Nudozurdo – Wah-Wah Club (Valencia)
Seguramente una de las cosas más difíciles en la vida sea mantener más o menos intacta, o al menos preparada en la bandeja de salida para poder ejecutarla con alegría, la capacidad de sorprenderse. Para bien, se entiende; para mal no hace falta ninguna habilidad especial. De un tiempo a esta parte, unos de los adalides del asombro son Nudozurdo. Lo son a través de sus discos, y a Rojo Es Peligro nos remitimos, y lo son en sus directos, lo cual es mucho más meritorio en tanto en cuanto gran parte de los mismos parte de una constante irrenunciable.
Nudozurdo sorprende desde lo más básico: cada vez que regresa a una ciudad lo hace, con casi total probabilidad, con batería nuevo. Y además suelen ser muy buenos: sorpresa para bien. En el caso de su concierto en Valencia, el turno fue para Ricky Lavado, batería de Standstill. La vida es a veces irónica: si Nudozurdo no tiene el mejor directo del país, quizá sea porque el título lo ostenta con sobrada holgura el grupo de Lavado. Dicho lo cual, el trío Mateos–Meta–Lavado bien merecería resistir a la tendencia mutante de Nudozurdo.
Gran parte del resto del efecto sorpresa de Nudozurdo en directo reside fundamentalmente en la capacidad de Leo Mateos para renovar sin ambages su condición de líder y maestro de ceremonias indiscutible. Su dirección e interpretación sobre el escenario ha dejado ya atrás ese cariz mesiánico y ciertamente Iancurtisesco que él mismo se infería en sus inicios; y no es que ya no lo tenga, es que su figura ha trascendido definitivamente esa característica hasta convertirla en secundaria. Mateos ya hasta sonríe, cosa que era imposible verle hacer en sus inicios. Es precisamente su condición de humano lo que le permite sorprender en cada concierto.
Poco debe de diferir el setlist del concierto, un acierto casi siempre en cuanto al ritmo de las veladas, respecto a su anterior visita a Valencia. Sólo las tres canciones de rigor de su nuevo disco, Rojo Es Peligro, perladas a media noche y en el bis con la ayuda del portátil de Mateos; si bien todas dejaron claro que tienden a perder la mayoría de los detalles y asimilarse en la bola imparable del directo, «No siento el amor y tu amor es falso» logró sobresalir en el rush final del concierto.
Así, lejos de hacer un concierto de presentación al uso, el repertorio respondió más un greatest hits que a un yo he venido a hablar de mi libro. De este modo, la escasa hora y media de música se deslizó ladera abajo y sin frenos entre Sintética («Ha sido divertido», «El hijo de Dios», «Mil espejos», «Negativo»), Tara Motor Hembra (que abrió la noche con «El diablo fue bueno conmigo» y la cerró con «Dosis modernas», con «Prometo hacerte daño» por el medio) y su disco no-debut («Dentro de él»). Entre líneas, los catárticos pasajes instrumentales, el viaje al punto exacto del horizonte en el que Mateos fija su mirada cuando canta «El hijo de Dios», y la extraordinaria sensación de epifanía renovada con el fin del ruido.