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DCode Fest 2012. Asistimos a la segunda edición del festival madrileño

Intro

El DCode Festival parece querer consolidarse dentro de la deficiente oferta festivalera que se presenta actualmente en Madrid, con el desarrollo de su segunda edición y lo hizo en el mismo emplazamiento del año anterior el complejo deportivo «Cantarranas» de laUniversidad Complutense (UCM), pero con algunos pequeños cambios como el traslado de fechas o la disposición y número de escenarios, aparte de mejoras en los accesos (aunque las colas que se formaron el primer día para recibir la correspondiente pulsera, llegaron a ser excesivas) y en la cantidad de puntos de avituallamiento para el público.

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El paso a celebrar el Festival a mediados del mes de septiembre, en lugar de junio, ha supuesto la existencia de unas condiciones climáticas mucho más favorables, sin la existencia de un calor tan extremo como aquel que tuvimos que soportar todos los asistentes a la primera edición, donde muchos rozaron la deshidratación; por otra parte, se ha pasado de tener dos grandes escenarios gemelos pegados entre sí, donde se alternaban las actuaciones en paralelo y un tercer escenario para grupos noveles y de menor popularidad, a la existencia de sólo dos escenarios uno principal y otro secundario, entre los que las actuaciones nunca llegaban a solaparse por completo, de modo que ha sido posible ir enlazando unas con otras hasta que los asistentes no tuviesen especial interés en alguna  en concreto…

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No están los tiempos fáciles para la música, así que poder afirmar con rotundidad que un festival ha sido un éxito es un auténtico privilegio. Con la segunda edición del DCode, lo tenemos fácil, 14.600 personas el viernes y 20.000 el sábado pueden atestiguar que merecía mucho la pena ver a  Sigur Rós, The Killers, The Kooks,  Kimbra, Kings of Convenience, Fira Fem o Triángulo de Amor Bizarro, y un poco menos a Justice.

El resultado es que por fin Madrid tiene el festival que merece.  Y que dure muchos años.

 

 


 

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Le Traste

El honor de inaugurar la actividad musical del Festival les correspondió al cuarteto Le Traste, de quien el propio director del DCodehabía dicho previamente que «son, junto a Fira Fem, la banda nacional que no hay que perderse en esta edición»; lo cierto es que puede que el mensaje le llegase a algunos espectadores, porque a pesar de las horas y la enorme solanera que caía, había cierta cantidad de gente y no todos se limitaban a buscar alguna lejana sombra desde donde divisar la actuación, sino que algunos grupos de valientes se acercaron junto al escenario para poder juzgar acerca de su propuesta, que se acerca al folk merced al empleo de guitarras acústicas, pero sin dejar de lado una cierta intensidad rockera aportada por su sección rítmica y es que tanto bajo como batería mostraron, no sólo por su aspecto y vestimenta, tener cierta predilección por propuestas más duras, cercanas a la escena hardcore.

Pablo Olivera

 

Napoleón Solo

Los granadinos Napoleón Solo venían al DCode con su segundo álbum, Chica Disco (El Volcán Música, 2012), bajo el brazo y alternaron la presentación de canciones de este nuevo trabajo, con los mejores momentos de su disco de debut y por lo mostrado en directo, parece que su propuesta no ha cambiado en absoluto pop vitalista guitarrero y de letras sencillas, entonadas por la aguda voz de su cantante, Alonso Díaz, que no dejó de destilar buen humor y cierta sorna en los parones entre canciones.

Pablo Olivera

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Dorian

Quizás el mismo Marc Gili, cantante del grupo Dorian, hablaba únicamente en primera persona cuando anticipaba que no estaban acostumbrados a tocar a esas horas, con la luz del día aún presente, pero lo cierto es que por momentos se le vio algo perdido y desubicado a lo largo de toda su actuación, inconveniente que fue aplacado por sus propios compañeros, merced a un sonido muy sólido y contundente, debido a las tablas que da el no haber dejado de girar y girar a lo largo de estos años, siendo este su antepenúltimo concierto en tierras españolas antes de comenzar la grabación del que será su nuevo trabajo, aunque antes de encerrarse en el estudio incluso tendrán tiempo para volver a «saltar el Charco», de nuevo.

