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Primavera Sound Porto 2024

Regresábamos al Primavera Sound Porto después de unos seis años sin aparecer por el precioso Parque da Cidade. Alegra ver que, a pesar del crecimiento exponencial del festival, traducido en escenarios más grandes, más sponsors por todas partes y todo lo que conlleva un gran evento, la organización no ha perdido ni un ápice el respeto dispensado a los asistentes (en todos los sentidos) sonido perfecto en la práctica totalidad de los conciertos, nada de colas para acceder a bebida, comida u otros servicios y perfecta disposición de entradas al gigantesco recinto. Por no hablar de la zona de prensa, una de las mejores, sino la mejor a la que hemos tenido acceso en un festival internacional.

Esta edición del Primavera Sound Porto se salda con la asistencia de más de 100.000 personas, según la organización, lo que le convierte en uno de los festivales más importantes a nivel europeo.

Jueves 6 de junio

Así pues, llegábamos a tiempo de ver a los australianos Amyl And The Sniffers desde la colina del segundo escenario principal y comprobar que siguen siendo igual de cafres que cuando giraban por salas pequeñas. Es increíble el ascenso que el cuarteto aussie ha tenido en unos cuantos años. Parece mentira que esos chavales, que vinieron a Europa por primera vez hace ahora seis años, estén en todos los escenarios y todos quieran una foto con ellos, o una colaboración, bueno, en honor a la verdad; cambiemos el “con ellos”, por “con ella”. Porque la estrella y el detonador de la banda es Amy Taylor y su presencia escénica y poderío vocal.

Amy Taylor, embutida de vinilo negro ajustado, prendió la mecha y dejó la mencionada colina, como la del Teniente Coronel Killroy en Apocalipsis Now. Durante cuarenta y cinco minutos bombardearon todo, después no había nada, qué pestazo a Amyl And The Sniffers, aquella colina olía a victoria.

Mientras eso ocurría, tenía lugar otro concierto radicalmente diferente en el escenario Plenitude, uno de los escenarios menores del festival, que no por ello menos importante, porque todo en el Primavera Sound Porto está perfectamente medido para su justo disfrute. El dúo Water From Your Eyes (trío en directo y qué nombre más bonito, pardiez) se estrenaba delante de una audiencia respetuosa, que disfrutaba a cada minuto de su extraña y delicada propuesta.

Water From your Eyes suenan a todo, pero a nada parecido, experimentación y atrevimiento son sus armas y así entremezclaron baile sincopado, como con sus temas: “True Life”, o “Barley”, o el dadaísmo pop de “14” con la que acabaron. Espíritu shoegazer del que ya no queda, con los tres músicos mirando en la práctica totalidad de la actuación al suelo e incluso cantando de espaldas en muchos momentos.

Llegaba la hora de una de las estrellas de esta edición y así se dejó ver la abarrotada explanada del escenario principal del festival. Pj Harvey había pedido actuar a una hora temprana, o sea que; poco queda ya de la Polly eléctrica o punk que todos amábamos, o eso pensábamos.

Con una banda perfectamente mimetizada con el escenario y Pj enfundada en un elegante y discreto vestido, salían a saludar a una afición entregada y dispuesta a lo que fuera. Sabíamos que el concierto iba a navegar entre la tranquilidad de su último trabajo y la visceralidad de canciones anteriores y así fue.

Tras una entrada tranquila en la que la británica fue pasando de cantante solista, a guitarra acústica, hasta a casi bailarina, con los temas: “Prayer at the Gate”, “The Nether Edge”, con una Pj sentada en un pequeño diván en “I Inside the Old Year Dying”.

Se colgó su preciosa eléctrica fender jaguar del 65 para atacar “The Glorious Land” en modo tormenta eléctrica. Apenas unos problemas técnicos, por los que Pj pidió disculpas, pudieron con la soberbia interpretación, justo lo contrario; estos hicieron conectar aún más con su público que vieron en la diosa a alguien humano que tiene fallos como cualquiera que pise el suelo.

