Aerofall + 10.000 Russos (Wurlitzer Ballroom) Madrid 16/03/2018
Viernes 16 de marzo, una sala de conciertos de una gran ciudad. Dos bandas chequean el sonido mientras fuera, las inclemencias del tiempo no ayudan a que en la puerta haya gente esperando a la apertura. Esto podría ser el comienzo de una velada cualquiera, pero no: fue otra de esas noches mágicas propiciadas por la promotora madrileña Indypendientes, en la que la madrileña Wurlitzer Ballroom albergó la penúltima ola de shoegaze venida desde Rusia.
Estábamos a punto de ver a Aerofall, un cuarteto de la ciudad de Rostov on Don, que ha logrado salir de su cuasi hermético país, en lo tocante a lo musical, hasta despertar la curiosidad del norteamericano, Andrew Prinz, líder de la banda Mahogany, que les ha producido su último trabajo: Forms (2017 Hands and Moments Records).
Como viene siendo habitual en los conciertos programados por Indypendientes, los teloneros no son dejados al azar, la promotora piensa que con eso no se juega, por eso, abrirían para Aerofall los portugueses: 10.000 Russos, viejos conocidos de la escena noise/sheogaze de nuestro país vecino. El trío, liderado por el bajista André Couto, al que acompañan: Pedro Pestana a la guitarra y 20 pedales de efectos, y el baterista y vocalista João Pimenta, ha fichado por el sello británico Fuzz Club Records, y esto les está valiendo para conseguir un merecido reconocimiento internacional.
Los lusos dieron un concierto de no teloneros, tanto por la duración, como por la forma de tomar el escenario; al ataque y sin miramientos. Rápidamente se desató una tormenta sonora propiciada por una base rítmica atronadora pero matemática, a menudo repetitiva, como si de un mantra de las sagradas escrituras del Fuzz se tratara, mientras Pedro Pestana ponía a prueba los oídos de los presentes con su guitarra Firebird roja, preciosa, por cierto, y una colección de pedales de efectos más que interesante.
Un concierto valiente, sin duda, que no hubiera sido asequible para orejas profanas en el mundo del Kraut Rock y el Noise, muy a la altura de las circunstancias de la noche.
Salían al escenario del Wurli, así conocemos todos a la sala madrileña, la banda capitaneada por la enigmática rusa: Yana Komesko, con la que días atrás había mantenido una entrevista para esta casa. Con unos planteamientos musicales y estéticos algo diferentes a los de sus compañeros de escenario, Aerofall, se decantaron por disparar toda la artillería “shoegazer” desde el principio del set, sin paradas siempre innecesarias, ni concesiones a los incomodos silencios que a menudo matan un concierto.
Así, Yana y su trío de cosacos del ruido controlado, dispararon la primera batería de temas, compuesta por: “I don´t Care”, “Sticks”, ambas de su último trabajo, seguidas de: “Sticks” y “Nice” del anterior disco de titulo homónimo. Con “Fear for Everyone” y “Marta” dejaron patente su versatilidad, que les muestra como banda capaz de construir joyas de pop urgente, para volver a su actual trabajo con: “23” y “Hunter” y metiéndonos en atmósferas menos, digamos amables, pero no por ello menos disfrutables.
No era cuestión de que el pistón ruso bajase las revoluciones, por eso, convenientemente flanqueada por los suyos, con mención muy especial al guitarrista: Vladimir Karpov, portador de una belleza de Fender Jaguar azul, atacaron la recta final del concierto con otros cortes recientes como: “Breathe So Better”, “Kawaii”, o “Loop”, para finalizar con temas de su cancionero inicial: “Off the Beam My Dreams”, “Crystal” y “I Turned a Blind Eye”.
Toda una lección de cómo hacer un muro de sonido inapelable, construido a base de guitarras arrolladoras, la envolvente voz de Yana, y una base rítmica a prueba de bombas, pero, sobre todo: Canciones con mayúsculas, de esas que hacen que un disco no tenga nada de “relleno”. Ya estamos echando de menos a estos espías surgidos del frío.