic Ono Band”. Este nuevo milenio es pura arqueología -a menudo gozosa- y revisionismo puro, pero sin sentimiento de culpa; las nuevas generaciones rescatan sin piedad sonidos de antaño. En este nuevo siglo existe furor por olvidadas modas de los ochenta que entonces no resultaban tan cool y escuchábamos casi de tapadillo, como el italodisco y se trata de emular sonidos de aquellas producciones electrónicas europeas tan refrescantes, bailables, económicas e hipnóticas (algunas eran soviéticas, por cierto; no todo provenía de la bella Italia) para reciclarlo y venderlo como algo novedoso.
Pero me parece más interesante la corriente subterránea y misteriosa del vaporwave que sí supone una nueva línea; según tengo entendido nace de modificar el pitch en downtempo de un material digital ya pasado de moda y desechado, al tiempo que adopta una línea estética tipo Windows 98.
Todo ello adquiere un nuevo uso, una nueva vida. Gracias al mayor especialista mundial en el género, el profesor Álvaro Tarik, voy inhalando producciones de vapor fascinantes y estoy totalmente convencido de que es la nueva psicodelia.
Apuestas siempre por la fabulación, y por crear narrativas preñadas de nostalgia ¿Cuánto de ficticio es Mysterio?
Naturalmente todo es una impostura.
¿Quién fue William Blood que titula una de las canciones?
Roberto Cía Meyer. William Blood fue uno de sus primeros alias.
Descubrí a Roberto a través de Jaime Cristóbal, fue él quien nos presentó. Jaime siempre fue su mano derecha, el timón de Roberto que era un ser desbordante de energía, siempre a la deriva, de una magia realmente sobrecogedora. Un imán.
Roberto Meyer fue gran creador de canciones, proyectos fascinantes (The Glitter Souls, The Brillantina´s, Alpha 60…) magnético showman, irresistible dandy de vida excesiva, outsider en toda regla. Roberto me pareció un poeta simbolista del rock de fin de milenio. La escena musical adolece hoy de personajes del abismo, auténticos como él, con su sempiterna aura mezcla de maldito, romántico y caótico.
Desde el comienzo admiré su comunión con las causas perdidas, esa actitud natural de tomarse la música como un fin y no como un medio de vida, de apostarlo todo a una carta extraña, la misma que jugaron Nikki Sudden o Rowland S.Howard. Los genios que viven a la sombra de la industria son los que más me interesan. Al igual que Doc Pomus, Marc Bolan, Leonard Cohen, Sam Fuller o John Huston, Roberto fue más grande que la vida.
Aún recuerdo la sonrisa de Herr Meyer la primera vez que charlé con él, una inolvidable tarde de los 90; aquella dulzura en su mirada, sus gestos de extrema sensibilidad, precoz sabiduría, un rostro de niño herido pero también orgulloso. Y su humor, en dosis elevadísimas. Llevaba muchas cicatrices en el alma pero vestía un impecable traje de sastre con sombrero de cowboy y era divertido, entrañable, polémico, siempre resultaba entretenido.
Y nunca olvidaré el animal salvaje del rock que era en escena donde lo daba, literalmente, todo. Daba miedo, podía ser lo que quisiera… La música a la que consagró su vida no le reportaría beneficios, pero fue su más bello perdedor.
«Desde el comienzo admiré su comunión con las causas perdidas, esa actitud natural de tomarse la música como un fin y no como un medio de vida, de apostarlo todo a una carta extraña, la misma que jugaron Nikki Sudden o Rowland S.Howard»
En “Autómatas incorpóreos” juegas con el ideario de la ciencia ficción, algo que ya has utilizado en otros temas en tu carrera. Me intriga eso que cantas repetidamente de “estamos dominados por un sueño profundo” y acabas con “y no soñamos nada…”
El título puede inducir a error, no tiene que ver realmente con el mundo sci-fi. Como buen vampiro absorbo todo lo que puedo de lo que cae en mis manos, pero no tengo formación ni conocimientos; me gustan por igual los westerns de bolsillo (Silver Kane), los cómics, la literatura erótica pulp y barata o los libros infantiles de Enid Blyton o Richmal Crompton.
A propósito de escritoras de cabecera, siempre me aburría Jane Austen pero acabo de descubrir -tarde, como siempre- un libro suyo que me parece una obra maestra, Persuasión.
