Llum – Limelight (Jabalina)
Conociendo profesional y personalmente a Jesús Sáez, antes resguardado tras la batería de Polar y ahora ejerciendo de maestro de ceremonias en Llum, tengo claras dos cosas en el momento de ponerme a redactar esta reseña. La primera, que nada en Limelight (Jabalina, 2012) puede ser fruto de la casualidad: ni el título (que podría traducirse como «Candilejas»), ni la entrañable portada, ni que se abra y se cierre con ruido de cubiertos y vajillas, ni tampoco su sorprendente reinvención como crooner moderno, a medio camino entre el clasicismo del Rat Pack y la irreverencia de Bigott. La segunda, que ni escuchando el disco cien veces más voy a poder desentrañar todos los secretos que la brillante, juguetona e hiperactiva mente de Jesús nos ha dejado escondidos entre sus nueve cortes. Pero hay que intentarlo, así que allá voy.
Limelight contiene nueve temas, todos cantados en inglés excepto «Tragón». Un título muy apropiado: su mensaje de «todo lo que veo y me gusta, lo quiero» puede aplicarse tanto a la actitud hedonista de la canción (y del álbum) como a la abundancia de invitados (Josh Rouse y su mujer en «On a low flame», Flavia Muniz cantando en portugués…la lista sería larguísima) y de instrumentos (armónicas, marimbas, ukeleles, clavicordios, pianos, percusión, muchos vientos, bastantes cuerdas). Con criterio, eso sí, con sentido y estructura, con la voz de Jesús y su peculiar forma de interpretar las canciones haciendo que todo encaje, deshaciendo la maraña. Porque si él quiere lo que ve, también sabe lo que quiere, así que todo (invitados, instrumentos, canciones, temática) son herramientas para llegar a la meta propuesta.
Particularmente entiendo Limelight como un homenaje. Triple, para ser más exactos: a una música (Broadway, el Hollywood clásico, Bacharach, el swing, el doo wop), a un tiempo (el periodo entreguerras, los 50 pre-rock’n’roll) y sobre todo a una forma de entender la vida, una actitud enfocada a disfrutar del placer de lo cotidiano (son muchas las referencias a la comida, destacando la divertida «All the Spanish cooks»), a deleitarse con los pequeños momentos de satisfacción que la vida nos ofrece y sorteando de la mejor manera posible los problemas («Stanley» desprende alegría, pero sobre todo ofrece pistas de cómo actuar correctamente ante las dificultades…como Gene Kelly cantando bajo la lluvia).
Pero el motivo del disco no parece ser recrear una época, sino tomarla como referencia para hacer algo nuevo. Por eso en muchos casos los referentes no son tanto los originales (el Tin Pan Alley, Bing Crosby, Dean Martin…los ya mencionados) como artistas que, a su vez, fueron un homenaje en sí mismos (Manhattan Transfer sería el caso más evidente). Más que un sonido, es un estado de ánimo lo que mueve Limelight…lo que los anglosajones llamarían «mood». Tal vez de ahí la ironía y la leve melancolía que desprenden las letras de «My Friends» o «Love me (prove that you will)».
El resultado es una apología del hedonismo en su variante más tradicional y autóctona: comida, bebida, amigos y mujeres. Lo cual nos devuelve al Rat Pack. Y es que al final la vida es muy sencilla, por mucho que los seres humanos nos la compliquemos unos a otros.