Nudozurdo + Disco Las Palmeras! – Teatros del Canal (Madrid)
La Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid albergó la noche del miércoles una sesión más del ciclo de conciertos Retratos Mahou. Se contrató a Disco Las Palmeras! para que allanaran el camino a los madrileños Nudozurdo, pero a juzgar porque la mayoría del público optó por homenajear en la barra a la marca patrocinadora de cervezas en vez de atender a su concierto no parece que lograran los gallegos su cometido.
A muy poca gente le interesó entrar anticipadamente a ver cómo la banda se las apañaba con sus pedales y su falta de entendimiento con el bajo, y de los pocos que entraron a asomar la cabeza, muchos fueron los que desistieron antes del final de la actuación. Y es que los gallegos no supieron aprovechar la oportunidad de oro que se les brindó de tocar en un escenario tan recogido, con una acústica tan corpórea y nítida. Disco Las Palmeras! no supieron adaptarse a este entorno, no fueron nada camaleónicos, ofrecieron un espectáculo tan desidioso como lo harían en cualquier garito oscuro y estrecho del barrio de Malasaña.
Las bases programadas ensuciaron su sonido, los juegos con pedales y amplificadores no tenían dirección, amén de repetirse una y otra vez, la voz del cantante parecía enviada desde el cuarto de baño y la potencia resultó excesiva. Ofertaron un concierto que recordaba mucho a un ensayo general, y eso que tenían ganados de antemano a gran parte del poco público que los estaba viendo. El acierto y la virtud de este tipo de conciertos de rock en teatros es que permite verle el cartón a las canciones, y si no moldeas tu espectáculo y lo adaptas al medio, corres el riesgo de que las canciones mediocres no sepan defenderse por sí mismas. El estreno de los nuevos temas supuso la confirmación de que todo seguiría resultando plano, plano, plano, y aburrido. En definitiva, que nada nuevo bajo el sol.
Llegó Nudozurdo y nos dio la razón, con unas versiones específicamente arregladas para la ocasión, tan sólo a la guitarra y con el virtuosismo imperante de una viola o violín, que no acerté a distinguir desde nuestro asiento, y con un hermoso violonchelo, pusieron en pañales «El diablo fue bueno conmigo», subrayando las letras y la voz jodidamente sexual de Leo. Continuaron acojonando y acongojando al respetable y con mucho ídem, en la versión también esquemática de «Mensajes muertos». Violación comunal de sentimientos para un público educadísimo y expectante. No fue hasta que le tocó el turno a «Ganar o perder» cuando aparecieron en escena batería y bajista para dar comienzo a un recital más clásico de rock. Más tarde se les uniría otro grande segundo guitarrista, que se transformó en El Señor de las maquinitas para jugar en directo con los efectos sobre las voces, amortiguando así los quebraderos de cabeza que el pedal del cantante les dio durante todo el concierto.
Esta vez junto a los de Galapagar profanamos tierras que ya antes habían pisado Yo la Tengo o los magnánimos The Cure, todo con un toque personal claustrofóbico pero a la vez anhelante. Haciendo gala toda la noche de un rock transgénero que se mueve con facilidad entre las melodías pop y el hermetismo del rock más áspero. Montones de grasa vinieron de la mano de la celebradérrima versión de «El hijo de Dios». En esta ampulosa travesía del desierto acudimos emocionados a unas tal vez demasiadas efusivas guitarras en «Prometo hacerte daño» que pronto fueron soliviantadas por la erótica de Leo. El mismo que luego se quejó de que el público estaba demasiado callado y quieto. El silencio era respuesta del apabullamiento emocional, provocado por la admiración y el respeto que casi culmina en éxtasis colectivo con la perfecta, redonda y grandísima canción «Dosis modernas», tan conseguida como esa «Lucha de Gigantes» de Antonio Vega.
Adoleció el concierto de un error bulto al programar seguidas varios versiones extendidas de algunas canciones, obligando al oyente a recorrer un largo río buceando sin permitirle salir a tomar siquiera una bocanada de aire. Así que se agradeció la versión sureña de «Contigo sin ti».
Para terminar con el bis se despidieron muy acertadamente con «Mil espejos» que dice en su letra:…donde queríamos estar.