El género de ciencia ficción aunque no tenga que ver con la canción que mencionas sí me estimula mucho; mi padre era fan de Asimov, Arthur C. Clarke, Ray Bradbury y fui “robando” poco a poco sus libros de la pequeña biblioteca familiar. Más tarde por parte de recomendaciones de amigos descubrí autores increíbles como Stanislaw Lem o Michael Moorcock. Aunque mi favorito es J.G.Ballard por su aire distópico, nihilista y fetichista. Relaciono el mundo oscuro de Ballard con algunos libros de William Borroughs.
Pero la canción en sí no trata acerca de robots futuristas; desconozco si los autómatas sueñan o no con ovejas eléctricas pero en Grecia ya existían, también los teatros de marionetas. Sus sueños de autómata son un misterio, como la imitación de lo humano. Te sonará bizarro pero me gusta hablar con mis muñecos, imagino que se expresan y me cuentan cosas.
“Tukiyoe” vuelve a tener resonancias niponas, y contiene preciosos versos muy sensoriales. ¿De donde te proviene esta adoración a la cosmogonía nipona?
MI máximo sueño sería vivir en Japón, como hace Momus.
Oscar Wilde decía que Japón realmente no existe, que es pura invención occidental; contemplamos Japón desde nuestro prisma , a partir de la mirada que Oriente nos devuelve. Estamos en cierto modo mediatizados y a disposición de sus deseos si queremos adentrarnos en tan misteriosa, lejana y atrayente cultura. Los ukiyo-e que nos subliman contienen algo secreto de trampa para occidentales. Los haikus que aquí causan furor esconden traviesamente una impostura; son productos perfectamente diseñados para ser transportados a nuestro imaginario. También los relatos que leemos. Vemos lo que ellos quieren que veamos.
Realmente sabemos poco o nada sobre Japón, enigma irresoluble que escapará siempre de nuestro entendimiento y eso lo convierte en doblemente atractivo. El Zurdo afirmaba aquello de “en cada europeo se esconde un idiota”. En nuestro mundo todo es dentro y fuera mientras que allí existe el umbral, el no-lugar del intermedio donde reina el silencio, la contemplación. Nuestro aburrido reloj occidental es siempre el mismo, doce horas de idéntica duración, día tras día. Allí las horas pueden ser florales o con nombres de animales, de distintas y variadas duraciones. En Japón pueden detener el tiempo a su antojo, alargarlo o acelerarlo. Pienso en Japón como en el momento inesperado.
Los turistas van a Japón y creen haberlo visitado pero sólo verán lo que los japoneses desean que vean. Desperdician su tiempo y su dinero.
Truman Capote viajaba abriendo libros de sus ciudades o países predilectos, los contemplaba y ya estaba allí. Cervantes declaró que es mejor el viaje que la posada. El turismo sólo busca esa posada, el destino, la foto, lo superficial, estar sin realmente estar. Hoy todo el mundo va a todas partes pero realmente no viaja a ningún sitio.
Ray Davies cuenta en “People take pictures of each other” (https://www.youtube.com/watch?v=xkwqiqsfoZw)que las personas se sacan fotos para probar que realmente existen. En Japón te enseñan a hacer desaparecer tu ego, a existir sin existir. Es un mundo flotante y armónico que desaparece. Bruno Taut pudo escribir en los años 30 acerca de la arquitectura japonesa y sus prodigiosas villas prohibidas (Katsura) despertando de inmediato en Europa el interés de Le Corbusier, Walter Gropius y la Bauhaus. Ahora se pueden llegar a visitar estas maravillas (con cita previa) pero los auténticos tesoros de la cultura japonesa apenas son compartidos; subyacen y su conocimiento para el occidental requerirá interés, disciplina y pasión. Todo lo que un turista es incapaz de poseer.
¿Es “El confort del extraño” un guiño a la enigmática novela de Ian McEwan? Por cierto, fantástica la música de la adaptación cinematográfica que compusiera Angelo Badalamenti…
Escogí el título porque me gustaba, pero sin mayores connotaciones.
La letra no tiene que ver nuevamente con ello.