A partir de ahí el concierto fue subiendo a cotas que pocas veces se ven en un escenario, un lugar en este caso; sobrio y alejado de artificios propios de una industria musical acostumbrada a los excesos visuales. Algunos de los momentos más bellos de la inolvidable actuación fueron: “Send His Love to Me”, despertando incluso lágrimas en algunos fans de primeras filas, “Angelene”, o “The Desperate Kingdom of Love”, siempre flanqueada por su memorable banda, entre los que se cuenta su inseparable James Johnston (Gallon Drunk, Nick Cave, Lidya Lunch…).

Reapareció la Polly Jean más eléctrica y oscura en “Man-Size”, “Dress”, y “Down by the Water”, con la que casi se despediría, no antes sin atacar con su desgarradora “To Bring You My Love”. Dicen que hay gente que aún sigue flotando después de esta experiencia, yo soy uno de ellos. ¿Cabria ver otro concierto a la altura de este durante esta edición del Primavera Sound Porto? Spoiler: Sí.

Justo al otro lado del Parque da Cidade, en el escenario patrocinado por la reina de las cervezas estándar de Portugal, acontecía el concierto de la multi instrumentista norteamericana Alexandra Drewchin, conocida como Eartheater, que se presentaba con un escenario escueto, pero con su plena presencia escénica. Hay que verla en directo para saber de lo que hablamos. Eartheater se presentó acompañada de su musico, que iba combinando el bajo, guitarra, o sintes, para apoyar las voces marcianas de ella. Lo que – en principio – podría haber sido una de las actuaciones “menores” del día, acabó convirtiéndose en una auténtica fiesta, tanto por la actuación en sí, como por la total afluencia de público en uno de los escenarios pequeños.

La mallorquina Maria Hein se presentaba en el escenario Plenitude ante un público entregado y que atendía perfectamente a su propuesta, algo que no escapó a la cántante, que no paró de agradecer en todo momento. Lograr congregar a cientos de personas, cuando justo en el escenario de al lado está Mitski no es fácil y es un mérito que conviene ser mencionado, aunque sea en unas pocas líneas.

La transformación que ha tenido Maria Hein desde su primer álbum. Continent i contingut (Hidden Tracks 2021) es evidente y poco queda de su sonido folkie, al menos en directo. Aunque sí conserva su preciosa voz, inconfundible en todos los temas. “Cansada de tu”, “Oblidar”, o la versión de “Alenar”, de su cantante favorita – en sus propias palabras – Maria del Mar Bonet, fueron algunos de los temas desplegados para lograr convencer a los asistentes a su bolo.

Mitski se presentaba en uno de los escenarios principales con su correspondiente explanada completamente llena. Previamente habíamos sido avisados en la zona de prensa de la negativa a aceptar fotógrafos en el foso del escenario, si hay que ser enigmática, Mitski lo es en todo. Con un escenario prácticamente a oscuras y con un telón negro, Mitsuki Miyawaki, hizo de su set un espectáculo convertido en local de magia, o cabaré siniestro, en el que se combinaron momentos de extremada belleza acústica, como: “I Love Me After You”, o “First Love/Late Spring”, con otros inquietantes como: “I Don´t Smoke”, o “Geyser”.

Claro que hubo momentos para el vergonzante momento karaoke que cualquier festival grande merece, como por ejemplo en “Love Me More”, con una Mitski cantando en mitad del escenario, con los músicos apenas sin ser reconocidos en la oscuridad, sentada en una silla; para acabar arrastrándose por el suelo.

Steve Umoh, conocido artísticamente como Obongjayar, es el cantante nigeriano afincado en Londres, que el Primavera había presentado previamente como lo que prometía ser una de las actuaciones más incendiarias del festival. No sé si incendiaria, pero sí sorpresiva.

