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Sun Kil Moon (Sala Villanos) Madrid 29/04/25

Una inevitable incertidumbre parecía ser la sensación habitual con la que el público se acercaba a la Sala Villanos (a día de hoy, uno de los mejores emplazamientos para conciertos en Madrid), convocado de cara a una nueva cita con Mark Kozelek. En este caso, la presencia del ex Red House Painters venía apoyada en la etiqueta de Sun Kil Moon, la misma bajo la que a comienzos de la temporada en curso veía la luz All The Artists (Caldo Verde, 25). Es bien conocido el talante inestable del de Ohio, así como un historial plagado de incidentes que dibujan la vacilante perspectiva de su presencia sobre cualquier escenario. El propio vocalista se encargó de recodar (bajo cierta parcialidad) la sonora espantada que protagonizó, escasos minutos antes de la hora marcada para salir a escena, en 2017. El de Kozelek es, en resumen, uno de los casos más acusados en cuanto a esa dualidad surgida entre persona y artista se refiere. Por un lado, ese tipo de ceño fruncido, impredecible y con modales erráticos; por otro, el artista híper sensible capaz de construir canciones en las que late (con fuerza) una belleza única.

El paso del norteamericano por Madrid la noche siguiente a la del apagón señaló, en cualquier caso, a una nueva clase de autor. Más cercano, aún complejo y que, quizá sin pretenderlo, todavía forja a su alrededor un aura de calma tensa (diferentes avisos remarcaban que Kozelek no quería fotos durante el concierto, por ejemplo). Una figura áspera, aunque se esfuerce en trabajar su versión más comunicativa y cercana. La actuación evidenció, en cualquier caso y por encima de todo, a un intérprete cien por cien centrado cuando acomete su cancionero para, en efecto, desarmar emocionalmente a una audiencia rendida ante su capacidad compositiva y (también) ejecutiva en directo. Armado solo con una guitarra Fender y secundado por el magnífico pianista Bence Molnár, el norteamericano desplegó las peculiaridades de su catálogo en una de esas veladas capaces de auparlo como músico contemporáneo de culto.

Quizá empeñado en resarcirse por aquella fuga de hace ocho años; quizá obcecado en satisfacer a sus (pese a todo) incondicionales; quizá dispuesto a acercar posturas con el propio mundo. El caso es que Mark Kozelek ofertó un total de dos horas y media (con generosos parones, eso sí, destinados a charlar con el público, hacer introducciones más o menos acertadas, o afinar su instrumento sin atisbo de urgencia), antes de despedirse exhausto por la exposición. Una travesía en la que sus peculiares maneras a la guitarra –sutiles, entre el pellizco y la caricia– y sus sentidos desarrollos vocales confluyeron en piezas del tipo de “I Can’t Live Without My Mother’s Love”, “Katy Song”, la lectura del “That’s the Way” de Led Zeppelin, “Carry Me Ohio”, “Dogs”, “All The Artists Live in L.A.”, “Wolves” o “Duk Koo Kim”, situándose en algún maravilloso lugar entre folk, slowcore, indie e incluso jazz.

Formas mutantes en torno a una horquilla que en sus manos parece lógica, mientras el halo de intensa emoción que su obra despierta lucía inmutable, capaz de atraer hacia su campo magnético a un oyente mecido hasta que el entorno se desvanece. Surgía entonces la experiencia inmersiva, resultado directo de asimilar extensas composiciones que no hacen sino mostrar un alma abierta en canal. A su nuevo paso –esta vez triunfal– por Madrid, Mark Kolezek dio muestras de una inédita (y matizadísima) luminosidad personal que ahora comparte espacio con aquella inherente carga vital y melancólica de su línea argumental. Una redención (casi) manifiesta que, no en vano, terminó con la relectura del himno hippie “What The World Needs Now Is Love” popularizado por Jackie DeShannon, en lo que puede que fuera una declaración de intenciones nada velada. En efecto, es probable que algo haya cambiado en el universo Kozelek. Y cada asistente lo celebró llevándose como recuerdo uno de esos conciertos que dejan surco, de tal peso y trascendencia que su completa asimilación reclama algo de tiempo, más allá del propio momento y lugar en el que tuvo lugar.

No foto de Sun Kil Moon: Raúl Julián (Mark Kozelek pidió que no se le fotografiara)

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