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Bailando Sobre El Parqué. El Apasionante Partido Baloncesto Vs Música –Oscar Quant (Milenio)

Muchos son los recuerdos que me ha despertado este entretenidísimo libro que busca las conexiones existentes entre el pop y el rock y el juego de la canasta. Estos flashes rememoran aquellos madrugones que me daba con mi madre para ver aquella famosa final de los Los Ángeles 84, y ver cómo España perdía dignamente ante una selección norteamericana plagada de talentos como Jordan, Ewing, Tisdale, o Mullin; también me viene a la mente los primeros planos de la televisión enfocando a los palcos VIP  de la NBA plagada de estrellas del artisteo como Jack Nicholson y su sempiterna sonrisa guasona; o qué me dicen de los looks engominados de Pat Riley. Fogonazos de una infancia, la mía, ligada al baloncesto para paliar los estragos de un metabolismo que imponía su sabiduría (jugué en el colegio durante muchos años), y comprador habitual de Gigantes Del Basket (sigue en activo, no lo sabía). Con los años me desvinculé del baloncesto porque encontré cobijo en otras actividades no deportivas mucha más satisfacción, y porque, para qué negarlo, era mediocre, muy mediocre jugando.

Oscar Quant (antiguo jugador de basket, músico, video artista, escritor fanzinero) ha sondeado con suma elegancia esta conexión entre este deporte y la música en su primer libro, Bailando Sobre El Parqué. El Apasionante Partido Baloncesto Vs Música (Milenio, 2019) en el que el gallego de adopción divide como si se tratase de un partido consistente en: una ronda de calentamiento (con prólogo a cargo del jugador Raúl López), un salto inicial en forma de introducción, dos cuartos, un descanso, y los dos cuartos restantes. Pero como suele pasar en los partidos ajustados, la prórroga dirimirá el vencedor de la contienda (un tiempo extra que lleva el puño y letra de Loquillo), y el pitido final.

En las páginas de este ameno recorrido encontrarán historias que uno no recordaba (o directamente desconocía) y que son la mar de curiosas. A saber: las ínfulas artísticas de muchos jugadores de la NBA como Magic Johnson y su relación con la familia Jackson que, a parte de tontear con La Toya, le permitió ir de espectador VIP en dos de las giras de los Jackson 5.

Singular también es la afición que tenía Michael Jordan al denominado “placer” del trash-talking, o lenguaje soez para poner de los nervios al contrincante. Esta dudosa lengua viperina llevó al jugador Jerry Stackhouse a tener que escuchar durante todo un encuentro como el de Chicago Bulls le musitaba una canción de la gran Anita Baker. En fin, al final, a Jordan le pudo más el bailoteo con Michael Jackson (de nuevo), y juntos hicieron el famoso video de “Jam” incluida en el fantástico disco Dangerous (1991).

Mu interesante me parece la similitud que hace Quant entre jazz y basket. Escribe “la naturaleza del juego, sus movimientos y jugadas parecen contener ecos de la improvisación intrínseca del jazz, cuyas notas a menudo son desconocidas con antelación por los músicos ejecutantes”. Así es. Una definición muy  bien traída que le posibilita hacer un sucinto panorama de lo que él llama jazzketball, o lo es lo mismo, la estrecha vinculación de este genero con la canasta. Líneas para rememorar lo mal que jugaba Miles Davis, los partidos que se organizaban en el mítico club jazzístico Savoy de Chicago a finales de los años 20, o la triste historia personal de Wayman Tisdale, aquel ala-pívot que siempre tenía una sonrisa en su rostro, incluso cuando estaba en el ocaso de su vida. Este libro es un gran mate.

Gracias a Oscar Quant por esta playlist que ha confeccionado para Muzikalia, y que sirve de banda sonora perfecta mientras leen este libro.

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