Después de escuchar sus grabaciones, uno piensa que el grueso de su música en directo va a estar repleta de sonidos pregrabados, pero no; son un plantel de músicos en directo, fuera de serie y a toda prueba. Una máquina de precisión al servicio del afrobeat con tintes de soul y funk más bestia. Así pudimos disfrutar de temas como: “Adore U”, “Point and Kill”, o “Just Cool”, que nos transportó a un Studio 54 actualizado y al servicio del baile. Lo dicho, temas que ganan en directo frente a sus discos.

La cuota mediática del primer día estaría cubierta por la cantante misuriana SZA, solo había que acercarse al espacio del escenario principal, para darse cuenta de su predicamento ante gente notablemente más joven que en otros escenarios. Si Pj Harvey había optado un rato antes por una presentación elegante y sobria, SZA debió de traerse algunos tráileres para tal despliegue de medios. Y es que en el mainstream norteamericano no vale el minimalismo.

Con un escenario a modo de barco en ocasiones, la cantante logró prender uno de los momentos “móvil en alto” más duros del festival, cuando interpretó “Kill Bill”. Por supuesto, como cualquier diva moderna que se precie, también impidió el acceso al pit del escenario para cualquier tema gráfico.

Los norteamericanos American Football lograron convocar al espectro de público más veterano en lo tocante a edad. Su indie rock (si atendemos a la acepción clásica de la etiqueta) sobrevoló chulesco y cristalino sobre el Parque da Cidade. Y eso que a los pocos minutos de actuación sufrieron un parón propiciado por un fallo de ellos mismos, nada que Mike Kinsella, siempre a los mandos de la nave, no pudiera solventar con su sentido del humor. Algo que choca con lo melancólico de sus composiciones.

 

El caso es que “My Instincts Are the Enemy”, “Born to Lose”, o “Every Wave to Ever Rise”, sonaron poderosas y casi tangibles en el aire, llevándonos a creer de nuevo en el rock de guitarras.

A pocos metros se desarrollaba una actuación que podemos tildar de fenómeno cultural y casi sociocultural para los lusoparlantes. Primeras filas con fans portando camisetas y carteles de Ana Frango Elétrico y maquilladas en algunos casos como ella, eran la demostración evidente de lo que arrastra la artista brasileña en Portugal.

Ana Frango y su super banda, de las más numerosas vistas en un escenario en esta edición, no se anduvieron con cortapisas a la hora de atacar los estilos musicales que hacen única a la joven cantante; bossa nova, acid jazz, funk, pop…

“Electric Fish”, “Mulher Homen Bicho”, o “Coisa Maluca”, convirtieron en una discoteca improvisada los últimos momentos de la jornada del jueves. Artista para seguir.

Viernes 7 de junio

Cuando llegamos al Parque da Cidade el viernes, la lluvia ya había hecho de las suyas en el recinto, provocando el cierre de uno de los escenarios principales, con la consiguiente cancelación de actuaciones. Una pena. Los franceses Justice fueron uno de los perjudicados, cancelando su aparición, con las consiguientes quejas de los numerosos fans, portadores de camisetas del dúo. No se puede luchar contra los elementos, menos si están respaldados por una DANA de considerables dimensiones.

La británica Kate Stables, escondida tras su alias en forma de banda, llamada This is The Kit, fue una de las que se salvó de las cancelaciones del viernes. Su corta, pero muy concentrada actuación nos vino a demostrar que el folk no está reñido ni con la energía ni con la experimentación. Canciones que nunca sabes cómo van a acabar o qué rumbo van a tomar en directo, como: “Inside Outside”, “Sacabby Head and Legs”, o la muy celebrada “This What You Get” (la más conocida por el gran público de largo) lograron hacerse fuertes en una tarde más que nublada.

