Juárez – El Ciclo del sol y el fin de los días (Lunar Discos)
La carrera de los pamplonicas Juárez abarca ya más de una década, concretamente una docena de años en los que contra viento y marea y pese a sus propias expectativas, han conseguido alcanzar esa difícil categoría, muchas veces anclada en el limbo de las etiquetas y el letargo auditivo del gran público, de grupo con sello propio. Una marca de fábrica que pasa por la ausencia de denominación de origen, a no ser que este pase por sus continuas referencias a la naturaleza como fuente madre e inspiración primera de un amplio porcentaje de sus composiciones.
En esta ocasión Cristina Aranguren, núcleo creativo junto a Jose Palanca, se llevaron sus guitarras y a sus compañeros a un caserío perdido en las estribaciones del valle de Arantza, en Guipúzcoa, para componer y gestar los arreglos y las formas de una grabación con diversas peculiaridades, todas ellas admirables. Al folclore que atraviesa la espina dorsal de El Ciclo Del Sol Y El Fin De Los Días se unen una visión oscura del mundo circundante (en clara contraposición con la idílica calma de la que disfrutaron para contarlo) y una sucesión de claroscuros para que el paso del tiempo y las sucesivas decepciones que ello conlleva no sean más que el caldo de cultivo y la inspiración idóneos de unas canciones pensadas en la trastienda de unos meses en los que el crepúsculo, paradójicamente, empezaba a ceder ante la pujante luz de la primavera. En concreto, es el tema bautizado con el nombre de la estación el que puede marcar más claramente el corazón del disco, donde incluyen cantos de pájaros y el piano cristalino de Claudia Díez Aranguren, sobrina y promesa de familia.
La inmersión en el entorno fue tal que hasta decidieron no pulir el ruido de cacharros, ladridos de perros o brisas nocturnas que se colaban en la grabación. Así de encantadores resultan piezas como “Canto de sirena”, que podría acompañarse de la escena cumbre de cualquier western neoclásico, o el falso minimalismo de “Sentir el mundo girar”. Miran de frente a la desesperanza en “La noche oscura” y encaran tonadas pastorales como “En lo alto brillas” con convicción y ánimo de desclasificar su expediente folkie, en el que puede que hayan encontrado un cobijo artístico culminado en “Las cumbres más altas”, la delicia acústico-psicodélica que abre el álbum. Guillermo Mutiloa, una de las mentes más inquietas de la escena, se mete de lleno en la producción y los lleva a una especie de tierra fértil entre aguas fronterizas y bosques borrascosos por las que explayarse en improvisaciones arriesgadas –17 minutos, recortados para la versión en vinilo- de psicodelia suave y abrumadora. Es lo que hacen en el tema titular, incorporando la guitarra del Exnovios Juan Maraví y el saxo de otro miembro del clan Aranguren, Elías. Sin embargo, son otras colaboraciones, como las de Pedro de Dios (Guadalupe Plata, Pelomono) o Germán Carrascosa (La Alegría del Barrio) las que elevan el tono de un disco ejemplar, dotándolo de cierto vitalismo y cuerdas llenas de contrastes.
Sin necesidad de prodigarse ni en estudio ni en directo, haciendo las cosas a su manera y ejercitando el noble arte de la frugalidad, Juárez se postulan como una banda de bajo perfil que nunca pretenderá salirse de determinados casilleros. Por el mero hecho de que no les hace falta, y porque saben que lo suyo estará plenamente justificado por el tiempo que otros emplearán en escucharlos cuando quieran descubrir el secreto de la música con alma.
Escucha Juárez – El Ciclo del sol y el fin de los días