Emika – DVA ([PIAS] Spian)
El segundo álbum de Emika, DVA, es una prolongación del primero, que los críticos han decidido tachar de «lenguaje, forma personal de expresión que empieza y termina en el espíritu creativo». Y yo que creía que la creatividad musical venía de la composición y no de la ingeniería.
Podría, realmente podría hablar bien de Emika. Pero, ¿cómo saber si mis palabras serían ciertas cuando su voz está todo el tiempo bajo los efectos de los sintetizadores -«Sleep With My Enemies», «Filters»-? Una voz tapada, a su vez, por un bajo que, con tanta distorsión, ya no es un maldito bajo -«Young Minds»-. No todos podemos ser Matt Bellamy, amantes de la electrónica.
Luego escuchas «Sing To Me» y piensas: «Bueno, hay un intento de rap, hay cierta evolución, bien hecho». Y en «Criminal Gift» exclamas: «¡Cielo santo, un piano, una voz humana más o menos impostada, que parece que afina -con algún gallo perdonable-!». Así que la artista británica empieza a purgar sus pecados. Le das un pase porque en su «Hush Interlude» participa la soprano Michaela Šrůmová, y porque en «Dem Worlds» colabora la Orquesta Filarmónica de Praga. Maravilloso, se lo ha currado -algo-.
Entonces, cuando ya has aceptado que, tal vez, puedes digerir ese conglomerado de dance que al principio te parecía infumable, llega una sacrílega versión de «Wicked Game», descafeinada, una especie de remix pseudo chill out más solo que un huevo sin sal. Siempre te gustó la de Chris Isaak, aceptaste con los brazos abiertos el cover rockero de H.I.M., y quedaste atapado por la voz soul de Rebecca Ferguson en aquella edición de X Factor UK. Pero, ¿esto? No. Esto es imperdonable. Nada más que comentar.