 

Kurt Wagner al frente de Lambchop no tiene que dar explicaciones a nadie, ni justificaciones de ningún tipo. Tanto es así que se presentó en un gran escenario con su gira “An Intimate Piano Performance”, es decir: él mismo como un crooner y su amigo Andrew Broder al piano de cola. Así que, ver un escenario desprovisto de amplificadores, monitores y con un gran piano situado en el centro de la escena, chocó a algunos que se pensaban poder ver a Lambchop en formato banda.

La grandeza vocal de Wagner es algo que estuvo presente en toda su actuación, así como la comodidad de este sobre las tablas, solo así se explica que se encendiera un cigarrillo en “The Man Who Loved Beer”, o que se sirviera una copa de vino ¿No habíamos quedado en que amabas la cerveza? O que se dejase caer como mareado durante “Up With People” sobre una silla, mientras Andres Broder terminaba de aporrear las teclas. Extraña y bonita –a partes iguales– la actuación de Lambchop.

A pesar de su incipiente carrera, apenas desde el comienzo de esta década, las británicas The Last Dinner Party han atraído la suficiente atención de medios y fans como para que el Primavera Sound Porto programara su set en el escenario principal. No es para menos, sus canciones son todas prácticamente singles y la carismática y jovencísima Abigail Morris, al frente como frontwoman inapelable, son valores más que suficientes para justificar su éxito.

Comenzaron con el bombazo “Burn Alive”, que nos puede retrotraer a una artista que seguro está en su imaginario; Siouxsie, para continuar con otra de sus gemas pop en forma de “Caesar on a TV Scream”. Siguiendo con “The Femenine Urge”, en la que Abigail hace gala de saber cantar en directo, sin perder ni un ápice de voz, mientras se mueve por el escenario, entregada a sus fans.

Intensa y corta actuación plagada de momentos en lo más alto, aunque con concesiones a los momentos más ascéticos, como en la interpretación por parte de Aurora Nishevci, del tema “Gjuha”, completamente en Albanes, el idioma de sus padres. No pudo faltar tampoco la espléndida versión de “Wicked Game” que se hacen de Chris Isaak.

Como si no tuviésemos bastante con la dichosa DANA que acechaba el norte de la península constantemente, los australianos Tropical Fuck Storm (nombre ideal para tal propósito) desataron una tormenta eléctrica bien provista de mala baba y sonido violento. Gareth Liddiard (guitarra y voces) y Fiona Kitschin (bajo y coros) son viejos conocidos del festival, ya que le han visitado en ocasiones con su anterior banda; The Drones.

Si a estos últimos les quitas lo intelectual del proyecto y le añades la mala leche, siempre implícita en la guitarra de Gareth, te quedan unos Tropical muy hermosos. También una actuación de las cortas, sin tonterías, ni pausas, sin lugar a los móviles en alto, sin gilipolleces.

“Braindrops” que nos podrían recordar a unos The B-52’s pasados de ácido, prendió la mecha para la dinamita que supuso su set. “Chameleon Paint” y “Antimatter Animals”, sirvieron de preludio para la irreconocible revisión del “Ann” de The Stooges.

Para ir acabando, nada menos que: “Rubber Bullies”, “Two Afternoons” y “Paradise” explosionando en una orgia de guitarras repletas de feedback y peligro.

Es vital ser cuidadoso en la delgada línea que separa la experimentación y la cara dura, aunque eso a Wolf Eyes no creo que les pueda importar demasiado. El histórico dúo de Chicago salió al escenario sin ningún tipo de parafernalia, incluso cargando dos mochilas que dejaron en unas sillas, debe ser que no se fiaban de sus taquillas, o vete a saber.

Con dos mesas apostadas enfrente del público, con sus sintetizadores DIY y secuenciadores, Wolf Eyes – como cabía de esperar – no hicieron ni una concesión a la melodía, propiciando un set por el que tu vecino otorrino te hubiera partido la cara.