Pero revisé hace pocos años esa película de Paul Schraeder y la sigo encontrando magnífica. Cristopher Walken está increíble. Me encanta ese subgénero de películas acerca de Venecia (“Mujeres en Venecia” de Mankiewicz es otra favorita personal; “Eva” de Joseph Losey no me vuelve loco pero tiene una escena de inicio en el Harry´s Bar que merece la pena ver), ciudad inmortal como Roma o Nápoles que se resiste al paso de los siglos y, lo que es mejor, a la contaminación turística; todavía con rincones laberínticos donde perderse, pequeñas iglesias que esconden joyas artísticas que pocos reivindican, manjares de recetas milenarias esperando a ser degustados, personajes que sólo pueden existir allí, etc.
Nada me ha impresionado tanto como pasear por la noche veneciana silenciosa, solitaria, prodigiosa. Contemplar los fantasmales palacios en la oscuridad, navegar por los canales, visitar las casas de sus habitantes, ver sus tejados al amanecer y en definitiva vivir la ciudad.
No he leído la novela de McEwan y no soy muy fan de Badalamenti pero sí de Harold Pinter, que fue el guionista y quien adaptó el libro que mencionas. De Pinter se puede hacer un ciclo de cine fabuloso, empezando por “The Servant”, que me parece la cumbre.
¿Qué opinión de merece la polémica generada con Rosalía y el apropiacionismo cultural? La música popular siempre ha evolucionado a base de vampirizar géneros ¿no te parece?
Desconozco las canciones de Rosalía. No me enorgullece estar tan desconectado de lo que sucede en el panorama musical, por dedicar un tiempo excesivo a bucear en el pasado, pero nunca tengo suficiente con ello. Además vivo en un pueblo montañés y en casa no tengo internet ni televisión, apenas llega la señal del móvil. Pero estoy a favor, totalmente a favor (que diría Miqui🙂 de Rosalía y todo cuanto haga.
Me alegra el éxito masivo de propuestas como la suya. Intuyo que se lo ha ganado a pulso a base de trabajo, tesón e inteligencia. Las carreras se construyen así, lo demás son flores de un día. Escuché su voz y me pareció bien bonita, aunque confieso que la producción no me gustó. Mis amigos la fueron a ver en directo y me dijeron que está realmente bien.
Tampoco estoy al tanto de ese debate, pero si tiene que ver con el mestizaje (odio hablar de “apropiación” pues todo en la música es posesión necesaria y saludable) de estilos hay que recordar que el flamenco se mezcló hace ya mucho tiempo con resultados enriquecedores, oxigenantes. Y que se genere polémica será siempre positivo, despierta el interés por los precursores. Cuando Camarón graba con Alameda se produce algo mágico, único, se abre un nuevo camino para la historia de la música. Y el primero de Veneno o los Pata Negra de “Blues de la Frontera” a mí me suenan a gloria bendita. Brisa fresca que entra por la ventana y trae consigo nuevos aromas. También Cathy Claret, el Niño Miguel, Lole y el Manuel más Smash, El Lebrijano bajando al moro, el inolvidable y doméstico Ray Heredia, primeros Ketama… Mario Pacheco me enseñó lo grande que era Juanito Valderrama, que tampoco fue ningún purista inmovilista. La mezcla es lo bueno.
«odio hablar de “apropiación cultural” pues todo en la música es posesión necesaria y saludable (…)La mezcla es lo bueno»
Ser vampiro o mejor vampira, es de premio. Bowie, el Gran Vampiro, grabó una canción flamenca como despedida que ahora se recupera en la ópera A través de la luz. De flamenco mestizo el último disco que me ha emocionado es el de Remedios Amaya que ha producido Fernando Vacas, “Rompiendo el silencio”. Vaya discazo…. A favor siempre de Rosalía y de Remedios, que además son dos nombres preciosos.
Como sabes, siempre estoy atento a tus recomendaciones. ¿Qué estás escuchando últimamente?
Estoy condicionado por lo que leo. Literatura musical reciente como “Revolution in the head” de Ian McDonald, “Yeah! Yeah! Yeah!” de Bob Stanley y “Bienvenido Mr. Rock” de Salvador Domínguez me han abierto los oídos y la mente. Ahora descubro nuevos matices en los Beatles y me pongo a rescatar sus demos, descartes y rarezas; Stanley te descubre y refresca mil cosas, como ese período crucial en la música que trata en profundidad y es la aparición de Phil Spector y Joe Meek en el deprimido escenario de fines de los 50. El festín del rock and roll duró realmente muy pocos años, apenas tres. Luego desaparecieron súbitamente sus profetas o se reciclaron en inofensivos baladistas para toda la familia. Hasta que Meek y Spector vuelven a encender la batidora con el cambio de décadas y a ponerlo todo patas arriba. Son años de canciones nostálgicas, lentas y atmosféricas, se escuchan tesoros como el de las Short Cuts o Santo & Johnny que te comentaba antes. El reverb se convierte en una nota musical más.
