Sun Kil Moon – Universal Themes (Caldo Verde)
El último lanzamiento de Sun Kil Moon, Universal Themes, no ha dejado indiferente a nadie. Mayoritariamente, y en contraste con su anterior álbum, Benji, para mal. Se trata de una obra particular, sin duda, de esas que te dejan decidiendo si te ha gustado o no un largo período de tiempo. Como son esas precisamente las más interesantes obras de todas, vamos a desmigajar el álbum, no en búsqueda de un posicionamiento propio que me temo tardará en llegar sino con el objetivo de, al menos, comprenderlo.
En primer lugar y a tener en cuenta está un concepto que planea sobre todo el trabajo del cantante. La «anécdota». La idea de «anécdota» ya es de por sí triste, pues no se limita, como cualquier otro tipo de referencia al pasado, a llamarte la atención sobre el hecho que todo siempre queda atrás; también te recuerda que tú y tus recuerdos sois insignificantes, pues siempre se ciñe a historias mundanas, sin importancia alguna excepto para ti mismo; no oirás nunca a nadie decir «Eh, os cuento una anécdota: ¿sabéis ese tío abuelo mío? ¡Pues hizo explotar un edificio lleno de gente!», pero sí decenas de variaciones sobre la clásica historia del billete encontrado en el suelo, sobre gente atrapada en ascensores, sobre latas de cerveza con cosas dentro. Y por mayor creatividad que se ponga en ello -y, bueno, lleno está el mundo de contadores de anécdotas que ponen un empeño sorprendente en su tarea-, siempre resbalarán de la mente ajena. A nadie le importa tu tío abuelo.
¿Cómo basar, entonces, una obra artística en tal concepto? No es imposible. Hay intentos maravillosos de ello, véanse los poemas de Ferlinghetti o las escenas de Jarmusch. En todo caso es imprescindible, antes que nada, escoger el medio adecuado. De la misma manera que en el campo escultórico sería extraño usar enormes bloques de mármol para escenificar una acción cotidiana, pocas veces se usará una orquestra sinfónica con semejante fin. Estilos musicales los hay a centenares, pero algo tiene el folk que lo hace tender a esta temática. Decía en una entrevista Stephen Merrit de The Magnetic Fields que el folk de ahora se resume en grupos de chicos con algún banjo. No nos referimos a esta clase de folk que invade ahora las listas de éxitos, con un tono tirando hacia épico tanto en lo instrumental -no hay que olvidar que detrás del banjo hay decenas de instrumentos de cuerda- como en lo lírico –Mumford & Sons no hablan de ir a comprar el pan, exactamente-. Nos referimos al origen: a unos granjeros reuniéndose para contar cosas con una guitarra, un ukelele o lo que tuvieran a mano.
Y ¿qué hace Mark Kozelek con estas bases? Las deforma. Las estira y estira en un intento más del hombre actual de superar el mayor problema posmoderno: la imposibilidad de hacer nada nuevo. Ante la dificultad de incluír algo diferente en una obra, lo incluye todo. Y si el cantautor ya se ha inclinado siempre a usar recursos como la spoken word en sus álbumes, la vía que ha tomado se intuye natural: en lugar de trabajar esta idea mediante el aspecto musical de sus canciones -cosa que quizás le hubiera asemejado con grupos de aire más contemporáneo como los antes citados-, lo hace centrándose en las letras.
Contra la desnudez musical, con melodías que se van siempre hacia lo hablado y una cierta tendencia al solo instrumental largo y lento (aunque cabe citar un giro destacable hacia lo eléctrico en temas como «Ali/Spinks 2»), el abarrotamiento toma en Universal Themes a todo lo relativo a voz y letras: acumulación de recuerdos (cuando fue a llenar un visado de trabajo para Japón y Australia, cuando compró flores a una desconocida, cuando habló con alguien en un bar y la música era terrible,…), de referencias (a cineastas, ciudades, actores, deportistas), de nombres (Veronica, Cipriana, Tony, Justin), de voces (ya desde el minuto uno en la inicial «The possum» la melodia vocal principal se multiplica para dejar paso a una serie de secundarias), y de palabras en general (también en los títulos, véase «This is my first day and I´m Indian and I work at a gas station» o «With a sort of grace I went to the bathroom to cry»). Una especie de síndrome de Diógenes que lleva al cantante a contarnos recuerdo tras recuerdo con el mayor detalle posible, sin que sepamos quiénes son Verónica, Cipriana, Tony o Justin, ni esas voces que aparecen en «The possum», como cualquier buen contador de anécdotas. Escuchar este álbum significa asistir a una lucha de su protagonista contra el paso del tiempo. Los recuerdos propios, «locales», pasan a ser arma de resistencia y en esa transformación se convierten un temas universales.