Discos

Bob Dylan – Shadows in the Night (Columbia Records)

La indiscutible grandeza de Bob Dylan hace que, a la hora de hablar de un disco de versiones, se le prejuzque en el banquillo de los agraviados más que en el de los acusados; sin embargo, en este caso es él quien ejecuta esa maniobra tan peligrosa, por recurrente, que es el disco tributo con canciones de otro. Si bien la entidad de las composiciones, estándares más o menos encubiertos, y la ascendencia interpretativa de Dylan hacen de Shadows in the Night un disco con recorrido auténtico, no debemos olvidar laurear a los creadores y al intérprete original: Frank Sinatra.

La sorpresa por la salida a la calle de un disco de versiones de Sinatra a cargo de Dylan es como esas veces en las que uno descubre un regalo antes de tiempo y tiene que interpretar el papel de magnífico asombrado. La predilección de Dylan por Sinatra ha sido siempre cristalina; su «Restless farewell» en el programa-concierto homenaje a La Voz en su 80 aniversario fue de lo más memorable de la velada. Tampoco debería sorprender que el músico de Duluth reinterprete el material de otro artista cuando su tendencia al revisionismo constante empieza por él mismo; en este sentido, escuchando Shadows in the Night, y teniendo muy presente las interpretaciones de Sinatra, se da la curiosa paradoja de que Dylan es más fiel a los originales versionando las canciones de los demás que las suyas propias.

Abonando el territorio de los bootlegs, cuentan que Dylan grabó más de 20 versiones de Sinatra para la ocasión. Al final sólo 10 de ellas vieron la luz en Shadows in the Night, emparentando formalmente aún más el disco con las bases del proyecto: Where Are You? (1957) y No One Cares (1959), discos breves en cuanto a número de canciones, aunque bastante más extensos en minutaje; aunque tampoco es un detalle que deba ser tomado como piedra filosofal, ya que los últimos tres discos de estudio de Dylan han contado con el mismo número de canciones.

Lo que sí es revelador es el deseo inquebrantable de Dylan de recrear con su banda y la ayuda puntual de algunos músicos, las escenas de las últimas grandes películas del género norteamericano del siglo pasado. No es baladí que el músico de Duluth haya elegido canciones de finales de los 50 y principios de los 60, cuando la música impuesta por la magnificencia de Sinatra, entre otros, empezaba a recular; entre otras cosas, por la pujanza de otras músicas y artistas como el propio Zimmerman.

Grabado en el estudio B de los Capitol Studios de Hollywood, donde Sinatra paseaba su voz de hierro en pijama de seda, Shadows in the Night es la rendición de Bob Dylan ante Frank Sinatra. Un homenaje para el que se ha puesto enteramente al servicio, incluyendo una de sus señas de identidad; con casi 74 años, su voz, que nunca estuvo para trasnochar demasiado, aparece limada, sin apenas aristas ni estridencias que alteren un plano secuencia en blanco y negro. Sin llegar, obviamente, a la divertida acrobacia de hace 45 años en Nashville Skyline, se ha vuelto a esgrimir la ausencia de cigarrillos para justificar la voz más amable de Dylan en décadas.

El denodado esfuerzo en la producción (Jack Frost, esto es: Dylan) de la música que rodea al cantante es evidente. Todo parece perfectamente medido en un disco pausado, tranquilo, reflexivo y con un innegable tono de decadencia bien asumida; Shadows in the Night parece la banda sonora de un milimétrico plan para atracar un banco o escapar de Alcatraz dejándolo todo atrás. La magnífica pedal steel de Donnie Herron y una precisa selección de instrumentos de viento-metal permiten matizar la voz de Dylan («The night we called it a day», «Why try to change me now») o acentuarla («That lucky old sun», «I´m a fool to want you») cuando es preciso; quizá el mejor resumen de todo esto sea la instrumentación de «Where are you?» y la fantástica versión de «Les feuilles mortes» («Autumm leaves») de Joseph Kosma y Jacques Prévert.

El resultado final es un disco en el que cada paso se da tan despacio que parece medido hasta lo enfermizo; un obsequio del Dylan más humilde y humano, entregado desde el principio en su acertadísimo homenaje a la imponente figura de Frank Sinatra.

 

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