Muse – The Resistance (Warner)
En ocasiones, cuando una banda se toma tan en serio a sí misma consigue el efecto contrario entre quienes tenemos que juzgarla. Aunque en el caso de Muse quizá no sea así, y Matt Bellamy y los suyos se estén partiendo el culo a sabiendas de que convertirán en oro todo lo que toquen por obra y gracia de sus incondicionales.
Su quinto trabajo nos llega con el denominativo de “obra apasionante y demoledora”, como “el sonido del Apocalipsis”, lo “más exagerado” que han grabado nunca, algo que han hecho gracias a que ellos mismos han sido los productores. Un disco conceptual, que nos habla de cómo resistir ante el sistema establecido gracias a las virtudes del amor, de cómo huir de este mundo y explorar nuevos…, resumiendo amigos, una empanada mental descomunal. Un colmado de grandilocuencia de todo a 100, de megalomanía barata, épica de tiralíneas que deja al incrédulo oyente con una constante sensación de que el trío británico pretende rellenar la falta de talento con mucho virtuosismo (ejem) vocal o instrumental.
The Resistance encuentra su espejo en lo que fue su adelanto, esa pretenciosa “United States Of Eurasia” o lo que es lo mismo, cómo sableo el sonido a Queen, meto unos teclados morunos y lo aderezco con unos gorgoritos marca de la casa para goce de mis fans que quedarán extasiados ante tamaña magnitud de tontería. Esto es básicamente lo que encontraremos en un álbum que lo mismo recuerda al electro glam del Marilyn Manson más ramplón (“Uprising”), como al “Vienna” de Ultravox -y que me perdonen los de Midge Ure por favor- (“Guiding Light”), en el que vuelven a soñar con ser Van Halen (“Unnatural Selection”), a hacer operetas (“I Belong To You (+Mon Coeur S´Ouvre A Ta Voix)”) o a ofrecer cosas tan indescriptibles como esa sinfonía exogénica en tres actos (overture, cross-pollitation y redeption) que cierra el disco.
Así que no pretendan encontrar épica melodramática, sinfonías celestiales, voces operísticas, ni nada que se le parezca. Porque tras varias extenuantes escuchas, llegamos a la conclusión de estar ante un disco vacío, sin rumbo, creado con la simple intención de epatar en directo a sus poco exigentes seguidores, quienes volverán a convertir sus conciertos en un ejercicio de onanismo colectivo.