Broadcast – Haha Sound (Warp)
Otro (el enésimo) de los regresos más esperados de la temporada era, sin duda, el nuevo trabajo de Broadcast, una de esas bandas que han puesto a su favor al tan complicado matrimonio de crítica y público gracias a la originalidad y la calidad de su propuesta. E, incluso, ahora se han dado el lujo de evolucionar en su concepto musical en los momentos más difíciles para ellos. Y lo han superado con matrícula de honor.
Haha sound llega después de tres años desde que publicaran el aclamado The noise made by people (2000) –con el paréntesis del EP Pendulum también de este año- y ha superado el desmembramiento del grupo –se ha quedado en un trío tras las deserciones de Steve Perkins y Roj Stevens– y el fallecimiento de uno de los capos de Warp y amigo personal del grupo Rob Mitchell, al que está dedicado el disco y, sobre todo, la penúltima canción “Oh how I miss you”.
Sin embargo, al contrario de lo que cabría suponer, los tres años de trabajo y todas estas noticias negativas han hecho que el grupo aleje algo las atmósferas más oscuras de sus anteriores discos y se abra a la luz y a un lado –permítaseme- algo más bucólico ¿Flower Power? .
Cierto es que siguen existiendo reminiscencias cinematográficas (Ennio Morricone o el cine italiano de los 70), aunque el disco transcurre entre canciones de cuna arropadas bajo la voz de Trish Keenan y baladas que bien podrían haber pertenecido a películas como El graduado y momentos más experimentales, electrónicamente hablando. Al primer grupo corresponden los minutos más brillantes como el primer corte, “Colour me in” con aires de tío-vivo de feria, o “Valerie”, anticipo de villancico navideño con final espectral, y mi favorita de entre todas: “Lunch hour pops”. El lado más barroco, por otro lado, está del lado de alquimias como “Man is not a bird”, “Black umbrellas” o “Distorsion”.
Pese a esta separación, el regreso del ahora trío de Birmingham (la propia Trish Keenan, junto a Tim Felton, en la guitarra, y James Gargill, como bajista y teclista) es una invitación para perderse entre la añoranza y la felicidad, y soñar con las verdes praderas de la vanguardia musical.