Beyoncé – COWBOY CARTER (Parkwood/Columbia Records)
Leyendo declaraciones de Beyoncé, en una de ellas comentaba que la idea de hacer un disco de country que, a su vez, problematizara la idea de la americanidad, se remonta a 2016 cuando la de Tejas interpretó junto a la Dixie Chicks su canción “Daddy Lessons” incluída en Lemonade. Sucedió en Nashville, en la gala del quincuagésimo aniversario de los galardones de la Country Music Association. No fue bien recibida. Era un espacio hostil para una mujer negra, y que además reivindicaba un género musical cuyo statu quo está dominado desde la mirada del hombre blanco cis hetero.
Por este motivo, y aprovechando la tremenda difusión de la pasada Super Bowl de febrero pasado (210 millones de telespectadores dan para montar una buena promoción) sorprendió a más de uno interpretando dos temas que se incluyen en su último trabajo, “Texas Hold’em” y “16 Carriages” que nos transportaban al corazón del Bluebird Café, legendario epicentro de las actuaciones de country en Nashville. Era, huelga decirlo, una forma de venganza, de constatar que la otrora diva del Studio 54 iba a reivindicar este estilo musical, ahora sí, desde su mirada decolonial.
En otro mensaje en la red X, la artista escribía sobre la necesidad de que impere el amor en tiempos tan grises, reivindicando los derechos de la comunidad afroamericana y LGTBIplus, y agradecía el amor que le profesan tanto su marido como sus hijos. En COWBOY CARTER (Parkwood /Columbia Records, 2024) -que vendría a ser el “Act II” tras RENAISSANCE (2022)- es un disco en el que rescata de las cenizas de la memoria a artistas negras country como Linda Martell (colabora al inicio del tema “SPAGUETTII” hablando sobre la ductilidad de los estilos musicales, y que mucha gente al no entender esto, se siente como aprisionados en sus prejuicios), o jóvenes artistas como Tanner Adell o Tiera Kennedy.
La autora de “SORRY” tiene claro que, una manera de cortocircuitar el sistema patriarcal y colonial en la industria musical, es dinamitarlo desde dentro con gestos como este que hemos contado de reivindicar la memoria musical negra inscrita al country enfundada en un sombrero de lentejuelas de ala ancha, y bailando pole dance mientras se superponen imágenes de caballos montados por aguerridos hombres sureños. Pero si el country vertebra este disco, no podían faltar a esta bacanal de estilo postmoderno estrellas del calibre de Dolly Parton o Willie Nelson: la primera hace realidad un sueño, y no es otro que Beyoncé haga suya “JOLENE” (fabulosa canción sobre el amor hacía un hombre visto desde la perspectiva de dos mujeres), y en “DOLLY P”, un interludio en donde la propia Parton le habla de Jolene-Beyoncé, sosteniendo que la única diferencia entre la de antes y la de ahora es el pelo (de rubia platino a afro: una preciosa manera de desplazar el sujeto simbólico); por su lado, Willie Nelson interpreta a un presentador de radio en una cadena ficticia llamada KNTRY en «SMOKE HOUR” y “SMOKE HOUR II”.
Pero en este brillante disco hay cabida para un crisol de estilos se superponen con alevosía: “DAUGHTER” es una bella balada con arreglos de cuerda en donde pone a prueba sus dotes vocales operísticas, “JUST FOR FUN” (junto a Willie Jones) apela a un born to run en forma de balada que se inicia sostenida a las notas de un piano, para ir desarrollándose por entramados góspel.
Si hay que reescribir la tradición de la chica guapa a la que se le canta, y darle la vuelta por la del chico al que Beyoncé concede el honor de “ser sus tejanos” en “LEVII’S JEANS” a dúo con Post Malone, pues se hace, aunque la canción es puro AOR que sólo se salva por el torrente de voz de nuestra diva. Una guitarra española acompaña los compases de “FLAMENCO” que, no deja de ser otra canción pop de desamor sin atisbo de jaleo alguno, y la versión de “BLACKBIIRD” de los The Beatles que compuso Paul McCartney para el White Album es fiel a la original, aunque los coros la llevan a un terreno más espiritual, y en “YA YA” utiliza un sampler del “These Boots Are Made For Walking”, para crear un excelente tema que mezcla funky, soul a lo Betty Davis, espasmos de rock, y hasta versos del “Good Vibrations” de los The Beach Boys. El country es un cuerpo multicelular bastardo y mutante. Cierra el disco una voluptuosa “MERCY” y unos versos que atraviesan la cosmovisión de todo el disco:
“This house was built with blood and bone
And it crumbled, yes, it crumbled
The statues they made were beautiful
But they were lies of stone, they wer? lies of Stone
Trumpets blar? with silent sound
I need to make you proud
Tell me, can you hear me now?”
Un trabajo, en definitiva, que muestra a una mujer pletórica como compositora e interprete, pero también como activista ya que hace un acto de okupación estilística para restituir la honorabilidad afroamericana.