Aloud Music Festival – Sidecar, La 2 de Apolo y Apolo (Barcelona)
Éxito rotundo para la primera edición del Aloud Music Festival, el festival que ha servido de excusa para celebrar el décimo aniversario de la discográfica Aloud. Con una propuesta estilística centrada en el post-rock y/o el rock instrumental y con bandas poco conocidas, el festival se presentaba a priori como una apuesta arriesgada. Pero el público respondió con un lleno el primer día y unas entradas rozando el lleno los días siguientes, que demostraron la buena salud de un género que poco a poco se abre paso en salas y festivales.
JUEVES, 7 de febrero
Syberia
Llenazo categórico para estrenar el Aloud Music Festival en la sala Sidecar. Día de bandas locales que se abría con Syberia y su sonido metal, denso y contundente. En una hora de set presentaron algunos de los temas de su largo Drawing a Future, con un sonido rotundo y un ritmo pausado y continuo.
Sin grandes sobresaltos ni desvaríos, sus temas fluyen entre guitarras compactas y cambios rítmicos para que los temas tomen aire, aunque sin demasiados aspavientos, dejando poco espacio para la filigrana y con mucho músculo. Tal vez la uniformidad de los temas sobrecarga un poco el conjunto, pero aún así, su sonido fue brutal y su set, tremendamente sólido.
Cuzo
Mientras que Syberia tiran por el sonido metálico, lo de Cuzo es la digresión psicodélica. Y mientras en los primeros temas del set los ritmos discurrían por los caminos del jazz, aquello pronto se convirtió en un desbarre guitarrero con Jaume Pantaleón poseído por el espíritu del rock progresivo y los temas volando de un cambio de ritmo al siguiente, casi atropelladamente, sin dar un respiro y recogiendo las múltiples influencias que salpican las canciones de Cuzo como el kraut o el rock lisérgico de los setenta. Allí el que no sudó la gota gorda fue porque no quiso.
VIERNES, 8 de febrero
Stories from the Lost
Para el segundo día, la fiesta se trasladó a la sala pequeña del Apolo. Los belgas Stories from the Lost volvían a acercarnos a la vertiente más metal del post-rock para presentarnos su disco de debut, For Clouds. Su set fue monolítico y duro, tirando de potencia más que de brío. Cargado de esa épica que se esculpe en la roca, a ratos sonaban a ciudad industrial, a cemento y lluvia. A ratos, a desierto de hielo, a soledad y a frío. Siempre con una pose muy nórdica, imperturbable y enigmática, Stories from the Lost se presentaron en Barcelona con un sonido intenso de esos que aporrean, no sólo los oídos, sino también el estómago.
Giardini di Miró
Con Giardini Di Miró se hizo la luz. Y llegó otra de las muchas vertientes del post-rock: la que acerca las guitarras distorsionadas a la luminosidad del pop. Temas que se desvían bastante de la pétrea concepción del post-rock clásico y coquetean con voces… ¡e incluso coros! Los italianos devolvieron el calor a la sala y su rock dejó de ser únicamente instrumental sin perder por ello un ápice de fuerza. Sonaron trompetas y violines, y su acercamiento fue más festivo, aunque igualmente atronador. Brumosos y con un toque arty, la heterogeneidad de sus temas hizo que el concierto se hiciera entretenido y que pasara demasiado rápido, dejándonos con ganas de más.
Yndi Halda
Para los fans del post-rock, Yndi Halda es uno de esos secretos bien guardados que los más recelosos se niegan a compartir. Muchos de los que los escucharon por primera vez el viernes, cayeron rendidos por su manejo de la delicadeza, creando pasajes de gran belleza entre oleadas de guitarra y baterías desbocadas. La culpa fue del violín.
Hubo momentos en que me recordaron a esos Sigur Rós del principio, cuando sus canciones eran más paisajes que historias. Pero mientras aquellos se parapetan tras el encanto de su extravagancia y su exotismo, los británicos desnudan los temas y los hacen sonar francos y naturales. Además, tienen un dominio de la dinámica como pocas bandas del género: saben cuánto exactamente pueden hacer durar un silencio, para que la posterior explosión de sonido sea efectiva sin resultar artificiosa.
