40 años del encuentro entre Joy Division y Tony Wilson
INTERZONA – J: LA SEMILLA DE MANCHESTER
14 de abril de 1978, justo ahora hace 40 años.
Tony Wilson, presentador de la T.V. británica y magnate que acababa de fundar la discográfica Factory Records, ambicionaba hallar emergentes talentos en Manchester. El D.J. Rob Gretton, el cual también frecuentaba aquellos ambientes, así mismo buscaba dar un mayúsculo impulso a la escena musical de la susodicha urbe de la Inglaterra norteña.
Después de observar como actuaban 16 bandas a lo largo de toda la noche en un conocido club de la ciudad, llamado Rafters, el propio Wilson estaba a punto de largarse a casa hastiado y sin reconocer a algún músico que se aproximara, de lejos, a un carisma rotundo. Aquello se trataba de un concurso, en plan “battle of the bands”, organizado por Stiff Records pero la jornada aparentaba difuminarse sin ningún intérprete demasiado interesante y solamente restaban cuatro tipos por salir a tocar.
El cantante nº17, un tal Ian Curtis, irrumpió en aquel escenario junto con su banda formada también por Peter Hook (bajo), Bernard Sumner (guitarra y teclados) y Stephen Morris (batería). Cuando iniciaron la interpretación, el ínclito Tony no pudo creer la exorbitante sorpresa que se acababa de llevar: se había quedado paralizado con las ondas sonoras que alcanzaron sus tímpanos. Enseguida caviló en fichar a aquellos anónimos prodigios para su recién nacida empresa Factory y transformarlos en sus máximas figuras.
Rob Gretton por su parte, también resultó deslumbrado y albergó la intención inmediata de ser su manager, así que agasajó, con entusiasmo, a Curtis y compañía después del bolo pero ¿de donde salieron aquellos fenómenos con ese sonido tan inédito?
INTERZONA – O: FOGONAZOS PUNK
En 1976, tras presenciar un turbulento concierto de los Sex Pistols, en Manchester, un cuarteto de sencillos chavales procedentes de Salford y Macclesfield, localidades cercanas a la Big City mancuniana, decidieron contactar entre ellos, posteriormente, hasta que montaron una banda llamada Stiff Kittens (algo así como “Los gatitos tiesos”). Este nombre, en realidad se lo colocaron sus paisanos punk, The Buzzcocks, pero a los propios Curtis, Sumner, Hook y a un batería llamado Terry Mason no les agradó esta denominación, finalmente.
Así que, en 1977, se rebautizaron como Warsaw, siendo ésto un homenaje a la canción “Warzawa” de David Bowie y Brian Eno (para más señas, Varsovia, capital de Polonia). Varios “bateras” fueron pasando por la banda como Tony Tabac y Steve Brotherdale para sustituir al propio Mason, el cual se hizo “pipa” y manager de la propia formación. Sin embargo y al final, el puesto de baquetero oficial recayó en el virtuoso Stephen Morris, que además cayó en gracia a los otros tres componentes originales. Su única grabación larga como Warsaw, no pudo editarse por conflictos con R.C.A. Records y no fue hasta 1994 que pudo darse a conocer esta obra, de modo oficial.
INTERZONA – Y: BUSCA EN “LA CASA DE LAS MUÑECAS”
A la hora de volver a auto-implantarse una nueva designación, a primeros de 1978, (tal vez, debido a que una banda de heavy de Londres ya se llamaba Warsaw Pakt) los de Manchester se fijaron en una novela llamada “La casa de las muñecas” (1955) del escritor judío Yehiel Dinur, el cual firmó con el seudónimo de Ka-Tzetnik 135633, una singular abreviatura ésta para reflejar su numeración de preso en los campos de concentración nazis, en los años 40.
En consecuencia, pasaron a ser definitivamente Joy Division (que podría traducirse como “La División Alegría” o la “División del Goce”) un rimbombante calificativo, extraído de dicha obra, sobre una cruenta ironía militar hacia un prostíbulo formado por esclavas sexuales judías “al servicio” de los soldados alemanes, durante la Segunda Guerra Mundial.
Muchas otras formaciones, durante los años 70, ya habían escogido sus nombres de polémicas novelas. Por ejemplo, Steely Dan o Soft Machine tomaron prestados esos términos de obras del escritor William S. Burroughs, el cual por cierto también fascinaba al propio Ian Curtis. No olvidemos que una canción de Joy Division se titula “Interzone”, un lugar imaginario de la obra “El almuerzo desnudo”, del propio autor «beat».
