Nudozurdo – Voyeur Amateur (Mushroom Pillow)
El de Nudozurdo podría calificarse como el sonido de la perversión. Del más oscuro y clásico post-punk, del que aún conservan esa angustiosa pulsión que siempre los ha distinguido, renacieron en unos fallidos ejercicios electrónicos que más que acercarles al pop de digestión menos densa les alejó de unos presupuestos incontestables a los que ahora vuelven, en gran parte asesorados por la experiencia de Ricky Falkner y las contrastadas mezclas de Santos y Fluren. Como impulsados por un antiguo motor al que hubieran petroleado e inyectado la dosis correspondiente de aceite, los impulsos de este inquietante Voyeur Amateur impresionan por su capacidad para captar la esencia de todas las virtudes que hicieron del trío uno de los baluartes de la post independencia en nuestra escena. A priori, lo poco salvable de los últimos capítulos de su etapa más “light”, representados en Rojo Es Peligro, eran unos cuantos apuntes sobre a dónde habrían podido llegar si se hubieran reinterpretado en la dirección correcta. Al echar la vista atrás, que les supone mirar con optimismo hacia adelante, se han encontrado consigo mismos y con una colección de temas que se igualan en intensidad y detalles a los contenidos en el desarmante Sintética, es decir, de una brutalidad absoluta.
Leo Mateos se ha convertido en su propia marca, en un vocalista absurdamente desafinado que proclama el dolor y la hecatombe emocional a cada frase, con una entonación quejumbrosa que se hace daño a sí misma y convierte cada canción en una letanía, un pequeño apocalipsis construido entre punteos de guitarra y sintetizadores que se retuercen en el kraut rock de “Jaula de oro” (aumentado por las voces de Ariadna de la Fuente, ya brillante en Tremenda Trementina) y el conglomerado espacial de “Bronca zafiro”, percutiendo en una base rítmica imbatible comandada por un Ricky Lavado sencillamente magistral en la batería. Los títulos resultan tan contradictorios como de costumbre, con “Bondage belcanto” introduciendo el concepto y “Adaptación coral” concluyéndolo con un arrastrado folk sui generis, desquiciado y conmovedor, hacia un punto y final que no es sino otro punto y seguido. Hasta ese extraño pero seductor “Beso co-rector” con atmósferas atómicas a lo PJ Harvey o la decadencia retorcida de “La ruta de los Balcanes”, casi diez minutos sin respiro. Dar tregua nunca ha sido la especialidad de los madrileños, está bien que vuelvan a dejarlo claro.
Tal vez la nueva joya de su repertorio sea “Úrsula, hay nieve en casa”, con las cuerdas en primer plano (en “Estás tan perdida” también consiguen darles preferencia) y una letra contradictoria y enfermiza, en consonancia con el resto de un trabajo monumental, hasta arriba de fuerza eléctrica y robustecido por las (viejas) vitaminas que consiguen que volvamos a amarlos con la devoción del creyente primigenio. Nudozurdo, esta vez sí, suenan devastadores y hacen de la desazón un arte. No es fácil mantenerse, ni mucho menos resucitar cuando muchos ya te daban por muerto antes de tiempo.