Valientes o sinvergüenzas, o ambas cosas por igual, no creo que nadie pudiera haber reconocido ni una sola canción dentro de su concierto. Cuando me iba alejando por la pradera hacía el escenario principal, me pareció oír gritar a alguien “canalhas!”.

El cebo mediático del viernes y de todo el festival – las cosas como son – era Lana del Rey. La afluencia de público el viernes a la hora de su concierto fue la más numerosa, con serias dificultades para el más común de los mortales para acceder a menos de cien metros del escenario.

Por supuesto que la buena de Lana también prohibió la entrada del cualquier fotógrafo que no fuese el suyo al pit del escenario – en esta ocasión, al menos, el oficial ha sido el fantástico fotógrafo portugués Hugo Lima – si hay que seguir pareciendo una diva misteriosa y lánguida, se hace lo que sea. El concierto comenzó con un guiño al país que la acogía, con unas guitarras acústica en clave de fado, lo que llevó ya al paroxismo a las aguerridas fans y eso no había comenzado aún.

La grandilocuencia del escenario montado contrastó con lo exiguo de su voz, que no acabó de arrancar como hubiésemos esperado en prácticamente ningún momento de actuación. Eso se notó desde el principio, cuando en “West Coast” Lana solo cantó en algunos momentos, dejando a la afición que hiciera el resto.

Claro que luego te suelta “Summertime Sadness” y se te pasa un poco el mosqueo, que no tarda en aparecer cuando hace una versión innecesariamente larga de “Cherry”. Se bajó a confraternizar con el respetable, eso sí con los vips del front stage, que son más respetables que el resto, siempre acompañada por un guardaespaldas y cuidando de no acercarse a menos de dos metros de ellos.

Ya casi al final de actuación parecía que se iba a arreglar un poco la voz, pero no, “Video Games” fue una vez uno de los mayores y más caros karaokes de la historia. Lana ya no es lo que era, o quizás siempre fue esto.

Sábado 8 de junio

Ni siquiera el sábado tuvo clemencia el lluvioso tiempo, en las primeras horas de la tarde, obsequiándonos visualmente con un colorido manto de diversos impermeables y poniendo a prueba a los incondicionales de primeras filas.

Amo a Mannequin Pussy y no era cuestión de perderse ni un solo minuto de su actuación, aunque fuera bajo la inmisericorde lluvia. Algo que no pareció importar al cuarteto de Filadelfia, que no dudo ni un solo instante en soltar bombas sonoras desde el principio de set.

Con una desatada Marisa Dabice al frente, enérgica y dulcemente malencarada, solo ella puede hacer eso, atacaron con: “Sometimes” y “Nothing Like”, ambas de su último trabajo; I Got Heaven (Epitaph 2023) y que tocarían en su práctica totalidad, antes de adentrarse en otros temas menos domesticados que estos.

Así, fueron dejando para el final canciones tan abrumadoramente salvajes como: “Perfect”, “Clams”, “O.K? O.K!”, o “Pigs Is Pigs”. Tocaron en el escenario principal, un punto para la organización del Primavera Sound Porto, porque estas se merecen esto y lo que pidan.

Tan bonito como triste fue pasarse por uno de los escenarios principales a horas tempranas y ver que allí no iban a tocar por primera vez en muchos años Shellac. El festival había dispuesto el escenario como si Albini fuese a aparecer de un momento a otro, con sus canciones sonando por monitores y todo el espacio. Mientras cientos de personas escuchaban en perfecto silencio su música, cuando otros grupos tocaban en directo en otros escenarios. El respeto por Albini – al igual que su espíritu – siempre perdurará en el Parque da Cidade.

La cantante Soluna reside hace años en Lisboa, aunque se siente profundamente unida a España, dado a que vivió una larga temporada en Barcelona. Quizás por eso se explica la amplia presencia de público español en su concierto. Ella misma se expresó durante parte de su set, tanto en portugués, como inglés, o castellano.

