Eska – The Ordinary Life Of a Magic Woman (Earthling Recordings)
Han pasado diez años desde que Eska publicase su anterior disco de título homónimo en donde mostraba sus habilidades como compositora de ritmos angulosos en donde se mezclaba el soul con el rock, y los experimentos tonales apoyados por su expresiva voz. En este tiempo transcurrido hasta la actualidad Eska Mtungwazi – nacida en Zimbabue pero ya desde temprana edad emigraría con su familia al sur de Londres – se ha dedicado a la crianza de sus dos hijos y a componer con calma las canciones de este, para quien esto firma, uno de los grandes discos de esta temporada.
Esta mujer que se crió escuchando a Quincy Jones, Prince, Madonna y Bob Marley entre muchos gustos afines compartidos con su familia, ha estudiado música en el conservatorio pero estaba claro que su forma de entender la composición traspasaba las acotaciones de un pentagrama, así que se lanzó a producir música libre de encorsetamientos. Matthew Herbert se enamoró de sus canciones y le produjo el anterior disco mencionado, y después ha trabajado de corista para Grace Jones o The Cinematic Orchestra.
Toda este bagaje atesorado todos estos años redunda en The Ordinary Life Of a Magic Woman (Earthling Recordings, 2025), un elepé que arranca con los golpes machacones de batería y unos coros a lo Prince que arrastran al oyente en “Down Here”. En este tema ya queda clara la profundidad de campo de la música de Eska, y su capacidad de seducción gracias a su cualidad sincrética de unir tradición y narrativas de futuro.
“Daddy Long Legs” retoma el sonido de Minneapolis y se deja espolear por la urgencia de unos sintetizadores que crean espacios retrofuturistas hiper sensoriales. Es como si pusiéramos en la misma coctelera a Prince, Captain Beefheart y John Carpenter. Glorioso. El trote technopunk (algo que ya quisieran hacer Algiers algún día desmarcandose del cliché) derriba con todo a su paso en “Magic Woman”, que embiste con guitarras afiladas (riffs bluseros de Dave Okomu) y tiene el groove de un Sly Stone con un tripi de más; “Human” es pop esquivo, que cuando parece que se enfila por sendas reconocibles es capaz de hacer una pirueta con tirabuzón; los ecos a Zappa parecen encaramarse sobre la zigzagueante senda que traza “Fazerfolk” en donde rock y blues crean un magma incandescente, mientras que “Touch” es una bella balada sostenida sobre el sonido de una arpa que encuentra cobijo en un limbo imaginario de un día luminoso en California junto a Joni Mitchell pasado por el tamiz de su educación musical clásica. Eska es un lujo.