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Destacar el gran detalle que tuvieron, al interrumpir en mitad su actuación y portar entre todos sus componentes una pancarta contra la subida del IVA en el mundo de la cultura («La cultura no es un lujo. No a la subida del IVA»), mientras su vocalista leía un manifiesto que contó con la aprobación de todos los allí presentes y de los que no lo estaban, porque es algo que nos afecta negativamente a los amantes de la música en particular organizadores, grupos, público, medios… y a toda la Sociedad en general, que  de esta forma, mucho más limitado el desarrollo de cualquier inquietud cultural.

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Apoteósico final con «La tormenta de arena» y Marc bajando al foso para congraciarse con el público allí presente, para despedirse después con un mensaje por lo que pueda pasar de aquí en adelante «Seguid disfrutando de la música y que Dios nos pille confesados».

Pablo Olivera

 

Dinero

El trío Dinero, afincado en Madrid, iniciaba oficialmente en el DCode la gira otoñal de presentación de su segundo disco, el recién lanzado Año Perro (2012). Tras haber ejercido de teloneros de Foo Fighters en su última visita a la Capital el año pasado, lo cierto es que el grupo ha empezado a darse a conocer y  contaron entre su audiencia con quienes prefirieron decantarse por la potencia de su sonido, con el que presuntuosamente dijeron que iban a «hacer avergonzar a los de ahí al lado», en referencia a Dorian, que estaban finalizando su actuación en el escenario principal, pero lo cierto es que su repetitivo pop-rock de guitarras con aires emo no contó en ningún momento con mayor apoyo que los catalanes, quedando en evidencia a los 10 minutos de actuación, que aún deben de lograr conseguir un sonido menos lineal y más diferenciado en sus canciones, pues sus composiciones resultan tremendamente repetitivas.

Pablo Olivera

 

 Niños Mutantes

Los granadinos tenían la siempre difícil papeleta de abrir  el escenario grande de un festival. Con los kilómetros que llevan encima, no se amedrentan con facilidad, así que ofrecieron un recital de guitarras y estribillos a través de lo mejor de su reciente Naúfragos.Lástima que no tuvieran tiempo para más.

Iñaki Espejo-Saavedra

 

 

Triángulo de Amor Bizarro

Era difícil después de las entrañas que nos habían zozobrado tan intenso con Sigur Rós empatizar con el noise a piñón fijo deTriángulo de Amor Bizarro, pero la verdad que no hubo problema para conseguirlo.

Evitando por el camino a zombies químicos variopintos, me abrí paso hacia el escenario Heineken y la bofetada en la cara fue manifiesta irrumpía con una violencia desatada «La malicia de las especies protegidas» uno de los temas más cáusticos de esa atrocidad deleitosa que es Año Santo (10).

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Abrasivos y totalmente a lo suyo, los gallegos iban desgranando su cancionero con pocos momentos para tomar aire («Super Castlevania IV», «El fantasma de la transición»), y sí muchos para desatarnos con auténticos clásicos como «De la monarquía a la criptocracia» o «El himno de la bala».

Su directo ha ganado en matices y rotundidad desde que son un cuarteto, y no les faltó mala hostia para criticar el estado en el que vivimos políticamente sumergidos con «Isa Vs. el Partido Humanista» y dar la puntilla con «El crimen cómo ocurre, cómo remediarlo».

