Sildàvia – Cartografia de la Llum (Escènica Cultura)

En la magnífica película Los Otros (2001), de Alejandro Amenábar, hay una frase que, si no recuerdo mal, pronuncia el personaje de Nicole Kidman: “Aquí lo único que se mueve es la luz, pero lo cambia todo”. Una frase que define todo un ambiente y que explica la importancia de la luz en toda la película, tanto en la fotografía como en el argumento. La luz lo cambia todo con su presencia y con su ausencia, no dejándose atrapar en el proceso. Sildàvia, el grupo de Molins de Rei (Barcelona) que debutó hace un par de años con un disco doble, ha decidido de todos modos intentar descifrar sus enigmas. Su nuevo álbum, muy reciente, se titula Cartografia de la Llum. ¿Será posible hacer algo así, cartografiar la luz, plasmar sus idas y venidas, su influencia cambiante? Quizás no, pero a partir del título el oyente se siente impulsado a apreciar que en estas canciones se juega con ella, se manipula su efecto sobre cada tema, se crean rendijas para que pase o capas de sonido para ocultarla.

Esos juegos de espejos están presentes en la música de Sildàvia incluso antes de este disco. Su interpretación del pop progresivo es bastante particular, repleta de claroscuros y de influencias de otros estilos. En su nuevo álbum hay más rendijas por las que dejar penetrar la luminosidad que capas superpuestas que la oculten, pero la personalidad que mostraban en su debut, su apego por la épica pop y las letras potentes, sigue presente. En “Inmens” realizan todo un juego de comparaciones, de contraposición de términos, difícil de descifrar pero emocionalmente estimulante. “Tan sencillo y tan inmenso, tanto misterio y tanto porqué, tan salvaje y tan prudente…Tan tranquilo y tan intenso”. La luz y la oscuridad. Pero el siguiente tema, “El buit i l’abisme”, sigue con las dicotomías: entre el abismo o el instinto que rompa el vacío. El azar es breve y no se te puede hacer de noche, no pierdas el tiempo…”. Todo ello cantado con una voz casi susurrante que serpentea como las canciones de McEnroe entre una atmósfera instrumental que se abre lo suficiente como para que entre la luz. “Hemos visto luz por las rendijas, ahora el campo para correr es largo, y las sombras y los fantasmas ya no nos marcan más el paso”, canta en “El senyal”, donde apreciamos el talento de Sildàvia para convertir una canción folk en una pieza de pop progresivo, una canción-río que va avanzando de la misma forma que, en la letra, se nos traslada del fondo de un pozo a ese campo abierto.

El juego entre la luz y la oscuridad se traslada al bosque en “Nimfes i unicorns”, al viaje marino en “Els mars del sud” (Cuando vuelva la luz querrás hacer aquel viaje…) y a los valles oscuros (“Vall fosca”). Llega entonces “Cremem les naus” para desvelar el secreto: la luz cartografiada señala el camino de la vida, de la búsqueda de la felicidad o al menos del derecho a buscarla. “Quememos el veneno, quememos las heridas, quememos las naves, que incluso la muerte es vida”. Ahora caemos, ahora entendemos. La luz era eso. No es sorpresa que la última canción, “Trobem-nos a faltar” (Echémonos de menos) vuelva a echar de mano del recurso a la repetición, a la insistencia en una idea que ya vimos al principio en “Inmens”. Hemos llegado al final del viaje, y la conclusión es que solo hay una vida y que debemos seguirla sin prisas, disfrutando de lo que va poniendo a nuestro alcance. La luz que se filtraba entre las guitarras y los desarrollos instrumentales de las canciones durante todo el disco ha encontrado, finalmente, el gran boquete para llegar hasta nosotros.

Escucha Sildàvia – Cartografia de la Llum

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