Otros literatos a los que adoraba el vocalista de Stretford eran J.G. Ballard, Fiodor Dostoievsky, Friedrich Nietsche, Franz Kafka, Herman Hesse, Allen Ginsberg o Josep Conrad, lo que también influyó en su lúgubre y arcano binomio “letra-y-música”, estando “prohibido” separarlas ambas en el caso de Joy Division. Entre los cantantes surgidos entre 1967 y 1973, Curtis tenía como ídolos a Jim Morrison, Lou Reed, Iggy Pop, Ralf Hütter de Kraftwerk, Brian Ferry o David Bowie, entre otros.
INTERZONA – D: DESACONSEJABLES GUIÑOS AL ASUNTO ARIO.
Es entonces a inicios de ese 1978, cuando Joy Division comenzaron a grabar su prometedor primer EP de todavía, algo rugosa, textura punk, An ideal for living (autoeditado en junio de ese 78 y reaprovechando material de Warsaw), que presentaba una arriesgada, pangermánica y marcial portada. El sonido de esta obra supone un digno entremés a su primer LP, el cual sí resultará ya un radiante ónix. Si Lynyrd Skynyrd, años antes, habían sido acusados de racismo – cosa totalmente incierta – a ellos, debido a la cubierta de dicho EP y a lo de la denominación “División Alegría”, les fue achacado nada menos que una grave asociación con el neonazismo.
Por contra, únicamente y en realidad, todo pareció corresponder a uno de esos nombres radicales y provocadores que utilizaban muchos grupos punk, a finales de los años 70. Sin embargo, urgió un cambio en todo aquello y la orientación hacia una metamorfosis, para curarse en salud, resultó sugerida por su agente, Rob Gretton. Además aún habían de mejorar mucho la prestación de las composiciones del combo y se optó por un estilo artístico que se atrevía a dar un paso más allá del propio punk-rock.
INTERZONA – I: CONVERSACIÓN DECISIVA / EXPLOSIVA.
Por otra parte, les hacía falta una catapulta mediática. De ese modo, en aquel decisivo 14 de abril de 1978, después de la “batalla de bandas” mencionada al principio y cuando todo el mundo tomaba una copa, relajadamente, en el club Rafters, el culto vocalista del grupo de Manchester, sin embargo, jugó duro con un soez comentario de presentación:
–Oye cabronazo, todavía no nos has sacado en tu programa – les soltó directamente a la cara Ian Curtis a Tony Wilson, el cual tenía una emisión alternativa sobre actuaciones rock, llamado “So it Goes”, en la británica cadena Granada TV.
Gente histórica como The Jam, Patti Smith, The Stranglers, Siouxsie and the Banshees, The Clash o los propios Buzzcocks y Pistols, ya habían actuado allí entre 1976 y 1977.
El presentador musical no le contestó, tan solo pensó: –“De acuerdo Curtis, jodido gilipollas, serás el próximo en salir en antena”.
Después de eso, a mediados de mayo del 78, ingresaron en la nómina Factory Records, que presidía el mismo Tony, el cual también ficho más adelante, para su creciente compañía a bandas como New Order, Happy Mondays o James, entre otros muchos. Todo ello fue posible porque Wilson invirtió, inicialmente, todo su dinero, 80.000 libras, en el primer LP de Joy Division y le saldría redondo el asunto.
Consecuentemente, en septiembre del 78, se produjo la aparición en directo de la banda, en el programa de TV del propio Wilson, tocando la excelsa “Shadowplay” pero donde lo más llamativo fue que comenzaron a vislumbrarse parte de los novedosos y eléctricos bailes braceados de Ian Curtis, al actuar. Todo ello condujo a la fama al cuarteto ante una anonadada audiencia británica, la cual ya estaba “más cerca de placeres desconocidos” a través de Joy Division.
INTERZONA – V: EN LA ESPIRAL DE “UNKNOWN PLEASURES” (1979)
El trabajadísimo pulido por parte del minucioso productor Martin Hannet también auxilió, de manera decisiva, al característico y efectista sonido del aún algo inexperto cuarteto. La enlutada puerta de Peter Saville que supone la cubierta de este disco, te hace ir entrando de manera precavida, para en definitiva, meterte de lleno en habitaciones adversarias de la luz como “Disorder”, “Insight”, “She´s lost control” o “Day of the lords”.
