Discos

Taken By Trees – East of Eden (Rough Trade)

Taken By Trees es el proyecto personal de Victoria Bergsman después de abandonar, hace ya unos años, el puesto de cantante en el grupo sueco The Concretes. En el año 2007 publicó su debut en solitario, Open Field (2007, Rough Trade), un disco melancólico, tranquilo, a medio camino entre Camera Obscura, El Perro del Mar y el chill-out ibicenco. El típico disco que puede aburrir si se escucha de manera casual y sin prestarle demasiada atención, pero que gana muchísimos enteros por la noche y con unos buenos auriculares.

Lo mismo sucede con “East of Eden”, su segundo trabajo. En este caso, corregido y aumentado. Para grabarlo, Victoria sintió la necesidad de desplazarse hasta Pakistán y empaparse de su folklore, aspirar influencias, trabajar con músicos locales y, finalmente, recoger todo lo aprendido y plasmarlo en su álbum.

En este tipo de proyectos, en los que se intenta trabajar estilos musicales exóticos, lo peor que puede pasar es quedarse a medio camino del objetivo. O se entra a fondo, con todos los riesgos, o no se entra, pues de hacerlo a medias se corre el peligro de caer en el efecto “ni chicha ni limoná”, como aquellos cantos de los indios americanos que tanto impactaron en su momento, como el peor Sting o como algunos trabajos de Enya: chill-out sin pretensiones ni emoción. Ese es el principal problema del álbum. Es disperso, apunta en la dirección correcta pero yerra bastantes veces el disparo. Sí, suenan instrumentos exóticos como el dholak, la tumba, diversos tipos de tablas y flautas, pero no son los protagonistas salvo en raras ocasiones, por no decir que en ciertos momentos parecen metidos con calzador.

Lo mismo pasa con la aportación de músicos locales como Sain Muhhamad Ali (“To lose someone”) o su hijo de apenas 7 años Sodhagar Ali (“Wapas karna”). Su aportación queda ensombrecida, suena simplemente como una nota al margen, como una excusa. Para acabar de despistar al oyente se incluye una versión de “My girls” (renombrada como “My boys” para la ocasión) de Animal Collective (Noah Lennox) figura en los créditos, pues también colabora en “Anna”).  Es difícil encontrar la relación, salvo que uno la quiera ver en las influencias de la música oriental que aparecen en algunos trabajos del colectivo animal.

Por supuesto que no se le puede exigir a un músico que cambie totalmente su estilo, que no se note su mano en un disco que va a su nombre. Pero aquí se nota demasiado. El disco podría haberse grabado perfectamente sin salir de casa, con unos cuantos samples aquí y allá, de manera que no hacían falta tantas alforjas (ni tantos elogios por parte de los medios más trendies) para este viaje, más teórico que práctico.

Todo lo anterior no implica que el disco sea malo. En realidad hay varias canciones muy bonitas y disfrutables, como “Anna” o “Tidens Gang”, pero justamente son las canciones que menos tienen que ver con la idea original del proyecto, y con eso se confirma mi diagnóstico sobre el disco: el exotismo, tomado sólo como coartada, no suele funcionar. Como mucho, para relajar a los pacientes en la consulta del dentista.

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