Raúl del Olmo

 

The Shoes

El grupo francés de indie dance, The Shoes, llegaba avalado por el éxito mediático de su single «Time to dance», con el que todos los allí presentes vibraron, aunque ya desde mucho antes habían logrado conectar con el público, que en general pareció disfrutar de un conseguido directo. Lo cierto es que su propuesta electrónica es bastante variada y va del house a sonidos con ciertos aires tropicales, aunque sin duda lo que más sorprendió a muchos de los asistentes, fue la presencia de dos baterías en escena, lo que les da un cierto empaque rockero en directo, aunque aun están lejos de ser «los nuevos LCD Soundsystem» como algunos de los allí presentes comentaban.

Pablo Olivera

 

dEUS

Si bien pareciera que una banda como dEUS ya no interesa a nadie, la verdad es que se trata de un pensamiento errado su entusiasta concierto, equilibrado entre sus últimos trabajos menos atractivos y sus gloriosos primeros envites, atrapó sin problemas a su público fiel que supo entender la propuesta.

Es cierto que la llamada madurez artística les hace componer temas tan faltos de chispa como «Sirens» o canciones que no van a ninguna parte como «Girls keep drinking», pero su excentricidad primeriza sigue estando presente y consiguen levantar muros de sonido con resultados tan espectaculares como el logrado con «Instant Street» o la trepidante construcción de funky bastardo que es «Fell off the floor, man».

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Agradecidos y entonados, cerraron su show como no podía ser de otra forma, con ese himno de primeros noventa que es para muchos «Suds & Soda», remontándonos a una década irrepetible, mientras que mis queridos smart-querubines modernos no entendían mucho lo que allí pasaba.

Raúl del Olmo

 

Kimbra

El nombre de la neozelandesa Kimbra ha logrado estar en boca de muchos sin haber escuchado su música, merced a su colaboración vocal en el tema «Somebody that I used to know» de Gotye, que ha alcanzado un cierto éxito global, lo que dio cierta una expectación a su primera actuación en territorio español; ataviada con un colorido y llamativo vestido, al más puro «estilo Bjork«, se la vio con ganas de agradar al público, aunque lo cierto es que el sonido no pareció acompañar a su banda por momentos y su voz chillona pudo resultar excesivamente estridente para lo esperado, aunque quizás, todo se deba a que a la intimista propuesta de su disco de debut le vino grande el escenario y seguramente, su directo sea mucho más disfrutable en pequeñas salas y no al aire libre.

Pablo Olivera

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Kings of Convenience

Kings of Convenience hicieron un concierto sencillamente precioso. Empezaron en acústico, en formato Simon & Garfunkel, y aunque las canciones son las de siempre (llevan años sin publicar nada nuevo), el virtuosismo melódico que despliegan fue emocionante. Lástima que la mayoría de la gente, que estaba más a comentar la semana a la espera que Justice que a la música de los noruegos, desluciera el concierto. La segunda parte del repertorio fue con banda y por lo menos el ruido ambiente disminuyó. La única pega que puedo poner, y que no deslució el recital es que  Erlend Øye (que luego se hinchó a vender camisetas), estaba tan indolente en actitud y comentarios, que parecía flotar a medio metro del resto de mortales.

Iñaki Espejo-Saavedra

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Sigur Rós

Era la quinta vez que me encontraba a Sigur Rós en directo. El temor, como las veces que les he visto en el entorno de un festival, se apoderaba de mí la heterogeneidad de la propuesta de DCode, o mejor dicho, la absoluta diferencia estilística y emocional que pudiera tener la banda islandesa con el resto de propuestas, era tan abismal que el miedo a estar rodeado de gente que no entendiera nada o irrespetuosos se apoderó de mí. Afortunadamente, el núcleo de fans de Sigur Rós era poderoso en primeras filas y un respeto absoluto se apoderó del ambiente.

