The Yagas debutan con Midnight Minuet
No se lo expongas a Norman Bates, ni a Annabelle, pero la emperatriz del horror tiene otra cara, y no es menos espeluznante. Vera Farmiga, sí, la misma que ha enfrentado a demonios en El Conjuro con el rostro sereno de quien ya se ha aspirado un habano en el infierno, ahora se mete en terrenos aún más escurridizos: el rock alternativo industrial. Y no, no es otro proyecto actoral convertido en pretensión musical con más ego que alma. Esto es The Yagas , y su debut Midnight Minuet es tan inquietante como poético, como una epístola de amor escrita con navajas oxidadas. Desde el nombre, inspirado en Baba Yaga (esa bruja eslava que vive en una choza sobre patas de gallina) ya sabes que esto no es indie para playlists de café con leche. Esto es una especie de rock-folk maldito, distorsión gótica y pop ácido cocinado en una olla vieja, en la cocina de una casa donde los espejos ya no reflejan nada. Farmiga y su banda no inventan canciones: expulsan conjuros.
«I Am» suena tanto como si Mazzy Star hubiese tenido un hijo bastardo con Alice In Chains y lo hubiesen criado en un cementerio. Una voz que cautiva como el opio, pero patea como una exorcista cabreada. Es grunge con alma negra y atmósfera de ritual. «Life Of A Widow» empieza como synth-pop de felpa y concluye arrojándote por un acantilado de guitarras crudas. Es lo que escucharías si caminaras por un bosque después de medianoche con la certeza de que algo (alguien) te sigue. Pero no te molesta, porque suena jodidamente bien. Y «Anhedonia» es lo que The Stone Roses hubiera hecho si se hubieran metido en una clínica de rehabilitación emocional en Seattle, 1993, y hubiesen compuesto su propio réquiem. Un riff que se retuerce como un alambre en la garganta, y una letra que parece dictada por el mismísimo Bukowski después de su décima cerveza y un ataque de vigilia existencial.
El trabajo en general es orgánico y bien hecho, detallado, seguramente grabado todo en un sótano repleto de humedad y recuerdos rotos. Pero funciona. Porque Midnight Minuet no busca sonar perfecto, busca sonar verdadero, y en eso acierta sin dudarlo. Cada track vibra con una urgencia que huele a sangre, a lágrimas viejas, a noches en vela repasando errores como cicatrices. ¿Cosas negativas? Claro. Hay momentos donde la estructura parece aferrarse a lo predecible, como si aún dudaran de su poder. Pero esos instantes duran poco, porque esta banda tiene colmillos, y una vez que muerde, no suelta. Vera Farmiga ha demostrado que no solo puede conversar con espíritus. También puede encarnarlos. Y con The Yagas ha encontrado un canal para expeler perfección enferma y crear un álbum que no solo se escucha: se siente, como una fiebre, como una herida que arde, pero te recuerda que estás vivo.
A continuación puedes escuchar Midnight Minuet, el primer álbum del grupo norteamericano The Yagas.