Conciertos

The Shining – razz 3 (barcelona)

No tuvieron The Shining su mejor noche el pasado 25 de septiembre en Barcelona. Un par de horas antes, habíamos hablado con ellos y nos contaron lo maravillosamente bien que les había ido en día anterior en Valencia, y las ganas que tenían de tocar aquí. Pero alguna fuerza sobrenatural se había empeñado en empañar su debut en la ciudad condal: por un lado, la frialdad con que el público les recibió, que contrastaba con la entrega del grupo y, sobre todo, con la actitud habitual del público catalán – ¿cansados por el BAM? ¿O es que alguno creía que iba a escuchar «Bittersweet symphony»? -, y por otro, los dos cortes de luz que sufrieron durante su actuación. ¿Sabotaje? ¿Mala suerte?

La noche empezó con Tuesday Afternoon, la gran apuesta del sello de reciente creación Fork Series, que presentaron Thingd to do on a…, y no sabíamos bien si estábamos ante una banda de rock o pop. Canciones inacabables para ser pop, melodías demasiado suaves para ser rock… Pero pintan muy bien, Borja Duñó tiene presencia sobre el escenario.

Con la frescura e irreverencia propias de un joven de veintipocos años, la experiencia de músicos exmilitantes en banda de éxito y unos efectos luminotécnicos que iban desde las sombras y los colores más fríos hasta la mayor luminosidad, tal y como es su músca, desde las melodías más impenetrables hasta los acordes más frescos, The Shining salieron al escenario con muchas ganas de gustar y pasárselo bien.

Sorprendieron con «Quicksilver» al principio de la actuación, para empezar dando caña, y aunque ellos estaba entregadísimos, no consiguieron que el público les siguiera el ritmo. Una a una fueron desgranado todas las piezas –12– que forman su debut True Skies. Fue un concierto corto y, como he dicho al principio, accidentado, cosa que cortó el -poco- rollo que había en el público. Por mucho que el cantante intentara animar y provocar, los efectos fueron mínimos, algún aplauso desde las primeras filas y poco más. El primer parón vino con la cuarta canción, “Until the end”, en plena recreación de virtuosismo musical. Intentaron reenganchar, pero fue imposible, y volvieron a comenzar un tema expresamente alargado. Y es una verdadera lástima.

Duncan Baxter y Simon Jones parecen entenderse a las mil maravillas. Lo cierto es que, sobre el escenario, ellos dos eclipsan al resto de la banda, que se mantienen en un discreto segundo plano. Y aunque pudimos escuchar algún que otro desafinamiento del cantante, y alguna guitarra en ocasiones perdida, en general no sonaron mal, quizás demasiado contundentes para lo pequeña que es la sala.

No salieron a hacer bises. Después de acabar el concierto con una versión extendida de “Show me the way”, en cuyos últimos minutos pudimos descubrir lo que parecía unas notas de “I Wonder How”, el tema por el cuál se les está empezando a conocer y que mucha gente del público esperaba con impaciencia. Y aunque los amplificadores, los pedales y las luces estaban preparadas para una segunda salida, no fue así. Y nos quedamos con la sensación de necesitar algo más. Aunque creo que esa es la sensación que también les quedó a ellos.

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