La puesta en escena era somera y minimalista, con proyecciones difuminadas y un conjunto de bombillas  que latían a ritmos lentos sustentadas desde el suelo. De primeras, ya nos dimos cuenta que iban acompañados de sección de cuerda y viento, lo que presumía un concierto expansivo, como así fue, alejado todavía -habrá futura gira en febrero y marzo más centrada en su reciente lanzamiento- de la huída hacia dentro, del repliegue emocional y exigente del infranqueable y demoledor Valtari (12), un tratado de drones, ambient y esencia primigenia de la banda maravilloso con el que buscan huir de la imagen que, equivocadamente, les hacía estar cada vez más cerca de cortinillas de televisión para creativos con inquietudes musicales.

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De hecho, sólo sonó de su nuevo trabajo «Varúð», su tema menos exigente y más ortodoxamente asociable a la banda.

Llamó poderosamente la atención igualmente la ausencia de su barbudo teclista Kjartan Sveinsson, que, como declaró hace meses, estaba cansado de girar, sin que esto supusiese una salida de la banda, aunque es preocupante la ausencia, paliada por dos músicos a las teclas, flauta y oboe.

De nuevo, la actitud de Sigur Rós trascendía al entorno y con una solemnidad a prueba de balas evitando cualquier atisbo de facilidad o aceptación masiva -sólo surgió como perla más accesible su inmortal «Hoppípolla»- arrancaron con el dramatismo ardiente de «Í gaer», de su maravilloso doble Hvarf / Heim (07), del que también rescataron la revisión de «Hafsól».

Si por algo será recordado su concierto, será sin duda por la aglutinación de seriedad, tristeza y belleza que irradió su música, siempre esperable, pero que, en esta ocasión, dolía de forma aguda las lágrimas, los recuerdos, los anhelos, las ausencias…pasaban a velocidad de vértigo ante nuestros ojos cerrados mientras sonaban «Svefn-g-englar «,Sæglópur», «Olsen Olsen» o la catártica «Festival» con Jónsi alargando una nota hasta el infinito.

Y, una vez más, asistimos al final con la explosión de «Popplagið», broche de violencia sónica que nos sacudió bien adentro dejándonos exhaustos, tan vapuleados y purificados a la vez, que parecíamos estar naciendo de nuevo. Inmortales.

Raúl del Olmo

 

Justice

Y por fin Justice, lo que se presumía una gran fiesta pero que fue un tostón interminable. ¿Se imaginan a un pintor daltónico? Pues eso es lo que parecieron los franceses en el DCode. ¿Cómo puedes defender un repertorio electrónico que destaca por las canciones bailables y no saber llevar ni el ritmo de un concierto? Empezaban, paraban, volvían a empezar, salían de detrás de la cruz a poner posturitas, paraban… y así en espiral hasta incluso tirar por la borda «We are friends» y «D.A.N.C.E». ¿Estos son los que hace en el FIB de hace unos años pusieron el antiguo escenario carpa literalmente del revés? Que revisen esos vídeos, necesitan más de una pizca de lo que eran capaces de hacer aquellos años.

Iñaki Espejo-Saavedra

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Sábado 16

Los Nastys

La apertura de la segunda jornada de festival corrió a cargo de Los Nastys, un cuarteto casi imberbe que mostró una especial  predilección por el punk-rock que se practicaba en Madrid a principios de los años 80, con constantes guiños a los grupos de «La Movida». Están empezando y deben pulir aún más su sonido, aparte de cambiarse de nombre, para ser algo más que cuatro chavales con ganas de pasar un buen rato subidos sobre un escenario.

Pablo Olivera

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Syberia

Los barceloneses Syberia son un combo instrumental que se encuadra bajo la mezcla del post-rock y el post-punk, que ofrecieron intensos desarrollos sonoros a quienes prestaron atención a su música, ya que aunque tocaron ante un nutrido público, la gran mayoría eran adolescentes que guardaban su sitio de cara al plato fuerte de la noche. Lo cierto es que este tipo de propuestas comienzan a proliferar bastante en nuestra geografía y el nivel de los grupos comienza a ser alto; un proyecto a seguir para todos aquellos que gusten de este tipo de sonidos envolventes, plagados de intensidad y grandeza.

