Manel (Inverfest – La Riviera) Madrid 09/01/20
No resultó en absoluto chocante que el quinto disco de Manel, Per La Bona Gent (19), apenas apareciera en las diversas listas de mejores discos del año. Aunque quizá no tanto la crítica, lo cierto es que la inmensa mayoría de fans de la banda catalana arqueó la ceja ante ese lanzamiento, y con razón. Más arriesgados, electrónicos y esquinados que nunca, el álbum, el más inaccesible de largo que hayan grabado nunca, parecía diseñado para provocar una mezcla de estupor y desafección en las primeras escuchas. Sin embargo, si uno tenía paciencia y evitaba incurrir en la añoranza de los Manel más primerizos y evocadores, Per La Bona Gent se revelaba como un catálogo de sonoridades tan extravagante como estimulante, una suerte de desafío adictivo. La inspiración y el fuste compositivo de maravillas lejanas como 10 Milles Per Veure Una Bona Armadura (11) aparecen más espaciados en esta versión actual de la banda, pero a la vez resulta imposible dejar de intentarlo, de perseverar con esta vuelta de tuerca y medirse a sí mismo prejuicios y nostalgias.
Apetecía mucho, pues, poder afrontar este reto delante de un escenario. Con una muy generosa afluencia de público en la madrileña La Riviera, nuestros protagonistas irrumpieron a contraluz y con la perturbadora “Formigues”, muy en consonancia con el espíritu oblicuo y exigente que distingue su flamante obra. Con un tempo asfixiante, lindante con el rock industrial, la canción se desplegó turbia y magnífica, con un Guillem Gisbert empezando a mover la cintura, rociando a su perpleja parroquia un par de sprays y sugiriendo que se avecinaba una experiencia definitivamente inusual. Sin abandonar Per La Bona Gent, “Els Entusiasmats” y la ya ligeramente más ortodoxa “Aquí Tens El Meu Braç” sonaron a continuación, muy efectivas ambas, esta última con ese equilibrio entre experimentación y clasicismo que la banda sublimó en su excelente Jo Competeixo (16).
Precisamente de su penúltima entrega asomó acto seguido su corte más bailable y sensual, una “La Serotonina” que ningún seguidor de la banda más académico podría defender con excesiva pasión, pero que resultó indiscutiblemente eficaz y contagiosa. En estos primeros lances, por cierto, ya se comenzaba a barruntar una realidad, quizá algo agridulce, que se confirmó con “Captatio Benevolentiae” y “La Cançó Del Soldadet”, sendos rescates de sus dos primeras obras. La primera, netamente orgánica y deliciosamente sencilla en su concepción original, fue interpretada con las bases, atmósferas y actitud de los Manel actuales, y se sintió fuera de lugar y descontextualizada. La segunda, con ese sonido folkie y embriagador aroma norteño que distingue el fascinante disco mencionado de 2011, y que incluso vino precedida de un desliz en la afinación de los guitarras que no dejó de tener algo de sintomático y simbólico, sonó desangelada, como perpetrada sin convicción. Esto es, Manel, cuanto más se alejan de la solemnidad, de la tradición y de la poderosa emoción que han caracterizado en el pasado sus mejores composiciones, paradójicamente, parecen funcionar mejor a día de hoy sobre un escenario. Su puesta en escena, tan aparentemente ligera y casual, y que en anteriores visitas podía rechinar por momentos en contraste con la hondura de su repertorio, les sienta como un guante en esta nueva exploración de sonidos.
Reajustada internamente esta perspectiva, quien pudiera hacerlo, y parece que fueron mayoría los que lo lograron, el concierto volvió a poner el foco en su cancionero más reciente y, por tanto, volvió a resultar extremadamente disfrutable, brillante por momentos. Sobresalieron el filo rockero de “Les Cosines”, la melodía hipnótica de “Canvi De Paradigma” y dos canciones no especialmente seductoras en estudio, pero que sonaron como un tiro sobre las tablas: “Teresa Rampell” y “Sabotatge”. Mención especial, naturalmente, para “Boy Band”, un petardo musical en toda regla, una suerte de estrafalario homenaje a Talking Heads, el mayor placer culpable que Gisbert y compañía han escrito nunca y que, naturalmente, resultó imposible no bailar. Como también fue inevitable no parpadear ante la canción que da nombre al último disco, con ese fragmento sampleado de María del Mar Bonet, y esa dislocada e inverosímil estructura. Una canción insólita, y una de las cimas indiscutibles de la velada.
Ya en el bis, se celebró por todo lo alto “Amb Un Ram De Clamidies” y su festín de sintetizadores. La mayor aproximación de la formación barcelonesa a la música disco y al synthwave fue tan cálida y satisfactoria como en estudio. Llegados a este punto de elasticidad mental y auditiva, quizá no sorprenda admitir que dos canciones clásicas tan colosales como “Boomerang” y “Benvolgut”, pese a ser despojadas de su esencia y acomodadas al sonido actual del grupo, no sólo no molestaran, sino que cerraran el show con evidente ímpetu y jolgorio colectivo. Una obscena cantidad de temas verdaderamente deslumbrantes habían sido omitidos, el registro estilístico verdaderamente diferencial, y que al fin y al cabo les hizo grandes, apenas asomó, pero Manel nos había secuestrado, a todos y cada uno de los asistentes, con un concierto, en líneas generales, espléndido. La música, como tal vez la mejor arma de seducción masiva que existe, obra estos modestos pero regocijantes milagros.
son muy grandes
Yo estuve ahí en frente del escenario justo un día antes de tener que volver a casa después de estar de vacaciones por España, y les digo que el concierto de Manel es uno de los mejores recuerdos de mi viaje. ¡¡¡¡¡Son unos capos totales!!!! Si podés, andá a verlos en vivo porque realmente que valen la pena.