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Acid Mothers Temple (Moby Dick) Madrid 23/04/25

Una furgoneta negra destartalada – de esas de las que parece que va a salir un tipo con un pasamontaña a secuestrar a alguien – y cinco melenudos alrededor de esta, estaba claro que habíamos llegado al lugar adecuado.

Los japoneses Acid Mothers Temple, iconos de la psicodelia experimental y el space rock, ofrecieron el pasado miércoles en la sala Moby Dick de Madrid, uno de sus conciertos inolvidables, dentro de su gira europea de 2025, propiciada por aquí por Giradiscos. Finalmente, con el cartel de entradas agotadas, los nipones desplegaron sus armas en un intenso set de hora y media que dejó a la sala sumida en una nebulosa de distorsión y feedback.

El concierto comenzó quizás de forma inesperada, para aquellos que no hayan estado muy familiarizados con los últimos bolos de Acid Mothers Temple, con una versión de “Sycamore Trees”, de Jimmy Scott, un corte de atmosfera onírica conocido por su aparición en Twin Peaaks: Fire Walk With Me.

Si esta apertura podía parecer que marcaba un tono sosegado, solamente fue una estrella fugaz sustituida por la habitual constelación sónica de la formación, que rápidamente enlazó tres clásicos como: “Dark Star Blues”, “Santa Maria” y “La Novia”, con su habitual densidad y apabullante sonido.

Uno de los momentos más celebrados fue el tema “Flying Teapot”, de Gong, banda clave del rock progresivo y psicodélico europeo, a la que Acid Mothers Temple no disimulan sus halagos siempre que pueden; quince minutos de locura sonora espacial, no apta para todos los públicos.

Estaba claro que habíamos llegado al núcleo del concierto en el que se terminó de desatar esa montaña rusa a la que tienen acostumbrados a sus fans, con “Pink Lady Lemonade” y su mutación en “Sparkling Pink Lady Lemonade”, donde la banda llevó al límite su propuesta instrumental. La duración de los temas, extendidos en supuestas improvisaciones – o eso nos hacen creer – y loops hipnóticos, exigieron una entrega total a los suyos. Un concierto de Acid Mothers Temple no está pensado para oyentes casuales, es una experiencia para conocedores de su mandanga; concesiones las justas, o mejor ninguna.

El climax llegaba con “Cometary Orbital Drive” en la cual el guitarrista y chaman de todo esto, Makoto Kawabata, comenzó una performance que culminó con su guitarra colgada en el techo, balanceándose en una caja acústica de la sala. El instrumento osciló peligrosamente sobre el escenario y sobre algunas cabezas, conjugando cierta dosis de tensión y caos, que propició un final apoteósico, para acto seguido desaparecer entre el humo.

Contrastó en todo el concierto la actitud “punk” del viejo Makoto con su compañero Higashi Hiroshi – único miembro de la formación original junto al citado – impertérrito, manejando los teclados en el centro del escenario.

Volvieron a salir, pero no para tocar bises, eso no entra en el universo de los Acid, sino para agradecer a su público y para recibir un sonoro “cumpleaños feliz”, ya que se encuentran en plena celebración de sus tres décadas como grupo.

Inaccesibles para algunos, venerados por otros, Acid Mothers Temple demostraron que su fórmula, lejos de agotarse, se renueva en cada concierto. La nave sigue en órbita.

Fotos Acid Mothers Temple: Fernando del Río

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