Tiene algunos hits incontestables, que no dudó en sacar a pasear, como: “Mi corazón”, o “Flaca”. También contó con la participación de su amiga Maria Hein, que ya había actuado el jueves, en el tema “Juicy a Mida”.

Si hay algo de lo que pueden presumir Lisabö es el respeto que logran despertar entre el público más rockero, como por la gente más abierta de orejas, como el caso del festival que nos ocupa. Los euskaldunes salieron al escenario con una gran bandera palestina proyectada sobre la pantalla y con sus dos baterías características, como una de sus señas de identidad.

Cero sorpresas en su concierto, bien alimentado de post hardcore y experimentación brutal, bien provista de bases rítmicas libres y salvajes con guitarras monolíticas.

El concierto de Paulo Furtado aka: The Legendary Tiger Man fue el único de los que se suspendió el viernes, que se pudo reubicar al sábado. En este sentido no sé si salió ganando, esto se lo tendríamos que preguntar a él mismo. Lo cierto es que The Legendary Tiger Man tocó en el escenario principal, dándole más proyección ante el gran público, que asistía a su descarga todavía bajo la lluvia.

En dos años que han pasado desde la última vez que vimos al portugués en el festival Vilar de Mouros a este le ha dado tiempo a cambiar por completo la configuración de su formación, convirtiéndose a trío, dotando de un aire muy Cramps (si cabe más) a su música.

Así, sin bajo, solo guitarra, sintes y batería, canciones como: “Good Girl”, “Naked Blues”, o “She´s a Hellcat”, sonaron más salvajes que lo acostumbrado, aunque la apabullante presencia estética y vocal del propio Paulo no hayan cambiado.

Rindieron tributo a sus queridos Suicide, con el cover de “Ghost Rider” y no pudo faltar tampoco la deliciosa versión de “These Boots Are Made for Walkin´” esta en boca de su compañera. Grande, como el espíritu del rock and roll que profesa.

¿Qué ocurre si Jarvis Cocker y Pulp prohíben la entrada a cualquier fotógrafo al pit de su escenario? Pues que te apuestas en un buen lugar cerca de la mesa de sonido y disfrutas del concierto, porque a Jarvis se le perdona todo, más después de su espectacular y único concierto que sobrevoló arrasando cualquier atisbo de vulgaridad el parque luso.

A petición propia de Jarvis y su equipo, el concierto no había sido programado en el escenario principal, supongamos que, por la configuración del espectáculo en sí, o por las manías de cada uno, vaya usted a saber. Esto dio lugar a uno de los conciertos más abarrotado en lo tocante a espacio de todo el festival, causando que mucha gente situada atrás no viera mucho, la vida es así y los festivales también.

Esgrimiendo eslóganes en portugués – para animar al personal – Pulp comenzó su concierto antes de lo previsto, convirtiendo el espacio en una olla a presión cargada de ganas de ver el show. Una proyección gigante del planeta copa el escenario y averiguamos la delgada figura de Jarvis, que se corona como el gran jefe de la noche. Suena “I Spy” del inevitable e imprescindible Different Class (1995) – sobre el que vertebró – gran parte de la noche y entonces entendemos que estar ahí ha merecido la pena, aun con los pies llenos de barro, o el pelo a punto del encrespamiento sempiterno por la humedad de Oporto.

Va el mamón y se suelta con “Disco 2000”, bajando por las escaleras luminosas y cegándonos con las luces estroboscópicas, no hay nada que hacer, estamos todos en sus mano y Jarvis lo sabe.

“Mis-Shapes”, desatándola exaltación entre gran parte de los presentes, precedía a un sentido homenaje a Steve Mackey, el malogrado bajista fallecido el año pasado y a Steve Albini, con unas preciosas palabras por parte de Jarvis, antes de colgarse una guitarra de doce cuerdas para tocar “Something Changed”.

