Los Planetas y la orquesta ciudad de Granada (Auditorio Manuel de Falla)
La primera vez con Una Semana en el Motor de un Autobús: El millennial contra el mito
-«Aprovechando el 20 aniversario del disco, ayer escuché por primera vez Una Semana en el Motor de un Autobús de Los Planetas.
-«¿Perdón?»
Esta conversación la tuve hace pocos meses en un bar vermut en mano. Al esgrimir tal frase toda la mesa depositó su mirada sobre mi persona. ¿Cómo iba a ser posible? ¿Qué potestad había tenido hasta el momento para hablar de música sin haber escuchado antes la obra cumbre de Los Planetas y el pilar fundamental del indie español?
Se abrió la veda y comenzaron los comentarios cruzados de los presentes al recordar el lanzamiento del álbum, el concierto de presentación, qué hicieron cuando sus canciones sonaban de fondo… y ahí estaba yo, restándole importancia al asunto desde la perspectiva que me dan veinte años de distancia. Normal al fin y al cabo, ¿no? Originario de Granada, nací en la ciudad donde Los Planetas eran verdad absoluta y tal vez por ello me enfrentaba al grupo con cierto escepticismo. Tendemos a derribar los ídolos que nos vienen impuestos (la existencia de Dios, el rey, el sentimiento patriótico) y, en el caso que nos atañe, me enfrentaba a Una Semana en el Motor de un Autobús y su concepción como obra intocable e imperecedera de Los Planetas. ¿Sería un castillo de cristal por derribar?
Parecía que me seguía proponiendo acabar con mitos gracias a tweets como este en el cual ponía Unidad de Desplazamiento por encima de Una Semana en el Motor de un Autobús, pero aquí causé cierta polarización que me pilló desprevenido, no había un consenso tan claro como el relativo a la calidad del tercer trabajo de Los Planetas. Mientras Carlos Hernández se alegraba por mis elogios a su producción, cierto sector defendía el carácter expansivo de Unidad de Desplazamiento enfrentándose a los seguidores del punch sucio de Una Semana en el Motor de un Autobús. Desde esta posición no anclada en la melancolía y el paso del tiempo, me preguntaba: ¿habría sitio para sendos esfuerzos en el Olimpo de la música española o habría que elegir uno u otro como si fuera el debate Blur contra Oasis?
Como digo, que se me impusiera un dogma de fe como que el célebre trabajo de Los Planetas ilustrado por la famosa “X” de Aramburu fuera lo más grande de la existencia musical de nuestro país hizo que me enfrentara a su primera escucha con escepticismo. ¿El resultado de esta incursión? Que a mitad de camino me resultara el álbum indiferente y sólo recobrara interés con el final de cuerdas de “La Copa de Europa”.
Aparentemente, terrible pecado haber sentido esto y más individuos se llevaron las manos a la cabeza cuando se enteraron, pero quiero que entendáis algo. Estas personas (y muchos de vosotros imagino) vivieron la época del álbum como más que una colección de canciones, vivieron la época dorada de las tiendas de discos y vivieron la reproducción de un disco como un acto ceremonioso. Cuando comenzó mi interés por la música me topé con el vinilo como objeto de culto, con las miradas de mis amigos extrañados al verme comprar CDs en lugar de descargármelos por internet y me topé, también, con el streaming. ¿Qué necesidad habría pues de consumir un disco en su conjunto pudiéndome quedar con los momentos más llamativos?
Me vi sumergido en la era en la cual iba tomando más fuerza el álbum como compendio inconexo de singles que tiende cada vez a la menor duración; esto suponía la aparición de un nuevo interrogante: ¿cuándo consideramos una obra larga? Podríamos entrar en consenso y decir que los trabajos de Swans encajan en esta descripción por lo denso y extenso de sus composiciones, pero, ¿es My Father Will Guide Me a Rope To The Sky largo también? ¿Dónde se traza el límite? Por el ambiente en el que me encuentro sumergido y la gran cantidad de música que consumo a diario por las críticas que suelo escribir, ver un trabajo de más de 45 minutos de duración provoca que me enfrente a su escucha con desidia. Una Semana en el Motor de un Autobús dura 58 minutos y 54 segundos; sus mejores temas, “Toxicosmos” y “La Copa de Europa” se desarrollan a lo largo de 7 minutos 42 segundos y 9 minutos 32 segundos respectivamente. ¿Tendría sentido un trabajo como el de Los Planetas actualmente? ¿Funcionaría en esta sociedad de consumo rápido? ¿Entra en la categoría de “disco largo”? ¿Sus singles se enmarcan dentro de “lo accesible”? Nos peleamos con Father John Misty y su Pure Comedy considerado por muchos excesivamente largo con sus 74 minutos y 17 segundos cuyo tema titular dura 6 minutos y 24 segundos, pero “Islamabad” y sus 7 minutos con 3 segundos ese mismo año sí funcionó, ¿estas melodías sucias de lírica más pueril correrían la misma suerte que “Islamabad” o les pasaría como a Father John Misty?
