ConciertosCrónicas

Ken Stringfellow (Sala Core) Málaga 01/04/25

Desprendido de todo el estrés emocional acumulado en estos años atrás por múltiples circunstancias, Ken Stringfellow se presentó en la Sala Core malagueña (la antigua y mítica Sala Velvet) dispuesto a agradar en una velada íntima a la que asistió más público de lo que él hubiera imaginado tratándose de un martes. La excusa perfecta era la presentación de su reciente álbum en solitario, Circuit Breaker (Kuroneko, 2024), que hace el cuarto en su debe, a sumar a los ocho editados con The Posies. A todo esto añadámosle sus tareas como productor, músico de bandas tan valiosas como R.E.M. o Minus 5, programador o “comunicador”, como él mismo se define en sus redes sociales, las cuales maneja de manera muy cercana con sus seguidores. En definitiva, poca presentación necesita un músico tan influyente que atesora más de treinta y cinco años de carrera involucrado desde siempre en proyectos trascendentes.

Parapetado tras su guitarra o arrullado frente al piano, regaló un emocionante recorrido por su basto cancionero, haciendo lógico hincapié en su mencionado último largo, pero también recurriendo a versiones de su amado Alex Chilton de Big Star (“Take Care”) y dedicando especial mimo a sus grandes logros junto a los esenciales The Posies (“Please Return It”, “Solar Sister” o “Everybody Is A Fucking Liar”) llevando su voz al extremo, quien sabe si en un ejercicio de exorcización de sus demonios personales. Por supuesto, no faltaron las referencias a quienes fueron sus compañeros de banda y amigos, no en vano forman parte de un capítulo vital en su trayectoria.

Tener a un artista de estas proporciones susurrándote prácticamente al oído es algo que no sucede todos los días, como así demostraba el semblante de admiración que predominaba en el rostro de los asistentes. Fue una liturgia dominada por la devoción a ese power-pop soleado que brilla aderezado con lo mínimo y que logra trasladarte a un estado de placidez capaz de hacerte aparcar tus problemas, aunque sea por un rato. Stringfellow bromeó con su escaso español, reconoció haber estado “en el cielo y en el infierno” y salió airoso en su decidida huida hacia adelante dejando que la música hable por sí sola.

En algo más de hora y media, dibujó un sentido flashback que nos situó allá por los noventa, con nuestras camisas de cuadros vibrando al son del grunge y del pop-rock de guitarras que en su caso se torna atemporal y siempre reivindicable. La conexión funcionó en su piel más descarnada, esa que diferencia a los compositores mayúsculos de los meros aprendices, ofreciéndonos además la inolvidable oportunidad de acceder a la persona y no sólo al artista, en un instante de recogimiento casi espiritual que , a buen seguro, quedará grabado en la memoria de los allí presentes.

Foto Ken Stringfellow: José Megía

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