The Jesus & Mary Chain – Live At Barrowlands (Demon)
Han pasado diecisiete años desde que The Jesus & Mary Chain publicaran su último trabajo, Munki (1998), tiempo en el que tanto su influencia, como su vigencia no se ha resentido un ápice.
Desde 2007 hemos asistido a la publicación de algún recopilatorio y a la celebración de varias giras, la última de ellas aprovechando el 30 aniversario de su debut, Psychocandy, obra fundamental para entender la evolución y el nacimiento bases del noisepop, el shoegaze y la distorsión. Ello ha derivado en la edición de este Live At Barrowlands, grabado en directo el pasado mes de noviembre en el Barrowlands Ballroom de Glasgow.
Con un sonido enérgico y contundente, los hermanos Reid repasan su carrera y nos dan en una lección en casi dos horas, de quién siguiendo la estela de The Velvet Underground o The Stooges y apropiándose del tono melódico facturado en las obras de Phil Spector, fueron capaces de facturar una colección de discos para enmarcar.
Así, mientras lleguen las ya anunciadas nuevas canciones (siempre y cuando no acaben a hostias), podemos deleitarnos con un artefacto que aparte de contener las catorce piezas de su primer LP, se abre con un «prelude set» con otros siete momentos destacados de su discografía, donde caben tanto el pop facturado en Darklands (1987) («April Skies») como en singles sueltos («Some Candy Talking») o en descartes («Up Too High», «Psychocandy»), los toques ramonianos de la era Automatic (1989) («Head On»), las bases pregrabadas arropadas por una maraña de ruido infranqueable en «Reverence» o la recuperación del que fue su primer sencillo, «Upside Down», que da paso a la batería inconfundible a lo Ronettes, de la inmortal «Just Like Honey».
A partir de ahí, un paseo por el lado más salvaje e inspirado de los escoceses, que difícilmente puede recrearse fuera del propio concierto, dado el nivel de decibelios que logran alcanzar (quien les haya visto sabe a qué nos referimos). Pero aún así, tremendamente disfrutable dado el potencial de distorsión y la labor de un inquieto William Reid, no queriendo reproducir tal cuál el sonido de estudio, sino llevándolo mucho más lejos y llenándolo de matices. Con los toques surf a lo «Pipeline» en «The Living End», la suciedad de «Taste The Floor», la melodía pegadiza de «The Hardest Walk», los ecos velvetianos de «Cut End» y su reverso salvaje en «In A Hole».
Un catálogo de gemas mayúsculas que se completa con las redondas «Taste Of Cindy» o «Never Understand» (más surf), la oscura «Inside Me», el remanso de paz de «Sowing Seeds» que remite de nuevo a Phil Spector, el tono The Beach Boys de «My Little Underground» y la tripleta final de «You Trip Me Up», «Something Wrong» y la bajada a los infiernos entre alaridos y acoples de «It´s So Hard».
En definitiva, la recreación en directo de algunas de las canciones que fueron la semilla de gran parte de lo acontecido en las tres últimas décadas.