Se despidieron pidiendo disculpas por los problemas técnicos que salpicaron su concierto. Aunque, sinceramente, ¿alguien se había dado cuenta?
Powder! Go Away
El horario imposible en el que salieron al escenario los rusos Powder! Go Away hizo que la sala presentara media entrada cuando los problemillas técnicos les dejaron empezar el concierto. Ellos tenían cara de cansados, pero se lanzaron con precisión a unos temas más cortos de lo que marca el estándar del género, pero tremendamente intensos. Guitarras afiladas y ritmos de manual post-rockero.
Presentaron su disco Laika Still Wants Go Home, con unos temas sin grandes alardes estilísticos pero perfectamente ejecutados. Canciones que, sin ser apabullantes, tienen el encanto de las cosas que se hacen sin pretensiones y bien hechas. Se agradece enormemente la modestia.
SÁBADO, 9 de febrero
The Joe K-Plan
Cuando llegué al Apolo, el responsable directo de lo que inmediatamente después iba a sonar allí me avisó: “ponte tapones”. Os podéis hacer una idea, entonces, de lo que pasó en el primer concierto del sábado con The Joe K-Plan.
Sólo son dos, sí, pero no necesitan nada ni a nadie más. La trituradora de huesos que dirigen Mario y César desde el escenario no conoce de piedad, ni de descanso. A un volumen atronador que te agitaba los músculos sin tú querer y se te agarraba al esternón con los graves, el dúo abrió la última jornada del AMF13 con la guitarra afilada y la batería latiendo vertiginosamente. Nada que discutir, sólo el hecho de que estos dos señores lleven desde finales de 2009 en pausa. Su energía no sólo calentó los tímpanos de los que iban llegando para llenar la sala, sino que fueron, con mucha diferencia, los más potentes del sábado (y casi diría que de todo el festival). Chapeau.
Lisabö
Lo de Lisabö es más el rollo apisonadora. A sus conciertos es mejor no ir borracho; entre otras cosas, porque corres el riesgo de ver cuatro baterías, cuatro bajos y cuatro guitarras. En realidad son dos de cada. Lo suficiente como para hacer temblar el suelo del Apolo. Literalmente.
Los de Irún se subieron al escenario y abrieron en canal su musculoso rock con trazas de punk y hardcore. Venían de tocar en el Tanned Tin el día anterior, pero tendones y cuerdas vocales estaban en perfectas condiciones. Pusieron en marcha la maquinaria y no se detuvieron hasta que lo marcaba el horario, machacando con su ritmo de tractorar conciencias adormecidas. Terminaron su set más sudados que al principio y con su habitual “¡Aupa equipo!”.
Toundra
Un día de estos se nos acabarán las palabras para hablar de Toundra y tendremos que empezar a repetir las crónicas ya publicadas. Lo de los madrileños ya es de otra galaxia. Nadie mejor que ellos para cerrar tres días apasionantes de rock en mayúsculas.
Por si fuera poco lo suyo de normal, en esta ocasión decidieron darle a todo un poco más de épica y escoltarse en algunos temas por miembros de la agrupación de instrumentos clásicos Cordes del Món. Abrieron con “Ara caeli” y “Cielo negro”. Y cuando digo “abrieron”, me refiero al concierto y a la caja torácica de los asistentes. Y así, claro, es más fácil llegar a tocar La tecla. Previo paso por el momento “I believe in miracles” que me sacó de punto, como al ciclista que va a su ritmo y de repente se le acumulan los ataques, llegó “Requiem”. Con la sección de cuerdas detrás del mejor batería que yo he visto en directo, era imposible que nadie estropeara ese instante. Ni siquiera los poquísimos charlatanes molestos. De ahí al final, desde la nube ví cómo repasaban su intensísima discografía, entregados al espectáculo, como siempre. El Big Bang emocional del festival. La explosión perfecta para una ilusionante primera edición.