Pablo Olivera

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Zeno & the Stoics

Zeno & the Stoics se proclamaron ganadores del concurso B Coder convocado por la Organización y que daba derecho a actuar a los ganadores, en el segundo escenario del Festival. Lo cierto es no son ningunos novatos y ya llevan tres discos a sus espaldas, pero con su correcta propuesta no pueden aspirar a mucho más que ejercer de relleno en carteles de festivales y es que les falta actitud, y sobre todo, imagen, mucha imagen para poder llegar a despuntar en este mundillo, aunque quizás sus pretensiones no sean esas y no vayan más allá de ser un grupo de amigos que disfrutan tocando sus propios temas, con un sonido correcto interpretado con algo de clase y estilo, merced a los años de experiencia.

Pablo Olivera

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Fira Fem

Suponía un reto aguantar el sol de justicia que golpeaba fuerte el escenario principal para disfrutar del directo estimulante de Fira Fem.

Aún así, fue bastante el público que asistió a las evoluciones de la banda madrileña. Presentaban su debut discográfico Aedificatoria, publicado por Aloud Music este mismo año.

Su amalgama de electropop, tropicalismo y tintes post rock supuso una refrescante propuesta que logró un resultado convincente y rabiosamente actual, sin desdeñar una personalidad propia que les asemeje en demasía a sensaciones del momento.

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«Ladies, Clap, Gentlemen» o «Cine azteca» fueron temas que con su calado relajado a la vez que vivificante conquistaron a la audiencia congregada con facilidad. Mucho futuro por delante.

Raúl del Olmo

 

Capsula

Para quien escribe estas líneas, sin duda la gran sorpresa del Festival la protagonizaron los argentinos Capsula, quienes con gran actitud y estilo, demostraron lo que era el verdadero rock & roll de los 60 y 70, ese que no tiene fecha de caducidad; con su contundente sonido y unas enormes ganas de agradar al respetable, lo cierto que el trío fue capaz de meter se en el bolsillo al poco público que había a esas horas en el recinto con medidas descargas de su rock garagero. Las excelentes críticas que han recibido los dos trabajos de estudio con los que cuentan hasta la fecha, se vieron ratificadas con un incendiario directo en el que destacaron a partes iguales el sonido logrado y el desenfadado espectáculo mostrado por su cantante, Martín Guevara. Una cita ineludible para todo aquel que tenga ocasión de verlos en directo próximamente.

Pablo Olivera

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Supersubmarina

Nadie puede dudar de la asombrosa capacidad de conexión con el público que tienen los jienenses Supersubmarina, pero lo cierto es que su propuesta musical termina sonando excesivamente plana y lo peor, es que en sus canciones parecen sonar «ecos» de otras ya por todos conocidas, siendo flagrante la interpretación de ciertos riffs perfectamente reconocibles («En mis venas» incluye uno clarísimo del disco debut de Two Door Cinema Club), por parte de su guitarrista. Lo cierto es que no sonaron mal ni sufrieron problemas técnicos como en otras ocasiones, pero su propuesta es tan lineal, que llegan a aburrir y ya si uno se dedica a escuchar con atención algunas de sus letras, no puede más que sonrojarse, de ahí que encajen perfectamente dentro de la categoría de «pop de radioformula» por muy «indies» que fuesen sus inicios con el apoyo mediático de Radio 3.

Pablo Olivera

 The Right Ons

Los madrileños The Right Ons no sorprendieron a nadie con su animado y cuidado directo, trabajado a lo largo de estos años viajando por medio mundo, lo que les convierte en una apuesta segura en este tipo de eventos. Con un acertado repaso a sus tres álbumes de estudio, su actuación no decepcionó a ninguno de los allí presentes, destacando las composiciones de su último trabajo, Get it on(2011), y en especial, un imprescindible «There she goes» que ya se ha convertido en una especie de seña de identidad.