Con todo este batiburrillo de ideas e interrogantes cogí el coche desde Málaga a Granada para ver si se esclarecería algo en la celebración del vigésimo aniversario de Una Semana en el Motor de un Autobús. Sonaba por la autovía a toda potencia “Segundo Premio” al comienzo de mi trayecto y me imaginaba lo que encontraría: un concierto para nostálgicos repleto de guiños a tiempos pasados vestidos de orquestalidad barroca. Los Planetas aparecerían en un espacio icónico como el Auditorio Manuel de Falla acompañados por la orquesta y coro ciudad de Granada. ¿Para tanto sería el fenómeno alrededor de Una Semana en el Motor de un Autobús que culminaría veinte años después con una celebración así?
Como decía, asimilaba esta situación como uno de esos ídolos impuestos por la sociedad que esperaba derribar, y sin embargo el derrotado fui yo.
Allí me personé, en un auditorio lleno hasta los topes junto a personalidades como Niño de Elche o miembros de Lori Meyers que no quisieron perderse el espectáculo. Uno miraba alrededor y veía a personas que vivieron perfectamente el estreno del álbum, pero también a otras que, a tenor de su edad, llegaron a la obra de Los Planetas tiempo después para acabar estableciendo residencia en el motor de ese autobús. Partiendo, en mi caso, de lo etéreo del reciente Zona Temporalmente Autónoma, pensaba que la transición a tiempos pretéritos más ruidosos y directos tomaría cierto tiempo para ocurrir. Sin embargo, tras vivir la grandeza de las composiciones planetarias en formato orquestal (con arreglos y dirección de Alonso Díaz, vocalista de Napoleón Solo), he de decir que sucumbí finalmente a Una Semana en el Motor de un Autobús en apenas minutos.
Bien es cierto que se echaron de menos las guitarras más distorsionadas y ruidosas de Florent, una mayor libertad en los movimientos de J (quien estuvo pegado a su atril mientras era dirigido por Alonso) y los golpes más arrolladores de un Eric que tuvo que conformarse con una batería discreta de orquesta y un cajón flamenco en temas como “Montañas de Basura”; pero los arreglos de cuerda, vientos y percusión compensaron sobremanera e hicieron justicia a las composiciones de un álbum que, para muchos, era encontrarse con un amor adolescente años después y comprobar que la magia sigue presente.
Una Semana en el Motor de un Autobús se interpretó de arriba a abajo, pocas sorpresas con respecto al menú pero sí en lo relativo a su presentación. Confeccionando un continuo crescendo en una interpretación que recordaba a la teatralidad de composiciones del anteriormente mencionado Father John Misty o a la belleza épica y melancólica de Sufjan Stevens (ciertos pasajes me hacían pensar en el reciente Planetarium), la noche alcanzó cotas máximas en la triada final: “Toxicosmos”, “Línea 1” y “La Copa de Europa”. Si quedaban dudas de la majestuosidad de la obra cumbre de Los Planetas ahí se despejaron todas cuando el coro tomó posición y complementó a la perfección la voz de un J algo dolorido al, tal vez, estar experimentando una catarsis enfrentándose a recuerdos de años atrás que culminaron en el majestuoso éxtasis del cierre con “La Copa de Europa”.
Al comienzo de la velada, yo aparecía con mis dudas mientras J se personaba sobre el escenario harto confiado; por la ronda de aplausos sabía que tenía al público entregado desde el minuto cero. Sin embargo, al final y ante un público rendido (yo incluido), todos los miembros del grupo parecían asombrados por la reacción de los presentes. ¿Qué sorpresa puede haber cuando uno interpreta un álbum intergeneracional que funciona tal y como lo hizo hace veinte años? El mito de Una Semana en el Motor de un Autobús sigue vivo y justificado, no dejéis que las nuevas generaciones nos perdamos esta experiencia. Efectivamente aquí está el origen y punto de inflexión en nuestra historia musical. Ahora os entiendo a todos, malditos. Hacedme partícipe de fenómenos así, juguemos a la caza de la realidad y el mito para reivindicar las obras que lo merezcan.
Fotos: Juan Pérez-Fajardo
una experiencia inigualable
Bienvenido al club. Parámetros como ‘disco largo’ o ‘accesible’ no valen para LP. Espero ansioso videos y sonidos. Un mito suele serlo por alguna razón poderosa, no porque cuatro piraos se hallan fumao unos porros.