El extensivo libro de Salvador me permite descubrir grupos sudamericanos de los 60 y 70 cuya existencia desconocía totalmente y no suelen aparecer en compilaciones de hoy. Maravilloso material.
Asimismo suelo picotear a diario alguno de los artículos que dejó escritos el gran Ebbe Traberg. Me gusta desayunar con Ebbe muy temprano, mientras me tomo una manzana con una primera humeante taza de café.
También consultar aquel librito de Cifu sobre la historia del jazz, que es de mesilla de noche. Cuando estoy en la ciudad descargo los podcasts de Juan Claudio Cifuentes de la web de RNE para escucharlos luego en el pueblo con suma calma, una y otra vez. Nunca me cansan. Cifu siempre te despierta una sonrisa. El jazz es la música por excelencia del siglo XX, la que más me apasiona e intriga. Tuve el privilegio de asistir en los lejanos 80 a algunos pocos conciertos de grandes figuras que aún quedaban en activo y venían a visitarnos (Modern Jazz Quartet, Art Blakey, etc) aunque me perdí el que más deseaba, que era Miles Davis. Ese aún no me lo perdono.
Luego he visto a Ron Carter, McCoy Tyner, Sonny Rollins, Herbie Hancock,….
A raíz del también esencial libro de Ruy Castro acerca de la bossa nova he descubierto a un personaje del jazz al que creía bastante menor y ahora aprecio mucho, Stan Kenton. Escuchas a Esquivel o a Pérez-Prado, que son clásicos de toda la vida y de repente detectas en ellos la huella de Kenton. Su dinámica, el ruido e intensidad que podía llegar a conseguir con su orquesta aún asombran. El jazz es infinito, te puede llevar toda la vida descubrir sus tesoros.
Hay mucho postureo moderno con el free jazz pero la gente no ha comprendido ni asimilado aún a Charlie Parker, Duke Ellington, Monk, Stan Getz y tantos otros esenciales. Se saltan lecciones para epatar y eso es trampa. Pues no hay free sin ellos, tampoco sin Bud Powell o Lester Young. No es casual que Pee Wee Russell terminase grabando piezas de Coltrane u Ornette Coleman porque en el mundo del jazz sí existe cultura, interés, respeto por la tradición, diálogo entre generaciones. Volvemos a la feliz intoxicación que decíamos antes, al intercambio de estilos, tonos y colores. Asociaciones que parecen imposibles y sin embargo funcionan. Ran Blake, Duke Jordan, Paul Bley, Mary Lou Williams, John Lewis, Lennie Tristano, Jeanne Lee, George Russell…¿por qué apenas se mencionan? Todos amamos a Chet Baker, Bill Evans, Coltrane, Billie Holiday… pero hay mucho por rescatar.
Recomiendo un documental centrado en la famosa foto de la familia jazz de Art Kane, “A great day in Harlem” (1994) que me ha permitido descubrir – entre otros muchos hallazgos- a una cantante esencial, Maxine Sullivan. La adoro. Su tributo al letrista Andy Razaf (1956) es disco de cabecera.
También me intriga la vida de Nica de Koenigswarter, la Baronesa del Jazz, a la que Thelonius dedicó su Pannonica. Recomiendo una biografía suya ciertamente interesante, escrita por su sobrina. Y el docu sobre Monk (“Straight, No Chaser”) que produjo Clint Eastwood, claro.
Últimamente me ha apasionado también el documental sobre Lee Morgan (“I called him Morgan”), buena excusa para revisar su divina discografía y conocer su verdadera historia. Me gustaría tener todos los discos que grabó el genio de Rudy van Gelder, por cierto; el sonido que logró en esos años es el mejor que he escuchado nunca. Seguiremos investigando….
Gracias Charlie!!!
no conocía de nada a esta señor y la entrevista tan interesante me ha animado a escucharle. Me gusta!! Gracias por descubrírmelo