Niño de Elche – La Exclusión (Sony Music Spain)
Niño de Elche cometió el crimen de dejarse asociar con el flamenco. ¿Qué más podía hacer? Y, aunque como buen criminal sonoro vuelva de vez en cuando por la senda de los palos, su pulsión para huir de los encasillamientos claustrofóbicos por los caminos de la experimentación sonora se torna cada vez más evidente como ese arma de elección que el de Elche ha escogido para luchar contra los elementos.
Pareciera que Francisco Contreras no se casa con nadie y se casa con todos, alternando colaboraciones pop, rock y de música urbana sin alterar su gesto lo más mínimo, pero no deberíamos dudar ni por un momento de que si él decide casarse consigo mismo, lo hará rodeado de la experimentación sonora como testigo.
No es extraño que haya estado en los últimos años encerrado en fonotecas y archivos sonoros, desempolvando a aquellos primeros experimentales como Val del Omar, perpetrando ingenios y actividades museísticas en centros de arte rodeándose de eruditos como Miguel Álvarez Fernández y señalando que ese ars sonora, en gran parte, todavía sigue siendo un campo de sorpresa para algunos.
Niño de Elche sigue poniendo sobre la mesa (ahora con este La Exclusión, dirección artística de Ramón Andrés y producción de Xabier Erkizia) suficientes argumentos para que sea tratado como un agitador, en el sentido popular de la palabra, mucho más allá de ese exiguo renovador del flamenco que arrastra como un preso unas cadenas. Aunque no caigamos en la ingenuidad, ya que esa rebelión no lo es tanto si atendemos a la carga de conocimiento que desprenden sus actividades performativas, expositivas y de registro sonoro. Con franqueza, Contreras se encarga de explorar unos espacios denostados por aquellos quienes no entienden que la música, antes de ser música, es ruido, aunque haya habido grandes nombres que se hayan dejado la piel en subrayar ese hecho.
Con el lanzamiento de este nuevo capítulo, Niño de Elche se consagra en estas lides (veremos si se encuentra cómodo aquí o volverá a tener que exiliarse en otro género) con una grabación conceptual que transita entre paisajes ruidistas y de tradición oscura, un viaje onírico y de pesadilla que nos traslada tanto a ese cierto toque dantesco de “Los caprichos” de Goya como a un mundo de sinsentidos perfectamente ordenados para firmar un alegato a favor del despertar en contra del rebuzno social.