León Benavente – 2 (Warner)
Desde el nacimiento de León Benavente, ya estaba claro que Abraham Boba, Luis Rodríguez, Eduardo Baos y César Verdú no tenían las mismas procedencias sonoras. Cada uno era de su madre y de su padre, cultivando desde el krautrock hasta el folk. Los cuatro han tenido tiempo para amoldarse y conocerse. El bagaje musical que llevaba cada uno a la espalda ha sabido mezclarse de forma compacta. Era fácil arriesgar un poco más y caer en una masa sin sentido de géneros e influencias mezclados sin hilo conductor. Quizá su mayor mérito sea no solo haberlo evitado, sino utilizarlo a su favor. 2 es, respecto a su álbum debut, un paso más en todos los aspectos. Van más allá en el sonido con el que empezaron a experimentar. La compenetración en la que han desembocado estos años de trabajo conjunto les ha llevado a una mayor complejidad sonora y a lo que les faltaba para sobresalir. Toques dance punk, synth pop, ecos más oscuros y versos recitados que llegan al spoken word forman este cóctel de un grupo que nunca ha tenido solo una personalidad.
“California” abre el álbum con un ritmo guitarrero sobre el que flotan sintetizadores. Es enérgica, arranca el trabajo con ganas, como un enorme cartel de bienvenida. Un perla aparece entre medias: “montaremos una fiesta en casa del ministro de exterior”. Es una de las caras de sus letras, la humorística, sarcástica o burlona, sacando la lengua entre nota y nota. En “Tipo D” es donde demuestran con más fuerza el cambio que han hecho en 2. Una canción monocorde de sonido electrónico que funciona como forma de llamar la atención. Ellos mismos afirman haberla elegido como single por ser la opción más arriesgada. Es fácil que a lo largo de los versos, que fluyen a golpes a través de un solo acorde con frases de estructura similar, suene repetitiva. Pero es interesante, sin embargo, ese juego de tintes psicodélicos con los sintetizadores en la explosión del estribillo. “Quiero convencerte de que lo que está sonando es un hit. Es un hit”. Entonces entiendes por qué “Tipo D” ha sido la bautizada como single.
2, entre toda su amalgama sonora, nada en un equilibrio entre el rock y la electrónica. Y, flotando en medio, el casi explotado spoken word. “Gloria”, el tema más violento y sucio, es el primero en mostrar estos versos recitados. León Benavente, entre ironía y crítica social, corre el riesgo de resbalar y caer en el cinismo de sus letras. No suele pasar, claro, a estas alturas. Sin embargo, en “Gloria” chirría un poco el cliché de España-fútbol-siesta hacia el final. “Aún no ha salido el sol”, por el contrario, es posible que posea una de las letras más interesantes del álbum. Entre la percusión electrónica y la explosión del estribillo, Boba recita (una vez más), “una fiesta que no acaba nunca”, como ellos mismos han explicado, recuerda a los grupos (The Smiths, Velvet Underground, Can) que les marcaron de forma personal y expresa la fuerza de seguir con aquello que merece la pena. Destaca casi al final “La vida errando”, una composición melancólica y, simplemente, bonita. Una estructura sencilla que funciona. Añade, además, una melodía que destaca en un disco que ha ido jugando con justo lo contrario. Cierra lo que parece un diario personal de Boba en uno de sus viajes a México D.F. poco antes de la grabación de 2, “Habitación 615”, una reflexión de su carrera en una historia de 7 minutos. Todo ello narrado con un spoken word que se atragantará demasiado para los no tan amigos de esta técnica.
Más complementados, más arriesgados y más evolucionados es como, en definitiva, se presenta León Benavente en 2.