Conciertos

Bill Callahan – Commond Grounds (Gainesville, (Florida))

Son las diez de la noche en una tranquila ciudad universitaria del norte de Florida. Ha llovido durante el día y las aceras están llenas de charcos profundos y grandes. Hace un poco de fresco y una Luna gorda y brillante que parece que va a caer sobre nuestras cabezas desaparece poco a poco ante nuestros ojos. Fumamos juntos sentados en un banco de madera pero no hablamos entre nosotros, miramos a la Luna cambiar de color poco a poco ensombrecida por la bola planetaria en la vivimos.

Él lleva una chaqueta vaquera y una camisa estampada con una especie de círculos azules. También luce un impecable peinado a raya de extraño color y está sentado con las piernas cruzadas sin casi moverse. Yo se quién es él, él no sabe quien soy yo. Él es Bill Callahan, también Smog, también (Smog). Él es el hombre que ha unido en su vida (y no sólo en sueños) a Joanna Newson con Chan Marshall. Yo pienso en "Let’s Move to the Country", "Teenage Spaceship" y "I Could Drive Forever". En la valla de madera que rodea el garito hay viejas señales de tráfico, anuncios de cerveza raídos, botellas de tequila y bombillas amarillas. También hay un gran espejo de las cervezas Corona con un dibujo de palmeras y playa. Dudo un momento entre hablar con él o no. En unos minutos él subirá al escenario a tocar. Arriba la Luna está cada vez más naranja, casi ácida.

Jonathan Meiburg de Shearwater, abre el show con sus gritos y su banjo en un escenario amplio de una sala de conciertos de ensueño. Perfecto tamaño, buen sonido, buen ambiente… de esas que no encuentras en Madrid, vamos… y además tienen un futbolín y las cervezas a dos dólares. Echa cuentas. La entrada son 10 dólares, dicho sea de paso. ¿El Paraíso? No os emocionéis, eso es lo único bueno que tiene Gainesville.

Meiburg se va a cambiar y vuelve con traje negro y camisa blanca junto con el batería y Mr. Callahan que parece otra persona. Yo recuerdo su letra en Ex Con. Se cuelga una pequeña guitarra acústica, la gente sentada en el suelo, y empieza a tocar "Our Anniversary". La magia es inmediata. Su voz apocalíptica, la desnudez de la letra y el ritmo casi sobrecogedor golpean. Las lucecitas del techo se reflejan en las pantallas de los viejos televisores apagados que flanquean el escenario. Callahan, aunque agradece los aplausos, no es un hombre de muchas palabras, eso está claro. Sólo mira, sus ojos enormes y su cara redonda casi inexpresiva. Después aparecen "Diamond Dancer", que se puede encontrar en Woke on a Whaleheart editado bajo el nombre de Bill Callahan, la fantástica "River Guard" y la casi dolorosa "Vessel in Vain". Los ocasionales pases de baile con cierta reminiscencia Chuck Berry de Callahan no son más que pequeños accesos de rabia, la tensión, la profundidad siempre están ahí, delante de tu cara, incluso en temas más up tempo como "Cold Blooded Oldtime". Referencia sanguínea que también pudo seguirse en la excepcional "Blood Red Bird" que, como alguna otra pieza acabó derivando en un nerviosa e intensa sacudida eléctrica. Cuando acaba el concierto la gente aplaude, él agradece y se escapa del escenario mientras sus acompañantes saludan. No hay nadie de “seguridad” vigilando el escenario, ningún “técnico” o “manager” que impida la conversación. Los tres se quedan hablando con gente y firmando discos al pie del escenario. La Luna está de nuevo blanca, brillante y gorda fuera cuando salgo y miro para arriba.

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