Libro: Breve Historia de la Oscuridad – Vicente Monroy (Anagrama)
La oscuridad y el cine van eternamente de la mano. Cuando se entra en una sala de cine la oscuridad lo invade todo (o casi: desde hace tiempo las salas de cine ya disponen de luces tenues para guiarnos por la sala), para dejar que el espectador no se distraiga de lo que las imágenes en movimiento, o estáticas, le están transmitiendo. Es como un sortilegio, una especie de retorno a una mirada que no está viciada por los estímulos externos.
Vicente Monroy es programador de cine en la Cinemateca de Madrid, así como escritor y colaborador en la Academia de Cine Español, y en este excelente ensayo de pocas páginas Breve Historia de la Oscuridad: Una defensa de las sala de cine en la era del streaming (un subtítulo de lo más elocuente) editado por la colección nuevos cuadernos de Anagrama, hace un conciso análisis de la importancia que han tenido las salas de cine desde que el cinematógrafo de los Lumière fuera inventado, así como de qué forma ha ido variando – gracias a los nuevos dispositivos móviles y plataformas en internet – la forma de ver cine.
Es muy bonito el comienzo del ensayo. Acordándose de la obra de Pier Paolo Pasolini Escritos Corsarios el autor recuerda una cita del italiano: “A comienzos de los años sesenta, debido a la polución atmosférica y, sobre todo en el campo, a la contaminación del agua (ríos azules y canales límpidos), las luciérnagas empezaron a desaparecer. Un fenómeno fulminante y fulgurante. Pasados unos pocos años, ya no quedaban luciérnagas. Hoy son recuerdos bastante desgarradores del pasado”. Como bien indica Monroy, aquí Pasolini se refiere a estos insectos para dejar constancia de la desaparición de un modelo de sociedad que se abría al fascismo y al neoliberalismo incipiente. Este escrito cobra valor después de los años habida cuenta de que la oscuridad asociada al cine está pasando por una crisis que, si nadie lo remedia, parece que no tenga vuelta atrás.
En este breve recorrido por las oscuridades, el autor nos narra curiosidades alrededor del homo tenebrarum y su relación con el séptimo arte. Muchos directores han dejado grabadas escenas en donde las tinieblas tenían un componente revelador: del expresionismo alemán pasando por Dreyer, hay creadores que estiman que en las sombras siempre hay un enigmma por descubrir. De ahí, claro, al mito de la caverna de Platón, o Aristóteles que fue un pionero en descubrir que si un halo de luz atraviesa un agujero, en la pared se proyecta una imagen invertida (lo que luego se llamaría la cámara oscura). Monroy se detiene en los espectáculos del siglo XVIII en París como, por ejemplo, el ir a ver a un niño muerto como si fuera un monstruo de feria (la morgue de Quai de l’Archevêché), y que daba cuenta, dice el autor, del florecimiento de la cultura audiovisual en Europa.
Los espacios también son importantes para esta relación entre oscuridad y cine, y de ahí que Wagner concibiera el Festspielhaus de Bayreuth como un emblema de los “escenarios ensombrecidos”. La arquitectura wagneriana pretende ser un ejercicio de inmersión para el espectador, lo que con las salas de cine ad hoc es algo esencial. Ya con espacios diseñados expresamente para el cine, empezaría una cultura cinéfila en donde los espectadores se regían por unas normas no escritas: silencio, oscuridad total, imágenes, pérdida de las coordenadas temporales, luces que no se reflejaban en el entorno…
El paso del tiempo ha dado paso a una nueva forma de ver cine, o de mirar cine. Ante la avalancha de dispositivos, la atención está raptada, y miles de estímulos captan nuestra atención, y para Vicente Monroy, no deja de ser un acto subversivo a día de hoy dejarse cubrir por esa pátina de oscuridad, y que la luz se refleje en ti como si fueras una de esas luciérnagas pasolinianas.
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