The Wave Pictures – Sala Potemkim (Salamanca)
The Wave Pictures son una banda fascinante, poseedores de una creatividad desmedida y extraordinariamente hábil sobre las tablas, circunstancia ésta última que quedó demostrada en la que era su primera visita a la capital charra. En los inicios de una extensa gira peninsular con motivo de la presentación del espléndido City Forgiveness (2013), y aprovechando el espacio entre las dos fechas de sus conciertos madrileños (ambos con entradas agotadas), los británicos tomaron el escenario de la mítica sala salmantina Potemkim.
El trío ofreció un concierto impecable en ejecución, con la solvencia y complicidad del que cuenta a sus espaldas con cientos de experiencias previas, fieles a su encantadora personalidad espontánea, campechana y sincera. Los mismos instrumentos sencillos de siempre, con ausencia de pedales y demás parafernalia así como de cualquier atisbo de glamour que evite desviar la atención de esa inabarcable amalgamaba estilística que supone su música. Una actitud protagonizada por la peculiar voz y punteos recreados de David Tattersall, mientras, desde un segundo plano, el bajista Franic Rozycki aporta el músculo necesario para arropar las canciones junto a un batería de probada valía como Jonny Helm que, además, cuenta cada vez con mayor presencia vocal.
Un repertorio desarrollado a generoso volumen y hábilmente repartido entre algunos de los mejores cortes del mencionado álbum (“Lisbon”, “Chestnut” o “The Woods”) junto a clásicos del grupo en directo (“Now You Are Pregnant”, “Strange Fruit For David”, “Eskimo Kiss” o “Blue Harbour”), que propició una actuación tan convincente en lo estrictamente musical como evidentemente inerte e indiferente en actitud. La escasez del evento, que apenas sobrepasó la hora de duración, confirmó sensaciones acerca de una formación tan cumplidora como ligeramente apática la pasada noche, que tampoco encontró como aliado a un público escaso (menos de un centenar de personas) y algo distante.
Aun limitándose a cumplir expediente y sin su habitual disfrute contagioso, el combo resulta incapaz de ofrecer un mal concierto tras presentar su habilidad como credencial. Es el triunfo de los normales, aunque en esta ocasión se viesen amargamente contagiados por las gélidas temperaturas nocturnas de la ciudad.