A partir de ahí la cosa siguió subiendo más y más, aunque parecía imposible, pero no, sonido perfecto, iluminación ídem, banda en estado de gracia y un Jarvis Cocker comunicativo y con una energía envidiable.

Cómo íbamos a reprochar nada, con temas como “Do You Remember the First Time?”, o “Babies”. No fue un sueño, vimos a Pulp mejor que nunca. Por favor, que esta reunión no acabe nunca.

Íbamos llegando al final en lo tocante a actuaciones mediáticas con la presencia de The National en el escenario principal. Con todos mis respetos a los de Matt Berninger, por mí podrían haberse sacado la chorra en el escenario, que después de ver a Jarvis en acción todo me daba igual, a mí y a otros miles de personas que llegaron tarde al concierto de los de Brooklyn, por ver finalizar a Pulp.

El caso es que The National tenían preparado un set de más de dos horas y eso yo no se lo perdono ni a los MC5 que suban del infierno. Y eso que hay que reconocer que el mencionado Matt sigue siendo un animal escénico, dispuesto a todo, incluso a bajar del escenario, como hizo, saltándose las vallas de contención, arriesgando su físico para darse un baño de masas.

Hay que mencionar que “Terrible Love”, “Conversation 16”, “England”, o “Bloodbuzz Ohio”, las únicas que cayeron del disco con el que se dieron a conocer, siguen sonando igual de refrescantes y oscuras que hace ya más de dos decadas, pero ahora me es inevitable emparentarlos con unos Coldplay.

Hay que reconocer un justo concierto a la altura de las expectativas de lo que todo el mundo esperaba de ellos en un gran recinto.

En el otro escenario grande estaba a punto de comenzar la cantante, productora, DJ, diseñadora, pero sobre todo “diva experimental”, Arca. Lo de la venezolana Alejandra trasciende lo meramente musical para convertirse en un auténtico fenómeno fuera de lo común.

Reconozco que nunca me había puesto a profundizar en su figura, pero fue estar viendo a sus fans en primera fila y en el meollo de la cuestión y llegar a casa y escucharme a todo volumen su discografía.

Verla salir de buenas a primeras cantando “Madre Mía”, mientras se movía por el escenario, columpiándose sobre unas cadenas, cuando los fans lloraban, tiraban flores o portaban carteles creados ad hoc con leyendas como: “madre, acéptame como soy”, significa algo y es la comunión total con su gente.

Una admiradora gritaba “¡Bella!” explicitando así su pasión por la venezolana, a lo que esta contestaba “¡Bella tú!” antes de atacar con “Machote”.

No había mejor manera de despedirse de este Primavera Sound Porto con la debida ración de decibelios, distorsión y maldad sonora, además de un tinnitus considerable que, con la propuesta gamberra de Mandy, Indiana. El trio de Manchester también son de los que caminan peligrosamente sobre la cuerda floja, que delimita la sinvergonzonería y el rollo experimental.

La diferencia con otras propuestas sonoras y visuales del estilo es que Mandy, Indiana lo disfrutan sobre el escenario y esto lo contagian hasta límites insospechados. Solo así podemos explicar ese extraño trance al que sometieron a los pocos cientos que aún quedaban en el lugar, con temas como “Peach Fuzz”, o esa suerte de punk electrónico titulado “All the Same”.

Una batería destartalada, sintetizadores tirados por el escenario y una guitarra roñosa son sus armas. Si pasan por tu ciudad, corre a su llamada.

Se cierra así esta edición del Primavera Sound Porto, un festival que nació del Primavera Sound de Barcelona – así te lo hacen saber con un luminoso a la entrada, que reza: “Created in Barcelona” – pero que ha tejido su propia personalidad a lo largo de todos estos años.

Organización exquisita y cuidada, con la diversidad – no solo musical – como bandera no negociable, hacen de este festival en plena ciudad de Oporto, una de las mejores citas europeas musicales. Nos vemos en el 2025.

Fotos Primavera Sound Porto: Fernando del Río

 

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