Vida Festival – Varios emplazamientos (Vilanova i La Geltrú)
Aquella máxima que de romántica roza el pastel, la de montar un festival para poder disfrutar juntas de todas las bandas que a uno le gustaría ver, se instala en el paroxismo con el Vida Festival. El sucesor del Faraday en Vilanova i la Geltrú es la materialización festivalera del «pues montad un partido y presentaos a las elecciones». Su segunda edición, además, ha demostrado que, como en la analogía político-social, tiene un innegable efecto regenerador en un ecosistema cargado de obviedades, modelos agotados y jerarquías tristemente asimiladas tanto por el espectador como por las mismas organizaciones. Es de agradecer.
También es de agradecer la dignificación de un producto que, deshumanizado en muchos casos, vive de la amnesia de lo que una vez fue y nunca debió dejar de ser. Más allá del cuidado exquisito del entorno del festival, lo menos evidente quizá es que el Vida Festival pone el foco en lo que importa: la música y el espectador. Con un cartel con personalidad propia, lo más relevante es el extraordinario nivel técnico de los conciertos en los diferentes escenarios: a un festival se va a disfrutar de la música, y de la música no se disfruta con cantidad, sino con calidad. El sonido en el Vida 2015 fue prácticamente impecable en la totalidad de los conciertos.
Entrando en materia, la sensación general es satisfactoria a pesar de los lógicos socavones. Las apuestas grandes del festival, ubicadas en el Escenari Estrella Damm, no decepcionaron, si bien en el caso del cierre de Primal Scream fue una cuestión de expectativas reales. Antes, Benjamin Clementine había inaugurado el espacio con soltura; su particular y teatralizada propuesta entre el chamber pop y el recital de poesía sentado al piano se desarrolló con la súbita intensidad propia de quien no cuenta con demasiado fondo de armario. «Condolence», «Nemesis», «London» o «Cornerstone» lograron trascender el hype, con la ayuda de su banda, y conectar con el público para conformar un recital digno de ser recordado en el futuro.
Poco después, el mismo escenario acogió el concierto de la jornada. Acorazados en su increíble repertorio, The War On Drugs certificaron que, en efecto, están para ser el plato fuerte de la noche. La banda de Adam Granduciel no va sobrada de personalidad, pero sí de canciones y técnica para interpretarlas. Con un setlist casi impecable al que sólo le faltó rematar como es debido (aunque estuvieron todas, desde «Red eyes» a «Under the pressure», pasando por «Your love is calling my name» y una memorable «An ocean in between the waves»), los norteamericanos llenaron el escenario (saxo incluido) e invocaron el espíritu del unicornio multicolor de Springsteen con éxito para ofrecer probablemente el concierto del Vida 2015.
La culpa del último adverbio recae toda en Josh Tillman. Father John Misty puso en duda todas las apuestas habidas y por haber hasta las 21.45 del sábado. Con un sentido del espectáculo muy por encima de la media, Tillman y su banda, pero claro, sobre todo Tillman, encendieron el Vida. Sobreexcitado (y sobreactuado), el cantante demostró la excitación por ósmosis con un concierto que se movió entre baladas más o menos cercanas a lo hortera y el rock americano, siempre desde la seducción. Apoyado en una banda que no le resta protagonismo, pero que sostiene musicalmente el directo, Tillman preparó un concierto perfecto en cuanto a entretenimiento se refiere: que sus bailes a lo Nick Cave y Jim Morrison, sus subidas a la batería y sus baños de multitudes no hagan olvidar su solvencia vocal e interpretativa paseando sus mejores canciones («I love you, honeybear», «Bored in the USA», «Chateau Lobby #4 (in C for two virgins)») y cerrando su incendiario concierto en lo más alto con «The ideal husband».
El dominio del tempo se le presuponía a Primal Scream en el mismo escenario poco después. La previsibilidad es quizá un valor superfluo con bandas veteranas; por eso y porque para llegar al rush final con «Swastika eyes», «Loaded», «Country girl» o «Rocks», Primal Scream tiene herramientas para hacer que el camino merezca la pena. Sin embargo, y a pesar de que los escoceses se movieron en la corrección, la sensación es que jamás fueron capaces de plasmar la teoría en la práctica. Aunque se activó progresivamente (quizá demasiado tarde), la apatía de Bobby Gillespie acabó dotando de cierto tufo funcionarial al concierto a pesar de su apasionante clímax final. Algo similar a lo que había sucedido con Super Furry Animals el día anterior; quizá el setlist, quizá el horario, una de las dos (o ambas) lastraron el recital de Gruff Rhys y compañía.
En el Escenari La Masia pasaron algunas cosas más. La lista de las que merece la pena recordar la encabezan Woods con un concierto de técnica y emoción extraordinaria, tanto que se hizo muy corto; los de Brooklyn defienden sobradísimos (y muy recogidos) sus canciones en un escenario grande y en horario de grupo grande. «Cali in a cup» o «With light and with love», por ejemplo, emergieron para justificarlo. Un día antes y con el sol frente a los ojos, Ezra Furman y sus Boyfriends lidiaron a la perfección con la fea tarea de inaugurar el escenario mientras, entre canción y canción, se escuchaba la apisonadora de Mourn en La Cabana Jägermusic; con todo, el norteamericano sostuvo su actuación primero con su saxofonista, y después con un aumento del hedonismo y el nihilismo con un concierto que fue de menos a más.
Grupo de Expertos Solynieve, Nueva Vulcano y especialmente Joan Miquel Oliver se unieron a la lista de cosas positivas del segundo escenario como muestra del catálogo nacional. Y, mientras Fryars convivió con un abarrotado y divertido concierto de Senior i El Cor Brutal en la otra punta del recinto, pocas excusas hay para Andrew Bird. El multi-instrumentalista de Illinois le puso ganas, pero su concierto se diluyó casi desde el principio; sólo al final pareció remontar, pero no lo suficiente para recuperar un recital irregular y tendente al tedio.
Los otros dos escenarios, ubicados en El Bosc (El Bosque) suponen un fantástico desahogo para el ritmo de los grandes. Tanto en La Cabana Jägermusic como en El Vaixell (El Barco) se vivieron muy buenos momentos; entre los del primer escenario están los conciertos de Juventud Juché, Hinds, Senior i El Cor Brutal, Mourn o Martha. En El Vaixell los cuatro recitales con talante acústico (Neil Halstead, Xoel López, Núria Graham, Nacho Vegas) se vieron espoleados por la ausencia de más actuaciones y, por lo tanto, gozaron de mucha presencia de público. Un poco perdido, Neil Halstead logró llevar el concierto a buen puerto con sobriedad, «Full moon rising» y Mojave 3. Por su parte, Nacho Vegas se hizo acompañar de Abraham Boba y, aunque la propuesta es digna de alabar por su riesgo, lo cierto es que algunas de las canciones de su repertorio más cercano parecen perderse en la austeridad y merecen más acompañamiento; sin embargo, «Runrún» sí salvó el tipo y emocionó entre algún grito de «Viva Grecia», igual que las pretéritas «Perplejidad» y «La gran broma final».