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Herman Düne – Postcards From Vinegar Hill (Santa Cruz Records)

Aunque no lo crean, el confinamiento trajo una segunda pandemia: la de músicos grabando sus cosas en casa como si no hubiera mañana. Eso -y que no se ofenda nadie- está trayendo consigo una tercera pandemia: la edición de un montonazo de discos que contienen, básicamente, los pedos que sus autores se tiraron en el estudio.

No es el caso de quien nos ocupa, el suizo David Ivar, más conocido como Herman Düne, que ha ido convirtiendo lo que antaño fuera más o menos una banda que él compartía con su hermano André y el baterista Omé en un proyecto totalmente personal que él comanda de una forma libre e independiente (tiene hasta su propio sello) desde su actual residencia en San Pedro, California. Con esto de tener que estar encerrado, su proyecto inicial de grabar un disco nuevo totalmente en directo con su banda se fue al garete, pero aún así, las canciones que ya tenía preparadas se fueron juntando con las que iban llegando por la dura situación que a todos nos tocó vivir. De este modo comenzó a tomar forma, como en tantos otros casos, lo que parecía una obra plenamente consciente del momento en que fue creada, una fotografía de la vida en ese preciso y especialmente duro instante.

Volcar la ira, las frustraciones, la tristeza o el desengaño en canciones es algo tan natural como respirar para alguien tan artista como es David, pero el quid de la cuestión está en hacerlo con enjundia, con ganas de comunicar y no de rendirse al simple onanismo. David es ante todo un entertainer, como dicen los anglosajones, un hombre que hace canciones preciosas que huelen a Dylan, a The Band, a Van Morrison, a árboles, a cielos despejados, a brisa marina… y las interpreta y graba en consecuencia. Por eso lo que tenemos entre manos, que recibe el nombre de Notes From Vinegar Hill, en atención al vecindario en que fue grabado, es tan refrescante. No contiene autoterapia, no hay pretensión alguna, hay canciones. Fantásticas canciones.

Su autor grabó la práctica totalidad del álbum él sólo, tocando todos los instrumentos, con las únicas excepciones de algunos coros por parte de su pareja, la también artista plástica Mayon Hanania, así como de algunos añadidos a posteriori por la artista de Nashville Caitlin Rose y Spencer Cullum III al pedal steel, que es un instrumento muy presente en estas grabaciones. Dadas las limitaciones y sin abandonar su estilo cercano a la americana que le caracteriza, el autor tuvo que acudir a loops y samplers que le hicieron recordar sus tiempos de juventud como fan del hip hop y aportan bastante frescura a un resultado que como siempre él, desde su base en California, edita y promociona de forma totalmente independiente.

Es por ello quizás que este disco, por editarse fuera de los condicionamientos de la industria y llegados ya a la última etapa del año, habrá escapado de muchas de las consabidas listas que intentan recabar lo mejor del ejercicio. Peor para el que no lo haya puesto en su radar. Nosotros tuvimos la suerte de que este artefacto se pusiera en nuestro camino de cara a la más que interesante entrevista que mantuvimos con él y la verdad, es uno de esos discos que apetece reproducir una y otra vez, porque comunica una calidez, una sinceridad y una ausencia total de pretensiones que debe ser destacada en este páramo de autocompasión y onanismo al que muchos artistas nos han sometido con sus grabaciones de pandemia.

Él ha hecho fuerzas de flaqueza y ha parido en soledad uno de sus mejores discos. Nada de autocompasión, un disco de chimenea, cercano a aquella obra maestra de Dylan (que muchos consideran menor, pero algunos, como Ivar o el que suscribe, consideramos un fetiche) que es New Morning. Las canciones tienen cierto sabor que recuerda a esa particular etapa del de Minnesota, pero con una personalidad sin parangón que este suizo errante ha ido labrando durante una carrera que justo este año cumple su 20 aniversario. Toda esa experiencia y buen gusto al dejarse influenciar acaban en un disco que se degusta como un todo repleto de enormes canciones, profusa y sorprendentemente -dadas las circunstancias- bien arregladas, que dan un calor especial a nuestro corazón en tiempos de frío glaciar: el precioso vals “Heartbroken & free”, la autorreferencial y casi rapeada “Ballad of Herman Dune”, la infecciosa “Mookie mookie”, la pastoral “PS I could have done great things” o la maravillosa -y digo maravillosa- versión del recientemente desaparecido gracias a la Covid-19 John Prine que cierra el disco, son sólo algunos de los muchos puntos fuertes de este un trabajo que muestra grandeza desde la humildad y abrigo para el alma cuando más se necesita. Si me preguntan, responderé sin titubeos que este es mi disco de americana para este año.

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Un comentario en «Herman Düne – Postcards From Vinegar Hill (Santa Cruz Records)»

  • «Una tercera pandemia: la edición de un montonazo de discos que contienen, básicamente, los pedos que sus autores se tiraron en el estudio.»
    Jajajajajajaja, qué verdad más grande y qué bueno este disco.

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