Joy Division podían afligirte pero tenían ritmo, iban accediendo a tu oído con una lenta pero gran potencia: eran como una bizarra locomotora. Sonaban como espectros con ilimitado talento, como el más brillante sol de color azabache que se haya visto nunca, como una disciplinada procesión santera pero con marcha pop. El tema “New dawn Fades”, por ejemplo, es una muestra de ello.
El repertorio de Unknown Pleasures, en conjunto, parece ser una refracción de la propia Manchester pero cuando esta urbe era 100 veces más paupérrima, tosca, grasienta y deprimente que en la actualidad. Esa congelación del tiempo en la reconstruida ciudad inglesa tras la Segunda Guerra Mundial, esa absorbente industria sin parques que la alegraran hacia mediados-finales de los años 60, esas apagadas atmósferas de tonos negros, grises y marrones enjaularon las mentes de cuatro niños llamados Ian, Peter, Stephen y Bernard, los cuales jugaban como podían en aquellas callejuelas desvencijadas.
Según fueron creciendo se produjo una explosión, una visión y una interpretación en el interior de ellos acerca de un periodo de momentánea decadencia de Manchester.
La declaración al respecto del propio Sumner es reveladora:
“No vi un árbol hasta que tuve 9 años… Para mí, Joy Division, era acerca de la muerte de mi comunidad y de mi infancia. Ésta era completamente irrecuperable”.
La banda tenían un aspecto normal y eran cerveceros de clase obrera pero atesoraban una energía única en su interior. Realmente, para Ian Curtis la angustia de sus letras y de la música no era Arte, como todos los de alrededor pensaban, sino su propio sufrimiento vital e incluso nihilista. Era un reprimido llanto puro y duro, unas tragedia y belleza mezcladas de manera indistinguible: esas eran las sensaciones que inundaban sus arterias. Mucha gente le colgó a la banda, injustamente, la etiqueta de “tétricos” pero opino que no es nada de ésto: “tan solo” eran los más dramáticos de toda la cronología pop.
Tras dar a conocer al mundo su primer catalogo post-punk y alcanzar el nº2 en las listas “indie”, la crítica se posicionó unánimemente a favor y luego se fueron sumando y publicando los magnos singles “Transmission”, “Atmosphere” y la popular “Love will tear us apart”. Ésta última parecía referirse a los complicados amores y desamores de Ian Curtis con las dos mujeres de su vida, su algo más que amiga íntima Annik Honoré y su esposa Debbie Woodruffe.
La grabación de la segunda obra se puso en marcha pero por entonces, Curtis ya estaba muy muy alejado de los “odiadores” mensajes punk contra el prójimo y había llegado al país denominado “Encontrarse uno desmoronado por dentro”.
Tony Wilson le insistió a la propia Annik que aquello eran solo líricas letras de canciones pero ella sospechó que a su amado Ian le ocurría algo serio.
Lamentablemente, algo antes de una gira por Estados Unidos y de publicarse el segundo disco, Curtis decidió abrazar la sempiterna ensoñación y acabó con su propia vida el 18 de mayo de 1980. Solo tenía 23 años y se nos fue de manera completamente prematura.
INTERZONA – S: EN LA PULCRA PENUMBRA DE “CLOSER”, (1980)
La funeraria cubierta que ya estaba programada, en vez de saludarte como en otros discos, parece ésta despedirse del observador como una hoja amarillenta que se desploma en otoño. Con tal glacial bienvenida, en la cadena musical arranca “Atrocity Exhibition” y la guitarra de Bernard Sumner te estremece como el hielo que te pueda poner una amante en el pecho, es decir, de un tiritar molesto pero sintiendo una placentera extrañeza, como una finísima sierra, como una ametralladora muy sutil. El bajo con acordes carboníferos de Peter Hook arroja respeto pero también se muestra envolvente.
De repente, la profunda voz de ese nebuloso “crooner” pop que era el inmenso Ian Curtis se te clava como una lanza de punta redonda, en el oido. Las hondas preocupaciones versadas del pobre Ian van desfilando con el disfraz de melodías como en la kafkiana y poderosa “Colony”.
Después en “Heart and Soul”, por ejemplo, la batería de Stephen Morris siempre sobrecoge pero es que aquí despliega su cima. Si los aztecas hubieran podido, habrían elegido como tortura psicológica previa, el belicoso, circular e inquietante ritmo de tambor de Morris, unas horas antes de masacrar a los soldados de Hernán Cortés. Los teclados de Bernard Sumner son escalofríos de calidad y la psicofónica vocalización del propio Curtis incluso ya parecía venida desde la siguiente vida, extracorpórea ésta.
