Love Division – Anthems for the Lost Generation (Welcome to the Other Side Music)
Es difícil trillar un poco más aquello de «it´s only rock and roll, but I like it«. Si coges un trozo de papel a primer ahora del día, lo haces una bola, lo tiras al suelo en medio de la Gran Vía y pasas a recogerlo al final de la jornada, aún estará menos pisoteado que esa frase. En el caso de Love Division siempre se ha ajustado bastante a la realidad, aunque esta vez habrá que rebuscar en el saco de los lugares comunes para encontrar algo que se acomode mejor a Anthems for the Lost Generation.
El segundo larga duración de la banda integrada por Ricardo de Abiega, Tony Wanhjör y Enrique Parra ofrece mucho más que simplemente rock and roll. Basta con echar un vistazo a la última hoja del libreto para darse cuenta de que hay bastante que rascar en las doce canciones anteriores; Anna Politkóvskaya, Jean Moulin, Peter Fechter, Sadiq Hamed Shwehdi o Leon Trotsky inspiran un disco dedicado a la generación perdida (hola, ¿qué tal?), y que tiene como epílogo una cita del Pulitzer Carl Sandburg («I´m an idealist, I don´t know where I´m going, but I´m on my way«).
En lo musical, la propuesta de Anthems for the Lost Generation no difiere en exceso del notable The Velvet Revolution: rock ortodoxo de excelente factura, contundente, y con una energía eficazmente dirigida tanto en la velocidad como en la pausa, en gran parte gracias a la voz de Abiega. El tronco, la columna vertebral del disco, lo que lo mantiene en pie, está integrado por «Nowhere fast», «Big night» (con guiño a The Wire), «The art of lost love», «Long way home», «Case study: the strongest of them all» y «Résistance!» (con el discurso de André Malraux en el funeral por Moulin en París del 64), y es la materialización de todo lo explicado anteriormente. Probablemente el cénit de todo llegue en algún momento de «The unkept promises of comunism»: una bola de nieve que aglomera en su estructura todo lo que encuentra en su camino, desde la calma a la intensidad de la épica bien entendida; incluso las voces de Honecker, Lenin, Trotsky, Gorbachov y Reagan. El disco acaba bien, secando el sudor con la combativa «We ain´t going down» y los arreglos de cuerda de la agridulce «End in the end», reverso del primer tema «End in the beginning».
En estos tiempos, hay que aplaudir que los buenos discos sean, además, discos de verdad, con ideología y tocados por la realidad.