La Buena Vida – Planta Baja (Granada)

Cuando un grupo como éstos donostiarras logran agolpar a tanta gente ante las puertas de una sala por algo será…

Con puntualidad inglesa, Irantzu, Pedro y los demás componentes del grupo empezaban a recordarnos a los presentes aquel viaje nostálgico que hicieron hace ya mucho tiempo y que han dejado plasmado en todos sus discos.

Los primeros acordes y la tímida voz de Irantzu revivieron los pasajes de aquel viaje, que junto a Louis Philippe hicieron, hace ya cuatro años, y cuyo resultado “Soidemersol”, es uno de los discos mas aclamados de la década de los 90. Melodías como “Verano”, “Pacífico” o “Buenas cosas mal dispuestas”, fueron algunas de las elegidas por el grupo para hacernos a todos más familiar lo que pasaría a ser la presentación de las canciones de su nuevo disco “Hallelujah!»(Siesta 2001).

Sumergidos en un mundo de tristezas y sonrisas empezaron con la presentación de sus nuevas canciones. A partir de ahí, durante una hora aproximadamente y 20 temas, el grupo fue presentando nuevas canciones y a la vez retrocediendo en el tiempo hacia «Soidemersol» que parece ser comodín y que utilizan muy a menudo en sus conciertos para transportarnos a ese mundo de sueños y amores tempranos. Además no se olvidaron de «Panorama», recordando temas como “Tormenta en la mañana de la vida”, “El largo adiós” o “Surquemos el cielo entero”. El resultado fue excelente.

Desgranaron para todos los afortunados que estábamos allí enormes y emocionantes canciones como «Melodrama», «Los vientos», (el cual está llamado a ser single),”80 cosas”, «Después de todo” «Caminito del cielo», «Pacífico» -ésta sin arreglos de cuerdas-, «Desenfocada» o «Vapor de carga» -a dos voces- o «Matinée». Tras esto, su primer bis, con «Veni, vidi, vinci» -el epílogo de su nuevo disco- y el toque electrónico de «Guillermine».

Las peticiones de sus primeros singles como “Magnesia” o “Menta y agua” eran incesantes, pero Irantzu y compañía preferían indicarnos que era el primer single de Hallelujah!, “Qué nos va a pasar”, lo que había que escuchar en ese momento. La gente estaba entregada y creo que a nadie le importó los pequeños problemas de sonido que tuvieron en alguna canción.

Desaparecieron para volver al instante y plantearnos la duda de cómo iba a terminar ese viaje. El trayecto fue corto, y tras un segundo bis y un saludo, hicieron caso omiso del respetable y no nos llevaron de viaje en “bicicleta” para contarnos la historia del Señor Sommer… Y después, ante la insistencia de un público encantado, la última canción de la noche: «Trigo Limpio».

Y es que La buena vida ha vuelto a regalarnos una colección de temas delicados, sutiles, majestuosos, con exquisitos arreglos de cuerda y una suave tristeza en las letras que forman un conjunto arrollador y, quizá, su mejor trabajo hasta la fecha.

Lástima que los teatros no abran las puertas a grupos como éste. Todo sería más bonito con orquesta…

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