Tras escuchar algunos cortes más del impactante Closer, por último sobrevienen “The Eternal” y “Decades” y ahora es cuando debería sentir empatía todo oyente por el grandísimo dolor y aislamiento, es decir, el cuchillo de cuatro metros de longitud que sesgaba continuamente, el alma de Ian Curtis. Sin embargo, nadie que no haya atravesado por la tremenda enfermedad epiléptica del cantante comprenderá jamás, realmente, sus sentimientos sobre el condado más opaco del atlas existencial.
En esta catarsis musical plasmada en surcos de vinilo, el melómano de turno, debería ahuyentar cualquier microscópica pizca de morbo y en su lugar, acumular fuertemente, una descomunal reverencia por Joy Division.
El constructor de textuales perlas negras, Ian Curtis, habría querido, seguramente, que sintiésemos lo expresado el párrafo anterior.
INTERZONA N: REFLEXIONES EPILOGALES
U2, Depeche Mode, The Cure, Radiohead o Bauhaus, entre otros muchos astros, han declarado y reconocido lo mucho que les influyó e impactó Joy Division en su música o en sus vidas, además de los recientes Interpol, Editors, The Horrors, etc.
Este abecedario aparentemente desordenado {en realidad, solo he jugado en los enunciados con las letras del nombre de la banda (sin repetir las vocales)} y de referencia interzonal “burroughsiana”, ha sido un honesto homenaje a la memoria del poeta Ian Curtis, uno de los vocalistas con mayor personalidad, uno de los músicos más auténticos, el cual lideraba uno de los más prodigiosos grupos pertenecientes a la línea temporal del pop. Esto no es mitomanía sino que, simplemente, es una evidencia.
Estos párrafos también tuvieron la intención de ser un tributo al desaparecido productor-mago Martin “Zero” Hannet (1948 – 1991) y al malogrado, en 2007, Tony Wilson, que tanto hizo por fomentar la “plataforma Manchester” y que en aquel 14 de abril de 1978, fue el primero percatarse de la infinita dimensión de aquella banda genuina: Joy Division.
Qué buen reportaje. Lo he disfrutado mucho
Grande Txus. Buen artículo, enhorabuena!
Joy Division culto y leyenda.
buffff el google translator…..
Muchas gracias por los comentarios en el foro a Luis, David y Roberto. 🙂
Bueno, Roberto, lo mío en realidad, modestamente hablando, han sido muchos muchos días de trabajo a la hora de elaborar el artículo sobre los fabulosos Joy Division. 🙂
Un saludo y gracias siempre por la edición siempre a dos crack como Manuel Pinazo y Fidel Oltra 😉
Un fenomenal reportaje no solo musical sino literario.
Un ejercicio de peridiodismo serio, muy trabajado y documentado. Realmente brillante.
Felividades, Txus.
Joy Division historia de la música.
18 de mayo de 2017 concierto de Los Planetas en Valencia. Los más frikis esperábamos ese guiño llamado Desorden que NO cayó. Lástima.
Magnifico artículo, Txus. Es largo pero se hace corto.
Enhorabuena por el completísimo artículo, de muy acertado planteamiento a raíz del descubrimiento por Wilson de los importantísimos Joy Division, cuya tamaña importancia supo entrever el artífice del imprescindible sello Factory, auténtica factoría de descubrimientos en la escena de Manchester de aquellos años irrepetibles. La innegable influencia del grupo en las figuras reseñadas por Txus Iglesias (felicidades, una vez más) y la fascinación suscitada a través de los años por la figura de Ian Curtis, el atormentado y singularísimo vocalista, bien han merecido esta interesantísima aproximación. Un saludo cordial.
Se agradece mucho vuestra participación en el foro, con vuestras propias opiniones, 😉 Iñigo, Rmopi, Edu y F. Xavier, sobre Joy Division y mi texto sobre ellos; aquí en MUZIKALIA.
Un saludo para todos y a disfrutar siempre de la música de la banda de Manchester que lideraba el inolvidable Ian Curtis.
Muy buen artículo, completo y interesante, me ha gustado mucho.
Enhorabuena¡
Joy Division fue una de las bandas fundamentales del post-punk, a pesar de haber durado poco. Justamente cuando estaba a punto de comenzar a su pariga gira norteamericana, se produjo el suicidio de Ian Curtis.