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William S. Burroughs – Let Me Hang You (Khannibalism)

Que nadie te pille nunca escuchando a William S. Burroughs recitar los fragmentos más pervertidos de su Naked Lunch. No escatimes en precauciones, que no te importe cuánto haya avanzado la tecnología desde que se publicara allá por 1959. Ni siquiera que tu madre no hable inglés, porque el lenguaje de la indecencia no se oye; se huele. Si no, ¿cómo crees que sabe siempre cuándo vuelves a casa emporrado cual chimpancé con rastas?

En 1995, el productor Hal Willner, quien ya había lidiado con la dicción teatral del viejo Burroughs en aquel errático Dead City Radio cinco años antes, grabó un audiolibro de escueta tirada del mítico Almuerzo Desnudo, con el guitarrista Bill Frisell y el violinista Eyvind Kang haciendo ruidos de jazz experimental al fondo, como si la imaginería burroughsiana no fuera suficientemente reacia a ser digerida por sí sola. De aquella grabación, se seleccionaron maliciosamente los extractos más escatológicos posibles para confeccionar una armadura de 13 pesadillas eróticofetichistas infranqueable hasta para las mentes más impúdicas. Se tituló Let Me Hang You en honor a un episodio particularmente perturbador que recoge y ni lo intentes; espera a llegar a casa para saber de qué va.

Bueno venga, un pequeño avance: se trata de un microrrelato sobre gente a la que le pone tontorrona ahorcar a otra gente. Creías que la liberación sexual era real a estas alturas de las civilizaciones y mírate; un poquito de sadomasoquismo de nada ya te saca los colores. Con tanto puritano disfrazado de liberado en el mundo del arte, ¿quién se va a extrañar de que el proyecto tardara más de 20 años en ver la luz y necesitara del empuje de King Khan, otro miembro del círculo de protegidos de Lou Reed junto a Willner?

William S. Burroughs es un paisajista de la negrura humana inigualablemente diestro e insobornable. Sus oblicuas enseñanzas acerca de las esquinas más repugnantes de nuestra naturaleza no deberían caer en el olvido por la mera cuestión de su tendencia (de origen infantil, aristocrático y, consecuentemente, involuntario) al oscurantismo disfrazado de dignificación artística. Así pues, la manera correcta de abordar Let Me Hang You sería como tentativa de aproximar al oyente atareado, sin tiempo para las únicas cosas que de verdad importan, la impagable obra literaria de un demente cuya vulnerabilidad corrosiva continuará confundiendo y deslumbrando hasta dar con la primera generación que se supere a sí misma.

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