Ramírez – Book of youth (Gran Sol)
Víctor Ramírez es un talento precoz que, a sus veintipocos años, ha tocado en un dúo (Oh Libia!), en un grupo (Tórtel) y en un súpergrupo (Coleccionistas). Además ha conseguido que gente como Ken Stringfellow y Joaquín Pascual accedan a producir sus trabajos. Por si fuera poco, también le ha dado tiempo a grabar un álbum en solitario: Book of Youth. Y para rizar el rizo, hay que decir que el disco desprende una inesperada madurez y un talento más que evidente para el pop sencillo pero intenso.
Las canciones, todas composiciones propias, tienen un esqueleto bastante simple, generalmente pivotando alrededor de unos pocos acordes extraídos de su guitarra acústica. Son el tratamiento de la voz y los arreglos los que consiguen que la calabaza se convierte en un suntuoso carruaje. Un melancólico toque lo-fi sobre la voz genera un delicado efecto entre Art Garfunkel y Galaxie 500, algo así como el Bridge Over Troubled Waters sonando en el fondo de una piscina. Es ese efectivo truco que grupos como The Clientele utilizan para convertir en pequeñas joyitas canciones nada extraordinarias, o eso por lo que amamos a Daniel Johnston aunque sepamos que la mayoría de sus canciones no resistirían un análisis concienzudo y académico. Es también esa guitarra reverb y los efectos navideños que suenan en «From a seaside town», es un espíritu juguetón que hace que el pop de los Beach Boys, muy presente también en más de un tema, siga sonando mágico cincuenta años después. También es esa línea de sintetizador que lleva de la mano a «Let´s go bowling» durante poco más de dos minutos. Es un ente incorpóreo que elevaba el ruido a la categoría de arte en los discos de Jesus & Mary Chain y que aquí, quitando la distorsión, revolotea todo el tiempo sobre la melodía repetitiva de «Sundogs». Es Eso.
Que nadie piense, de todos modos, que todo el mérito está en la producción. «Capricorn, the goat», por ejemplo, discurre en su mayor parte casi desnuda salvo el rasgueo de la guitarra. Sin embargo, tiene también Eso que convirtió otro tema semidesnudo (aunque más guapeado en su versión definitiva), el «Jessica» de Avi Buffalo, en mi canción del año 2010. Avi Buffalo lo tenía en aquel disco. Ramírez también lo tiene.