Germán Salto – Germán Salto (Gran Salto Adelante)
Cambiar de idioma a la hora de expresarse es, siempre, un ejercicio de valentía. Incluso si el nuevo idioma es el tuyo. Al fin y al cabo, cuando hablamos de pop, como en este caso, quien más quien menos ha extraído, como mínimo, el 80% de sus influencias de la música anglosajona. Y esa lengua tiene, además de otra pronunciación, una musicalidad completamente diferente del castellano. Uno tiene que reaprender muchas cosas y replantearse muchas otras, para cruzar el umbral. Es como dar la vuelta a un calcetín.
Germán Salto ha ido acumulando en los espacios de tiempo que le han dejado sus muchas horas de vuelo comandando aviones, una cantidad nada desdeñable de canciones pluscuamperfectas que se agrupaban, hasta ahora, en dos álbumes. Salto (2015) y Far From The Echoes (2017), sin olvidar el maravilloso single que le publicó You Are The Cosmos -Our Lady Of The Wind / Coming Up For Love (2019)-, contenían, en el idioma de Shakespeare, la esencia de un compositor de alto nivel, tan erudito como personal. Y pedían a gritos su continuación.
Tres años y una pandemia dan para mucha reflexión. Y el siempre difícil tercer disco largo era algo que no podía tomarse a la ligera. Pero afrontarlo desde un cambio tan profundo como es el del vehículo idiomático, no es algo al alcance de cualquiera, salvo que lo que se quiera sea fracasar estrepitosamente. De ahí lo de la valentía. Y es que, este nuevo disco que ahora aparece bajo el nombre completo de su autor (antes no usaba el “Germán”) es y no es una continuación de lo anterior. Desde luego, no es una continuación cómoda.
Además del tema del cambio de idioma, la música, aunque exhibe las mismas influencias que antaño (Tom Petty, Zombies, Beach Boys, Big Star, Gene Clark, Bacharach…), persigue un barroquismo inusitado. Algo se ha desatado en los arreglos que antes no estaba. Un preciosismo nervioso, psicodélico y a la vez ensoñador, que le toma a uno por asalto cuando se enfrenta a estas nueve catedrales en formato canción que integran el álbum. Y todo ese cambio tiene un nombre propio: Iñigo Bregel.
Es, nada más y nada menos, que el cerebro tras Los Estanques, este geniecillo cántabro tan inquieto como certero a la hora de iluminar milagros musicales, el responsable de la producción de este artefacto. Se hace notar clamorosamente, si uno conoce su trabajo, en muchos de los arreglos, soluciones y orquestaciones empleados aquí. No hay más que escuchar “Cuando no tenías sed”, que podría estar en cualquier disco de la banda de Bregel.
Pero ojo, eso no resta mérito al verdadero protagonista. Un Salto que, además de rodearse más que bien (aparecen por aquí también Nina y Paco, de Morgan), ha sabido alumbrar un conjunto de canciones que pocos más, en sus mismas coordenadas, lograrán ensamblar durante este ejercicio. Sin perseguir en absoluto el álbum conceptual, sí que es cierto que el listado de canciones actúa de una manera especialmente cohesionada, casi circular. De hecho, empieza y acaba con un vals y dos versiones distintas -y apoteósicas ambas- de la misma canción. Da la sensación de historia completa. Y de las que es imposible empezar sin terminar.
De repente, con el castellano todo parece haber cobrado sentido. Ha contado con la colaboración de otros letristas –Bregel, Santi Campos, Gabi Planas-, sí, pero él se basta y se sobra (no en vano está emparentado con el mismísimo Delibes) para obtener una rotundidad en su lírica capaz de alumbrar frases tan profundas como “no muerde el miedo cuando te ha ladrado el dolor, sólo el tiempo puede devolverte el valor”. La verdad es que, tras escuchar algo así, uno no entiende cómo no ha sucedido antes que el autor asumiera su lengua vernácula como cauce de expresión.
Supongo que ha sido un proceso complejo. Pero el caso es que le sienta como un traje a medida. Desde el pequeño vals inicial que preludia la entrada de la impresionante y mencionada “Sólo el tiempo”, la música se abraza con la letra a través de unos cortes que se han hecho a golpe de varita mágica, con pulso tocado por la más alta musa. Delicias como “Nada que hacer”, “Arder, humo y desaparecer” o el single “No” dan muestra de una atemporalidad que, si bien se asume producto de una serie de influencias, resulta totalmente fuera de lo común. Y lo bueno es que todo, todo, está dentro de los mismos estándares de calidad. Redondo. Germán Salto nos ha hecho esperar, pero desde luego alcanza aquí el gran premio. De hecho, me va a costar mucho encontrar otro disco de pop clásico en mi lengua que me guste tanto, tantísimo, este año.
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