The Killers – Battle Born (Vertigo Records)
Que levante la mano el lector de esta reseña que espera que pongamos el disco «a caer de un burro». Ahora que levanten la mano aquellos lectores que van a amenazarnos con piratear la web si no publicamos que este disco es el mejor álbum de rock de la Historia. Vale, ya estamos todos posicionados. Y es que hacía tiempo que no me enfrentaba a escribir una crítica tan complicada. Nada que ver con la complejidad del producto a reseñar. Más bien por toda la parafernalia que se monta siempre alrededor de The Killers y por extensión alrededor de todos esos grupos que han conseguido despuntar primero en terrenos del pop-rock independiente arropados por un nutrido y selecto grupo de seguidores que luego se han transformado en sus más acérrimos enemigos una vez que el grupo ha alcanzado el éxito masivo y popular. Ejemplos claros lo son The Killers, Coldplay y Muse, tal vez en menor medida también estén sufriendo este fenómeno «ya no te quiero porque mi vecina te conoce» los canadienses Arcade Fire.
Vale, tengo que admitir que así de primeras, sin vaselina, hablar bien de un grupo de rock que cuenta entre sus seguidores con Jose Mª Aznar y Luis Mª Ansón da como cosica. Pero la verdad sea dicha, el álbum no desentona en absoluto en la estantería de tu discoteca, y eso que fácilmente se le pueden aplicar los calificativos de plano y falto de personalidad, aunque por otro lado también resulta práctico, sobre todo si eres de los que consume música únicamente para completar otra actividad como conducir para ir a trabajar, hacer footing en la cinta del gimnasio o tomar una copa con los colegas mientras suena música de fondo. Es decir, ni alabanzas ni insultos. Estamos ante un correcto álbum de pop-rock divertido, entretenido y limpio, demasiado limpio, de hecho. Podemos decir que estamos ante un blockbuster de la música. No siempre apetece tragarse una peli de Michael Haneke, a veces viene bien tirarse en el sofá «a lo palomitas» para ver una de Spielberg (¡uf!, Spielberg es apuntar muy alto).
Ahora, que si nos queremos poner quisquillosos pues lo tenemos fácil, basta con realizar una odiosa comparación con sus álbumes anteriores y comprobaremos que no queda nada de la energía de Hot Fuss (2004), de hecho encontraríamos más similitudes al comparar un huevo y una castaña; si lo comparamos con Sam´s Town (2006) el nuevo álbum parece su hermano pequeño en carácter, y si lo comparamos con Day and Age (2008) comprenderemos que esta es la estela que han querido seguir, pero les ha salido una línea discontinua. Supongo que la firma Stuart Price, productor de su anterior trabajo y de parte de éste va a lastrar por mucho tiempo la carrera de los chicos de Flowers.
Vale, ya tenemos el marco, vayamos ahora con el lienzo. El trío de canciones que inaugura el disco, «Flesh and Bone», «Runaways» y «The Way It Was» son disfrutables por su simplicidad, y por eso es fácil apreciar los intentos por resultar más obtusos a través de los arreglos estilo Motown que le intentan colar a «Flesh and Bone», por ejemplo. Afirmaremos que son típicos ejemplos de canciones tipo exaltación de la amistad, tan necesarias como inocuas. Seguramente se estaba pensando cuando el productor las arregló en las cuerdas vocales de todo un estadio de fútbol más que en una noche de farra con los amigos, pero como decimos, tremendamente efectivas en su simplicidad. A partir de ahí The Killers se vienen arriba y creyéndose caballeros salvadores o bardos literatos de una generación perdida, arremeten con demasiada seriedad contra lo que no dejan de ser simples canciones orientadas al público post-adolescente, pero es que encima lo hacen con la efusión burda de un niño que se cree poeta.
La línea fija y continua del álbum, que recuerda constantemente a Toto, destella fugazmente en «A matter of time» y termina por agotar la fórmula en canciones como «Miss Atomic Bomb» o «Deadlines and Commitments», donde se hubiera agradecido bajar al menos dos tonalidades la voz de Brandon, que en dosis de un larga duración llega a provocar irritación y cansancio.
No sé yo si The Killers se librarán de tener que pagar royalties por la archiconocida «Bette Davis Eyes» de Kim Carnes, a la que tanto le debe el segundo corte «Runaways» y que ya fue versionada por Brandon Flowers en su gira en solitario, o qué tal le habrá sentado a Lou Reed, con el que colaboraron hace unos años, el homenaje a «Perfect Day» cuya línea de bajo y otras virtudes se han tomado prestadas en «Heart of a girl».
Después de varias escuchas no te echarás las manos a la cabeza ni para tirarte de los pelos, ni para darte palmadas de asombro contra la frente. Un disco lineal, práctico y corporativo, o como más gráficamente se dice por tierras castellanas «ni tanto, ni tan calvo«.