Conciertos

Camera Obscura – Sala El Sol (Madrid)

Una cola considerable a las puertas de la sala Sol, una lista de invitados cargadita y el casi lleno en el interior confirmaban la expectación levantada por Camera Obscura, el gran grupo Elefant durante este 2002 que se nos va y el último punch recibido desde las Highlands.

En la carrera de Glasgow por figurar entre las ciudades de oro de la música popular (¿O figura ya?) aparece esta banda que para su cita en Madrid se presentó con siete músicos sobre el escenario y un look un tanto abigarrado de trajes de noche, camisas tejanas y camisetas de The Delgados.

El nombre empezó a sonar por allá por los mayos cuando los escoceses se presentaron en el exquisito (tanto tanto que empalagó hasta un poco, ¿a que sí?) Primavera Sound. Y en verano ya hasta alguna amiga me hacía saber que “unos que se llaman Camera Obscura están bastante bien”. Y revisando hojas promocionales uno se encuentra que en los 40 principales ya los conocían el año pasado, ganando alguno de los premios que concede uno de los programas de la popular emisora.

Y se habla de las relaciones entre la banda y Stuart “Dios Indie” Murdoch.Y así, de boca en boca y de laptop a laptop, el pastel (eviten segundas interpretaciones) está servido. Conozco a María (jersey rojo amplio, faldita negra, camiseta blanca, ojos azules) en el concierto: “Este es un grupo de pandereta liberador de endorfinas”; ya empezamos con las drogas (pienso). Después me explica algo sobre alta felicidad por mil pelas (los seis euros de entrada al concierto) y yo me lo creo y me ilusiono por ponerme contento y feliz viendo a Camera Obscura.

Presentaron Biggest Bluest hi-fi (01), su álbum, abriendo con “The sun on his back” e interpretando cinco temas nuevos antesala de su próxima entrega. Un repertorio repleto de caricias almidonadas, dulzonas, preñadas de guitarras acústicas y decoradas con detalles minimalistas a los teclados. Traceyanne Campbell, cantante y responsable de la composición, trató de balbucear un poco de español antes de presentar una canción en inglés y dudar: “I don´t know if anybody can speak english here”. “Neither do we”, respondimos nosotros para los adentros. Su aparente timidez se confundía con una dejadez en las tareas interpretativas vocales bastante común últimamente (así estamos), pero la música respondía por encima de estos ligeros deslices.

Así caían, con ese ritmo saltarín apoyado en un bajo y una batería más que aceptables, temas lúcidos y luminosos entre los que se recordó a Nancy Sinatra con “Sugar town”. Después, “Happy New Year” y “Eighties fan” contentaron a una sala que se guió más por movimientos de cabeza que de corazón (o de endorfinas, como diría María).

Donde más acertaron fue en esa vena casi punk que sacaron en un par de canciones (y que, de paso, les aparta ligeramente de sus hermanos mayores Belle & Sebastian) y en la utilización de una trompeta que le daba un punto de calidez al conjunto. El resto me parece que mejor en disco que en directo. Mejor en casa, en otoño, con la lluvia fuera y el brasero a los pies. Ahora es el momento.

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