The Black Keys – Ohio Players (Easy Eye Sound/Nonesuch)

Los Ohio Players fueron una banda que tocaba el funk más sudoroso y lascivo que uno pudiera escuchar en los setenta del siglo pasado, lo cual ya es decir. De hecho, su colección de tórridas portadas para sus discos debería ser objeto de estudio a modo de iconografía erótica de la música afroamericana. Eran un portento, vamos. Y sirvieron de influencia a muchas otras bandas con hits tan espléndidos como “Fire” o “Love rollercoaster”.

Que The Black Keys haya titulado su duodécimo álbum con el nombre de dicha banda podría llevarnos a pensar que, tras coquetear con ello de manera constante, sobre todo en los tres primeros discos que co-produjo con ellos Danger Mouse (Attack and Release, Brothers y El Camino), al fin Patrick Carney y Dan Auerbach han firmado su disco soul. Pero no es del todo así, aunque en parte sí. Lo de siempre, vamos.

Quitadas ciertas incursiones algo más centradas en géneros, a saber, Delta Kream (2021), en el blues y Turn Blue (2014), en la psicodelia, la carrera de The Black Keys a partir de la trilogía de álbumes que antes mencionamos, se asemeja bastante a la de AC/DC, o sus tan adorados ZZ Top (a los que también homenajearon un poco bastante en el disco Dropout Boogie), es decir, manejan una marca de fábrica que siempre funciona, hagan lo que hagan.

No diremos que siempre hacen el mismo disco, pero sí que es cierto que usan con bastante más frecuencia que la deseable artísticamente hablando, una serie de plantillas, diversa y de buen gusto, eso sí, para hacer lo suyo. Últimamente, de hecho, algún crítico malintencionado les ha acusado de usar la IA para componer singles como el que sirvió de adelanto a este nuevo álbum, “Beautiful people (Stay high)”. Una canción que sí, parece tirar hacia derroteros funk, pero tampoco les aparta de esa plantilla de la que hablábamos. Suena a lo de siempre, como el resto del álbum, pero con ciertos matices.

Y esos matices en esta ocasión son introducidos, como en el pasado, por los colaboradores. Así como Danger Mouse significó para ellos un paso de gigante a la hora de renovar sonido, es ahora nada menos que Beck Hansen quien se pone manos a la obra para aportar su granito de arena a la franquicia Carney-Auerbach. De hecho, no es el único: además de él están también pesos pesados como Leon Michels (El Michels Affair/Big Crown Records) o, agárrense fuerte, Noel Gallagher, que coescribe aquí varios temas, canta y toca la guitarra.

Un desfile de altas personalidades que no evita, por supuesto, que la marca de fábrica que propicia un productor tan reputado como Auerbach, dueño y señor de los estudios más chachi de Nashville, Easy Eye Sound, permanezca pétrea frente a esos matices que introducen los colaboradores, lo cual, dicho sea de paso, esta vez incluye como novedad el rapeo que en la fantástica “Candy and her friends” (de lo poco que se sale de la plantilla) mete Lil Nod, o el que suelta Juicy J, junto a las voces de Beck, en “Paper crown”. ¡Los Keys se nos han vuelto modernos! Qué va, ni soñarlo, pero saben molar cuando toca.

Con todo esto parece que les esté yo cardando un poco. Y no. La verdad es que The Black Keys me parece que cumplen una función social: preservar el rock y la música eminentemente americana (blanca y negra) bien enlatados y entendibles para nuevas generaciones. Una especie de conservadores de museo muy formales, sin riesgos y sin un solo atisbo de salirse del renglón del cuaderno Rubio, pero que hacen muy bien su trabajo. De hecho, raro será un disco suyo que no sea disfrutable, bailable y coreable. Siempre tienen algún hook, algún coro celestial, alguna artimaña tramposa pero tremendamente efectiva, para que la canción más mediocre funcione perfectamente y cumpla su objetivo de preservación rockera.

Lo demuestran aquí en temas como “Don’t let me go”, “Please me (Till I’m satisfied)” o la final “Everytime you leave”, que no pueden ser más obvias, pero oiga, hay algo que fuerza a disfrutarlas. Un truco de magia que siempre las convierte en relevantes para ese preciso momento. Y después están las canciones que sí que marcan algo más la diferencia, como “Only love matters” o “You’ll pay”, ambas hits instantáneos, o esa fantástica versión del clasicazo soul de William Bell “I forgot to be your lover” que se marcan aquí, de un modo parecido a como lo hicieron en el pasado, por ejemplo, con “Never gonna give you up”, de Jerry Butler.

Todo eso hace que el conjunto funcione como un cañón, iba a decir que como siempre, pero no. En esta ocasión la cosa funciona, casi, casi, como en El Camino, su disco más infalible en cuanto al “hit tras hit”. Quitado de algún pequeño resbalón, como la algo ramplona “On the game”, Ohio Players suelta pildorazo tras pildorazo y nos da nuestra ración de música americana, blanca y negra, bien empaquetada y lista para sonar en nuestras fiestas cerveceras. Así que agarren bien alto y fuerte su jarra de medio litro de Budweiser -sin eructar, por favor- y dispónganse a corear esta colección de nuevos himnos suministrados por la marca Black Keys. Cheers!

Escucha The Black Keys – Ohio Players

 

 

 

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