Pablo Olivera

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Django Django

Será quizás que el año no está siendo discográficamente muy prolífico, pero resulta curioso observar como los debutantes Django Django han superado en unos meses la etiqueta de posible hype, y se han asentado como una realidad que pocos cuestionan. En el DCode demostraron la razón, una propuesta que mezcla pop con funk y folk y entretiene desde el primer acorde. Soberbios en la percusión y algo faltos de voz, tienen tiempo de sobra para convertirse en otro interesantísimo grupo escocés.

Iñaki Espejo-Saavedra

 Lüger

Si había una propuesta abrasiva, impactante y de directo arrollador el sábado, esa no era otra que la de Lüger.

El año pasado la publicación de su segundo trabajo, Concrete Light (11), fue uno de esos lanzamientos que nos dejó perplejos en su resultado final psicodelia, rock progresivo y pinceladas electrónicas en un viaje de lisergia trepidante con momentos tan inapelables como «Monkeys everywhere».

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Eso fue justo lo que encontramos ayer sobre el escenario; los madrileños, armados con dos baterías y una actitud cruda e intensa, hicieron moverse hasta la extenuación a un público más talludo e inquieto que el que demandaban posteriores nombres de cartel.

Raúl del Olmo

 

Capital Cities

El duo californiano Capital Cities era una de las propuestas más desconocidas del Festival, pero lo cierto es que sorprendieron con una divertidísima puesta en escena, acudiendo ataviados de forma llamativa y cargados de buen humor en la interpretación de sus coreografias, que desarrollaron al son un sonido muy variado funk, electropop y música disco unidos de la mano por un grupo que cuenta únicamente con un único Ep homónimo editado hasta la fecha, por lo que no dudaron en completar su actuación versionando a su manera el «Nothing compares to U» de Sinead O´Connor o culminando su concierto por todo lo alto, con el archiconocido «Holiday» de Madonna.

Pablo Olivera

 

The Kooks

Y mientras todo el mundo esperaba con ansia a The Killers, cuatro chicos de Brighton reventaron el escenario a base de hitazos y testosterona adolescente. Había gente que llevaba esperando a Brandon Flowers desde las seis de la tarde y el escenario estaba a reventar, pero los británicos no quisieron ser menos. Con total soltura fueron soltando trallazos como si tal cosa («Junk Of The Heart (Happy), «Do You Wanna»),  mientras el público (predominantemente femenino), bailaba encantado y celebraba cada guiño de un animadísimo Luke Pritchard. Por si sus propios hits no eran suficientes, subieron al escenario a Mark Foster y juntos el rompepistas del año pasado, «Pumped Up Kicks».

Iñaki Espejo-Saavedra

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The Killers

The Killers parecen empeñados en ganar a Coldplay la carrera para ser los nuevos U2 y reinar para siempre sobre los estadios y los festivales masivos. Pero claro, comparar a The Killers con U2 tiene un problema, y no es de éxito, porque los de Las Vegas son imparables, sino de profundidad. Lo único que ofrecen The Killers, además de una interminable colección de canciones coreables, es una especie de perfección solemne que comienza por un impecable Brandon Flowers a punto de ingresar en la academia militar de West Point.

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Su imagen está tan calculada, que para evitar estropearla con un poco de sudor, no se permiten fotógrafos en el foso. Poco importa, entre el público eufórico se comprueba mejor como se sucediendo canciones tan celebradas como huecas («Human» es el ejemplo perfecto), poses de deportista triunfador en unos juegos olímpicos, y algún que otro detalle «indie» («Shadowplay» de Joy Division), para salvar la papeleta. También tuvieron su momento romántico versionando el «Forever Young» de Alphaville, pero de su próximo disco,  Battle Born,  prácticamente nada.

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Por lo poco que pudimos escuchar ayer en el DCode, «Miss Atomic Bomb», será más de lo mismo que el Day & Age.

Iñaki Espejo-Saavedra

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