The Misfits – Razzmatazz 1 (Barcelona)
Los Misfits marcaron una época a finales de los 70 I principios de los 80, no sólo en el terreno emergente del punk-rock de la época, sino gracias a su espectacular imagen I temática de ultratumba. ¿Quién no ha visto alguna vez ese terrorífico logo de la calavera o esas fotos en las que aparecían maqueados como zombies de gimnasio? Y no sólo son una leyenda por su estampa sino que además disponen de una gran cantidad de himnos de punk-rock anfetamínico digno de un grupo con 25 años de historia. Lo malo del tema es que la mayoría de esos temas pertenecen a la primera época del grupo con el terrible
Pero muchas veces, para abstraerse de esos factores hay que esperar a la música, que al fin y al cabo es lo que cuenta. Y vaya si contó. Aunque el super ego del señor Only eclipsara a los otros dos grandes, con esa pinta de superheroe de ultratumba a lo Conan el Bárbaro, la esencia de su música se conservó a la altura desde el primer momento con un set arrollador, crudo y sin un respiro para unos fans excitados en un pogo salvaje. Sin concesiones, sin bajones y sin tiempo para respirar fueron sonando esos himnos casi hardcore de dos minutos como; “Last Career”, “The forbidden Zone”, “Skulls”, “Attitude”, “Scream”, etc. etc., etc.…. Pero ya puestos, ¿ por qué no un poquito de carnaza de la buena para calentar un poquito más a una audiencia en pleno climax? Pues para eso están los Ramones. Para que los versionee cualquier persona de este planeta y más si uno de sus miembros está sentado a las baquetas. Y como el tiempo por canción es rendible dentro del mundo Misfits-Ramones, que mejor que rememorar aquel lejano Its Alive del 79 para empalmar 7 o 8 temas al rítmo one, two, tree. Luego le tocó el turno al homenaje a los Black Flag de Cadena para regresar minutos más tarde con más Ramones. No hace falta nombrar las versiones, son de sobra conocidas por todos.
Una hora y cuarto a ese ritmo da para mucho. Tanto que a mucho público le hizo olvidar sus dudas y sus críticas del principio mientras estaban sumergidos en ese necesario caos sónico en que se mueve el punk-rock. Y en parte eso fue lo mejor de un grupo al que no se le puede exigir que sea igual que hace 20 años. Esfuerzo amortizado. Lástima que al salir me topara de cara con su chiringuito de merchandising, repleto de unas camisetas más horteras que las de las paradas de mercadillo hippy.