Conciertos

Nacho Vegas – Kafe Antzokia (Bilbao)

La trayectoria que lleva Nacho Vegas comienza a tener un peso importante. El músico asturiano se está mostrando como un artista prolífico al mismo tiempo que talentoso. Da la sensación de que tiene muy claro lo que quiere al mismo tiempo que ha logrado convencer a la prensa y ganarse un importante número de seguidores. En este momento, podemos apuntar sin ninguna duda que Vegas es un primer espada dentro de la escena nacional.

Su cuarto largo, El Manifiesto Desastre, es notable y la expectación que está generando la consiguiente gira es digna de mención; programar tres fechas consecutivas en Madrid está al alcance de muy pocos.  En Bilbao se confirmó también el interés por el ex Manta Ray en una noche donde no faltó buena competencia. Cierto es que el de Gijón no había actuado antes con banda en el escenario del Antzoki. Y es que “La Trama Asturiana” que conforman Xel Pereda (guitarra y banjo), Luis Rodríguez (bajo), Abraham Boba (teclados) y Manu Molina (batería), mostró una alta compenetración al mismo tiempo que supo permanecer un paso por detrás de su capitán. 

Partiendo de una presencia firme y elegante, consecuencia sin duda de la confianza que Nacho Vegas tiene en su trabajo y obra, el repertorio elegido (abrió el setlist “Plaza de la soledad” y “Noches árticas” puso el final) no premió a quienes esperaban una colección de singles. Presentía que las nuevas canciones iban a funcionar de forma muy solvente en directo y no sucedió otra cosa. En ese sentido, quienes fueran nuevos descubridores del universo NV, a buen seguro que quedaron encantados.

Metidos en faena, al bueno de Nacho no le faltaron sentidos homenajes a dos artistas vascos fallecidos el año pasado. Su particular interpretación de “Baga Biga Higa” de Mikel Laboa y, posteriormente, un cariñoso recuerdo a Josetxo Anitua (Cancer Moon), quien fuera dj residente del propio Kafe Antzokia.

Sonaron  “Miss Carrusel”, “Perdimos el control” y “El hombre que casi conoció a Michi Panero” poco antes de dar paso a los bises. Y el público, agradecido, coreó estribillos, cantó a la vez que el protagonista y aupó a éste a los altares. Merecida fue la respuesta del asistente, sin duda. Porque en algo más de dos horas pudimos sentir que las historias de Nacho Vegas nos tocaban, arrastraban y terminaban por secuestrarnos. 

De esas veladas especiales que son un privilegio vivir. No me quito de la cabeza el “Dry Martini SA” ni ese fraseo tan cautivador que gasta este caballero.

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